Uno de los elementos de mayor rigidez es el elevado costo de despido”

Juan Bravo

Economista UC

Necesitamos repensar no solo flexibilidad si no que el Código de Trabajo entero”

Cristóbal Huneeus,

Data Science Unholster

Desde 1899 empresarios y sindicatos de trabajadores en Dinamarca comenzaron una serie de negociaciones que formaron las bases de un sistema laboral de beneficio mutuo que hoy en día se conoce como “flexiseguridad”: un mercado laboral flexible, con un potente seguro de cesantía para quienes pierden sus trabajos o buscan mejores oportunidades y, al mismo tiempo, apoyo estatal para la recontratación.

A comienzos de año el desempleo en Dinamarca era menor a 4%. Pese a que subió debido al covid-19 alcanzando un máximo de 5,6% en junio, ya logró contenerse cayendo bajo 5%. El contraste con las bruscas alzas del desempleo en el resto del mundo —en Chile se han destruido cerca de dos millones de empleos y la cesantía se elevó al 13,1% actual— el mercado laboral danés, gracias a un fuerte impulso fiscal y su modelo laboral, ha resistido bien.

Y aunque distintos indicadores muestran que nuestro país ya sorteó la peor parte del bajón económico provocado por el covid-19, nadie espera que el empleo se recupere rápido. De hecho, los expertos coinciden en que la tasa de desempleo no bajará de los dos dígitos, al menos, hasta 2022. Y ahí es donde traer elementos de la flexiseguridad danesa suena atractivo. No es una propuesta nueva —Andrés Velasco, siendo ministro de Hacienda durante la primera administración Bachelet, lo propuso como modelo a seguir— pero será útil para efectos de una economía que requerirá más flexibilidad, en medio de la incertidumbre que la pandemia seguirá generando en los próximos meses y de las nuevas formas de trabajar que dejará el virus. Por otro lado, la emergencia sanitaria demostró que el sistema de protección al desempleo en Chile no era suficiente, especialmente los trabajadores informales.

OK empresarial y sindical

La falta de flexibilidad en el mercado del trabajo chileno es una crítica repetida de empresarios y especialistas. Mediciones internacionales también lo han reflejado. En el ranking mundial de competitividad 2020 que realiza el IMD suizo, en el indicador “mercado del trabajo” Chile se encuentra en la posición 29° (Dinamarca aparece octavo en esa categoría y segundo en el ranking general gracias a su “economía fuerte, su mercado del trabajo y sus sistemas de educación y salud”). Más distante aún es la brecha en la categoría “productividad y eficiencia” donde los daneses lideran el listado y Chile se ubica en un rezagado 52° lugar.

La gracia del sistema danés es que este no solo es reconocido por datos económicos y la opinión de los ejecutivos empresariales —fuentes con las que se construye el ranking del IMD— sino que la Confederación Internacional de Sindicatos (ITUC, por sus siglas en inglés) también deja a Dinamarca entre los países mejor evaluados (banda 1; Chile aparece en la banda 4) en su ranking 2020.

Lecciones para Chile

“En 2007 hubo una gran discusión del modelo danés, sobre si podía funcionar en Chile, pero el componente político no lo permitió”, dice el director de Data Science Unholster, Cristobal Huneeus, asesor de Hacienda en el periodo de Velasco.

Sin embargo, hay coincidencia entre extitulares de Teatinos 120 que vale la pena abrir una discusión en este sentido. “Podrá ser el modelo de Dinamarca o el alemán” pero hay que avanzar en más flexibilidad y seguridad, aseguran dos de ellos a La Segunda.

Entre los expertos, la idea también genera entusiasmo. “En Chile uno de los elementos de mayor rigidez y que es un desincentivo a la contratación formal es el elevado costo de despido”, dice Juan Bravo, economista UC. Plantea que la protección al trabajador ante el despido se puede hacer de manera más eficiente mejorando los beneficios del seguro de cesantía y reduciendo significativamente los “efectos perniciosos” que provoca el actual sistema de indemnización por años de servicio en el mercado laboral.

Ahí, Dinamarca muestra un camino. El seguro de cesantía, pese a ser voluntario, cubre tanto a empleados, como independientes y emprendedores. Los beneficiarios reciben un 90% del sueldo que recibían antes de perder su trabajo con un tope máximo. Disminuyendo así la incertidumbre que genera perder el empleo.

Un ejemplo de flexibilidad con seguridad es la ley sobre trabajo a distancia y teletrabajo aprobada a fines de marzo, explica Bravo. Pese a que tomó años de discusión en el Congreso y que solo logró salir adelante debido a la pandemia, “lo cierto es que esta ley no genera ningún menoscabo a los derechos de los trabajadores”, sostiene Bravo ante las dudas que generaba entre algunos parlamentarios.

Pero Huneeus advierte que debemos repensar el concepto de flexibilidad, ya no solo para contratar y despedir, si no en la flexibilidad horaria y el trabajo remoto, “porque eso genera espacios de abuso para ambos lados. Necesitamos repensar no solo flexibilidad si no que el Código de Trabajo entero”, dice, porque el actual está pensado para una realidad que cambió: personas en un lugar físico por cierta cantidad de horas.

El tercer componente del modelo danés es el apoyo del Estado a la búsqueda de empleo. En promedio, allá un desempleado vuelve a encontrar trabajo dentro de cuatro meses. “Chile tiene pendiente una reforma a su sistema de capacitación, formación continua y reconversión laboral”, finaliza Bravo.

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