Diariamente Verónica Figueroa Huencho (46) usa sus aros mapuches (chaway en mapudungun). Además lleva un collar de plata (trapelacucha).

“Soy chilena por lado paterno y mi sangre mapuche viene de mi madre”, dice la doctora en ciencias administrativas. “Siempre pido que me nombren por mis dos apellidos. Huencho es de donde yo hablo. Creo que mi cara redonda, mis pómulos y mis ojos rasgados provienen de mis genes mapuches. Pero más que lo físico mi espíritu, mi newen, le pertenece a este pueblo ancestral”.

Académica del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile (desde 2001) vive en un edificio del centro de Santiago. Madre de una hija (12) y casada con un chileno mapuche (por lado materno), en agosto fue nombrada vicepresidenta del Senado Universitario de la U. de Chile. Creado en 2006, el órgano está presidido por el rector Ennio Vivaldi y 36 miembros del plantel (27 académicos, 7 estudiantes y dos funcionarios administrativos).

“Es muy simbólico porque soy la primera mujer y mapuche en ocupar este cargo. El Senado es un símil del congreso chileno. Nuestra responsabilidad es establecer las políticas de desarrollo, aprobar los reglamentos y ratificar el presupuesto universitario”.

Exconsejera presidencial de la Conadi (2010) y postdoctorada del Centro de Estudios Latinoamericano de la Universidad de Stanford (2013), habla sonriente. Solo cambia levemente su semblante cuando se refiere al conflicto en la Araucanía, que este año ha recrudecido. “La violencia del Estado con las comunidades mapuches en territorio ancestral siempre ha existido. La falta de reconocimiento y de políticas adecuadas hace que sea un tema permanente y que surjan conflictos”.

La académica, con un doctorado en ciencias administrativas en la universidad ESADE-Ramón Lull (España, 2007), en agosto publicó, junto a mapuches de áreas como la cultura y la academia, el libro “Wallmapu. Ensayos sobre plurinacionalidad y nueva Constitución” (Pehuén).

“La discusión constitucional es fundamental porque supone abrir una ventana para pensar un nuevo Estado donde el pueblo mapuche por primera vez en la historia hará escuchar su voz”.

“Más que miedo sentía vergüenza”

A comienzos del siglo pasado la bisabuela de Figueroa Huencho dejó su comunidad mapuche en Curacautín y se empleó como asesora del hogar en un fundo de Melipilla. Allí se enamoró de un trabajador con quien tuvo un hijo no reconocido. Al abuelo de la administradora pública lo apellidaron Huencho Huencho. Huérfano de madre, y con ocho años, se fue a vivir a Santiago con una tía. En la capital trabajó 25 años como obrero en muebles CIC. “Por la enorme discriminación que existía hacia lo indígena mi abuelo no hablaba mucho de sus orígenes. Vivir su identidad como mestizo le sirvió como escudo para sobrevivir”.

Segunda de seis hermanos, la académica, quien lleva aprendiendo hace dos años mapudungun, nació en el hospital Barros Luco. En esos años su familia vivía en la población José María Caro. Su padre era obrero metalúrgico (fábrica Tisol) y su madre mapuche dueña de casa. En la Universidad de Chile fue la mejor alumna de su generación en Administración Pública. “Estudié con fondo solidario. Provengo de un entorno de pobreza, de andar a pata pelada. Para pagarme la carrera trabajé repartiendo volantes, en una tienda como promotora y en un call center. Crecí en un hogar donde lo mapuche estaba presente, pero no de forma central; no era parte de nuestra identidad. Se seguía viendo al pueblo mapuche desde lo folclórico; desde un lugar mal visto”.

-¿Cómo empezó a reconocerse mapuche?

-En la universidad me fui sacando una venda. Me conecté con mi historia en seminarios, escuchando a los sabios(as) mapuches, leyendo sobre nuestra tradición. Le encontré sentido a mis orígenes que venían de una historia de despojo. Desde los conquistadores que llegaron a este territorio; y luego al formarse este Estado y un país desde lo colonial. En los conversatorios universitarios sentía el dolor al escuchar los relatos de las “ñañas”, las abuelas mapuches. Las llevaban a internados en las ciudades y les cortaban sus trenzas cuando no hablaban bien castellano. Fuimos objetos coloniales, incluso en el siglo XIX las osamentas de los loncos mapuches en Puelmapu fueron extraídas y están en el museo de La Plata, en Buenos Aires. Ver a tus antepasados en una vitrina es muy violento.

-¿Todo eso no le creó resentimiento?

-Un camino podría haber sido ese, pero sentía que podría jugar otro rol, como una especie de rodilla entre mi ser mapuche y mi ser mestizo en la ciudad. Fui utilizando el conocimiento occidental mezclado con el mapuche para abrirme caminos entre estos dos mundos.

En 1975 su familia se trasladó a una zona rural en Pilar, a ochenta kilómetros de Buenos Aires; regresaron a Chile en los noventa. Su padre se fue como tornero de una fábrica metalúrgica. Vivían en una casa de material ligero y ella fue a un colegio donde no siempre la pasó bien. “He sido siempre parada en la hilacha. Eso no significaba que no me dolieran las discriminaciones que aparecían en cómo se enseñaba sobre los pueblos indígenas. Pero intentaba sacar fuerzas y no demostrar debilidad. A esa edad es difícil asumir tu identidad”.

-¿Prefirió que sus orígenes pasaran desapercibidos?

-Que ojalá mi apellido Huencho lo mencionaran lo menos posible para que lo mapuche no emergiera. Más que miedo de niña me avergonzaba mi identidad mapuche. No quería ser objeto de burlas de mis compañeros. Las imágenes en los libros de historia siempre muestran a los indígenas agachados, pobres, sometidos, esa idea de “barbarie”.

-Ziley Mora, estudioso de pueblos ancestrales, dice que, aunque nuestros cuatro abuelos sean europeos, los chilenos seguiremos siendo mapuches.

-El chileno, siendo mestizo, generalmente se ve como europeo, como blanco. No es que haya renegado explícitamente de lo indígena, pero toda la información recibida desde los dispositivos institucionales le decía que el mestizaje indígena no era algo valorable. Y es entendible; cuando de niño se relaciona con lo violento, flojo o borracho. ¿Quién quiere asociarse a eso?

La Araucanía no es el Far West”

En varias oportunidades Figueroa Huencho ha visitado la zona de la Araucanía. “Nunca he tenido miedo de recorrerla. Obviamente hay hechos de violencia, pero no es como el Far West, no es territorio de nadie”.

La académica enfatiza que el pueblo mapuche no quiere retroceder 200 años. “Esa no es la propuesta. No se trata de sacar a toda la gente (no mapuche) de la zona. Planteamos en cómo llegar a un consenso que involucra un reconocimiento efectivo de derechos, además de una política de restitución territorial. Quizás reponiendo algunos sectores y generando autogobiernos donde nuestro pueblo pueda ejercer sus derechos de autonomía y libre determinación. Que la soberanía no recaiga en la sola nación chilena”.

-La presidenta de Mujeres por la Araucanía, Ruth Hurtado, dijo este sábado en El Mercurio que de Celestino Córdova, como autoridad ancestral, se habría esperado un gesto de dolor por la muerte del matrimonio Luchsinger Mackay. Pero solo ha presionado para beneficios carcelarios.

-No me corresponde referirme a las declaraciones de la señora Hurtado; en una democracia todos podemos opinar. Sí es importante señalar que el machi Celestino Córdova no está sometido a ningún tipo de beneficio que no esté contemplado en la ley chilena. Él es una autoridad ancestral del pueblo mapuche y por eso se solicitó aplicar el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ratificado por el Estado chileno en 2008. Por lo tanto, no hay una victimización ni un tratamiento especial para él.

-Tomás Mosciatti dice que los mapuches generalmente actúan con impunidad y que ni si quiera en el asesinato de los Luchsinger Mackay se ha sabido de todos quienes participaron.

-Él lo comenta desde un lugar parcial de la realidad. Cuando se toma el caso de este matrimonio, quién no podría condenar un hecho tan brutal. Pero Mosciatti se olvida que la contraparte de eso es una historia de despojo y militarización en las comunidades mapuches. Efectivamente ha habido movimientos mapuches que reivindican un control territorial bajo la vía de la violencia. Desde organizaciones como la Coordinadora Arauco Malleco, CAM, que promueve un proyecto político basado en un control territorial por la fuerza. Pero el gran porcentaje de la población mapuche no está por ese camino. Al Estado le corresponde generar las vías de cómo terminar con estas situaciones. Pero primero hay que demostrar efectivamente quiénes son los grupos que intervienen.

-¿Para usted no está claro?

- Le compete al Estado aportar pruebas para saber qué movimientos están detrás. Después del caso Catrillanca y la operación Huracán la institucionalidad de Carabineros quedó desprestigiada. En un Estado de Derecho deben existir debidos procesos de investigación. Desde los años noventa sus contingentes en la región de la Araucanía han aumentado drásticamente. Con ello es difícil avanzar hacia soluciones que busquen el diálogo. Ante la militarización lo más probable es que emerja la violencia como respuesta.

-¿Qué le diría a las familias, que han vivido por generaciones en la zona, y han sufrido constantes atentados?

- Claramente esa sociedad chilena quiere vivir tranquila en esos territorios, pero vemos una ausencia de un Estado y la solución está en sus manos. El Estado promovió la colonización de esos territorios y la entrega de tierras a empresas privadas. No le corresponde al mundo chileno ni al mapuche tomar la justicia por sus manos. Pero el problema es que el Estado no reconoce la plurinacionalidad de nuestro pueblo y privilegia una forma de desarrollo por sobre otra. Ni siquiera tenemos un lugar en la Constitución. No contamos con vías de representación política, cultural, económica ni social. El avance en el reconocimiento de derechos en lo internacional no ha tenido un correlato en las adecuaciones de la institucionalidad del Estado.

-¿Cuál es la oportunidad que se le abre al pueblo mapuche ante un cambio constitucional?

-En la actual Constitución el Estado es centralista y unitario. ¿Por qué no pensar en uno plurinacional que reconozca las naciones que existen, o preexisten este extenso territorio? Una nueva Carta Magna significará la primera oportunidad en los más de 200 años de este Estado donde se generará un diálogo. Un alto porcentaje del pueblo mapuche cree que por fin podremos discutir participativamente en igualdad de condiciones.

LEER MÁS