Me miro al espejo mientras me estoy peinando, veo que ya no soy tan joven para cambiar el mundo, y me deprimo”.

Quiero negar que soy el economista flaite...

Sin duda es mejor que yo”.

Experto en Desarrollo Económico, especialista en hablar de Chile a lo largo de las últimas décadas, Raphael Bergoeing reconoce estar pasando por un período de emociones contradictorias. “Hay días en que siento el imperativo ético de ser más activo en política (es militante de Evópoli) y cambiar el mundo, otros me miro al espejo mientras me estoy peinando, veo que ya no soy tan joven para cambiar el mundo, y me deprimo. Otros me imagino yéndome a vivir a Valdivia, dedicado a escribir una novela, haciendo clases por zoom para poder comer, o eventualmente sumar un directorio, para comer bien (ríe). Paso de lo hiperactivo a lo introspectivo según venga el día”, afirma desde su departamento en El Golf, que por estos días comparte con su hijo mayor, de 24 años. Separado hace varios años de la economista Andrea Repetto y, como cuenta, con una nueva pareja.

Académico de la UDP, presidente de la Comisión Nacional de Productividad, Presidente de Metro en el primer Gobierno de Sebastián Piñera y superintendente de Bancos e Instituciones Financieras, sostiene: “En estos últimos meses de confinamiento me he vuelto más consciente de mi mismo; este tiempo me ha permitido construir un relato sobre quién soy y para dónde voy en función de mi propia historia”.

—¿A qué reflexiones ha llegado?

—Soy tremendamente inseguro, al extremo de que era incapaz de hablar frente a una audiencia. Si a los 30 años me hubieses planteado la posibilidad de hacer terapia, habría dicho ¡para qué, es una tontería! Hoy, pese a que tengo muy claro que no es la respuesta a los problemas, he tenido la suerte de ir con un siquiatra una vez a la semana por un período largo. A partir de ahí han surgido muchos temas que se relacionan con el análisis que he hecho en estos meses confinado.

Agrega:

—Se trata de entenderme, confundirme, sentir pena o vergüenza por cosas que hice en el pasado y tratar de no repetirlo. Asumir también que, al final del día, no siempre soy capaz de controlarme en muchas dimensiones y que la vida es eso, cometer errores y tratar de mejorar.

—¿Qué pasa con el ego?

—Espero que sea un poco más chico que antes… (piensa) O quizá ha crecido al ir superando la inseguridad. Me he ido revalorizando. Ahora me gustaría ser más libre, que no me importe tanto el juicio de los demás.

—Esta pandemia lo pilló soltero, separado por segunda vez.

—Sí, aunque tengo pareja (aclara). Pero efectivamente… Desde el 1990 hasta el 2016 siempre estuve en pareja, me casé dos veces. Pero a pesar de que he estado la mayor parte de mi vida en pareja, en que te proyectas con nietos corriendo a tu alrededor, la vida no siempre es como lo planeas. De hecho he vivido dolores grandes, como el suicidio de un hermano hace veinte años. Fue duro, pero no conozco a nadie que no tenga penas y miedos profundos en su vida.

—Como economista experto en desarrollo, ¿qué temas lo desvelan por estos días?

—Duermo de lo más bien, por suerte. Pero siento rabia, pena, preocupación; me duele la guata al pensar en lo que puede venir más adelante. Me da susto que mis hijos vivan en un país peor respecto de las últimas 2 o 3 décadas; un país estancado o en franco retroceso, tal como hoy lo vemos con algunos vecinos, como Argentina. Un Chile más desigual, donde ya no existan muchas posibilidades de interactuar con los distintos sectores de la sociedad.

“Conozco gente con plata que no pagó el crédito fiscal”

Las preocupaciones de Raphael Bergoeing Vela se relacionan con su historia familiar, cuyas ramas se extienden dando forma a un exótico árbol genealógico.

“Soy el único chileno de mi familia; mi padre es francés, mi madre dominicana, mi abuela polaca, otro abuelo español y los otros franceses. La diversidad es parte de mi vida”, sostiene.

Entusiasmado, continúa: “Mi abuela polaca era comunista y estuvo presa en la Guerra Civil española. Mi abuelo fue un pintor y muralista muy reconocido en su época: José Vela Zanetti; republicano y por cierto comunista. Se conocieron porque ella era traductora en la embajada rusa en Madrid. Con la guerra ella cayó presa y mi abuelo se exilió en República Dominicana (en la dictadura de Trujillo), donde vivió por más de una década y se hizo cargo del museo de Bellas Artes. Mi abuela, tras ser liberada, viajó en barco hasta la isla, embarazada de 7 meses, y allá ellos se casaron y nacieron gemelas. Mi madre por tanto es dominicana; hoy tiene 81 años y baila merengue espectacular”.

La historia no termina ahí, asegura este economista. Por encargo del gobierno dominicano, Vela Zanetti viajó a NY para realizar un mural en la sede de la ONU: La ruta de la libertad, una de sus obras más destacadas.

“El era un señor machista y ególatra, como todos los artistas de aquella época. Con mi abuela vivieron varios años en EE.UU. hasta que se separaron y mi abuela se vino a Chile porque acá estaba su madre. Acá ella vendió algunas de sus obras y con ese dinero compró una gran casa en la esquina de Villaseca con doctor Ferrer. La dividió en dos: una parte la arrendaba y en la otra vivíamos la familia”.

En la línea paterna, cuenta, su padre llegó a Chile en los años ‘30 desde Francia, cuando sus abuelos instalaron en Santiago un restorán y, más tarde, un hotel. “Ellos no tenían tiempo para hacerse cargo de mi papá, así es que lo matricularon en el Grange porque en esa época era un internado; lo mismo que el Barros Arana, donde terminó sus estudios”.

Su padre era camionero. “No porque tuviera una flota —aclara—, sino que los conducía. Uno de sus amigos tenía una empresa de transporte y él trabajaba como chofer. Recuerdo haberlo acompañado varias veces cuando era chico, a eso de los 9 años, en un camión MAC hasta Chuquicamata. Siete días transportando bolones de acero para la minería, bajando a 50 km por hora”.

Reflexiona:

“Era otra época, mucho más diversa culturalmente y donde convivían las distintas clases sociales sin la agresividad que se ve hoy. Mi abuela era comunista y mi padre pinochetista; tenía una foto de la junta militar, cuando los camioneros jugaron un papel político que derrocó a Salvador Allende, algo de lo que él se sentía orgulloso. Sin embargo, pese a estar diferencias, jamás los vi pelear o tratarse con odio”.

Cuando sus padres se separaron, Raphael y sus dos hermanos partieron a vivir con su madre a la casa de su abuela en Ñuñoa. “Con ella me crié porque mi mamá trabajaba todo el día como secretaria en una oficina de propiedades”.

Agrega:

“Mi barrio estaba en la frontera entre Ñuñoa y Providencia. Mis primeras pololas vivían en Manuel Montt o Simón Bolívar. Ese era mi mundo. Un mundo diverso. Claro, estudié en un colegio de elite como la Alianza Francesa, pero con beca. Hice tercer y cuarto medio en el Liceo 7 de hombres, donde han salido tres famosos: Sandrino Castec, jugador de la U; Coco Legrand y yo (ríe). De los 38 alumnos, 37 entramos a la universidad. Yo estudié en la Universidad de Chile con crédito fiscal 100% y lo pagué completamente. Conozco gente con mucha plata que no lo hizo a pesar de que les fue bien”.

“Votar Apruebo es una necesidad”

En 1988 Bergoeing votó por el No en el plebiscito. También por Patricio Aylwin al tiempo después. Para las elecciones de 1994 se encontraba en EE.UU para su master of arts de Economía de la Universidad de Minnesota “o habría elegido a Eduardo Frei”, admite. También apoyó a Ricardo Lagos en los comicios de 1999.

—A partir de entonces ha apoyado a Sebastián Piñera, ¿cómo se explica?

—Lo elegí porque como economista me parecía que podía hacer cosas importantes y necesarias para contribuir a hacer de este un mejor país. En lo valórico, veía en él a una persona comprometida durante un periodo largo de tiempo, en momentos difíciles, con la democracia. Yo no habría votado por Piñera si es que él hubiese estado por el Sí en 1988. Pero, como él dice, votó No, aunque luego fue el jefe de campaña de Büchi lo que puede ser contradictorio.

—¿Cuál es su visión de cara al hito histórico de este 25-O?

—Veo este proceso político como una necesidad. Toda la evidencia muestra que Chile tiene que hacer cambios importantes si pretende desarrollarse económicamente. Hasta ahora todos los esfuerzos han sido cuantitativos y ha sido un grupo de cuatro empresas exitosas las que han movido la aguja del crecimiento. Lo que viene ahora es cualitativo, tiene que ver con trabajar e invertir mejor, con diversidad, con inclusión productiva a las miles de pequeñas empresas que suman un todo, más allá de las grandes industrias productivas que mueven al país. Pero para conseguir esos cambios que son profundos, se necesita un acuerdo amplio que permita asumir riesgos, aceptar errores, poder equivocarse sin tener que volver atrás. Ese desafío puede asumirse bastante bien con una nueva Constitución. La actual carta, digan lo que digan, es ilegítima; da lo mismo cuántos cambios haya tenido: no convoca, no genera compromiso con el colectivo y además requiere cambios tan profundos que es mejor redactar una nueva.

La mejor manera de asumir esta necesidad de tener una carta magna que nos convoque y nos dé la posibilidad de trabajar de manera conjunta hacia el futuro. Instalar cambios radicales vinculados con la diversidad, pueblos originarios, medio ambiente. Un Estado que dé el ancho y no que nos frustre. Por eso votar Apruebo es una necesidad.

—¿Votará Apruebo con Comisión Constituyente?

—Originalmente decía que Mixta para llevarle la contra a la corriente anti política, pero cuando la política chilena tiene solo entre un 2 o 3% de apoyo, forzar con un 50% de constituyentes desde el Congreso, es iluso. Ahora estoy con Asamblea ciento por ciento constituyente.

—¿Le interesa ser parte de quienes redacten la nueva Carta?

—Es una alternativa, sin duda. Me parece súper atractivo.

—¿Se lo han ofrecido?

—Lo he conversado. Estoy en Evópoli y este tipo de cosas se hablan todos los días, pero requiere de una discusión mucho más larga y en eso estamos.

—A todo esto, antes de cerrar, ¿es verdadero o falso que usted es el economista flaite en Twitter?

—No. El Mercurio publicó un artículo y me mencionó como una posibilidad. Algunos en Twitter habían especulado, como Ricardo Paredes (economista) que algo escribió por ahí. Así que mitad en serio y mitad en broma, subí un twitt. “Quiero negar categóricamente estas especulaciones: yo no sé ni la mitad de finanzas o economía que él/ella detrás de esa cuenta. Larga vida y prosperidad al economista flaite. Yo creo que nunca sabremos quién es. Sin duda es mejor que yo.

LEER MÁS