Se acercaba el cumpleaños 15 de Laura y sus padres, Angélica Castro y Cristián de la Fuente, comenzaron a ofrecerle una serie de panoramas para que ella eligiera. “El mejor regalo es mi cumpleaños en Chile, no quiero nada más”, dijo ella. “Con Cristián no nos miramos y pensamos lo mismo. Le preguntamos: Laura, ¿te gustaría vivir en Chile? Y se le llenaron los ojos de lágrimas… Ahí dijimos: ¿qué estamos haciendo? Si nuestro único objetivo en la vida, desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, es que la Laura sea una niña feliz”, cuenta Angélica desde su casa en Vichuquén.

Diez días más tarde ya estaban buscando colegio. Después de casi 20 años en Estados Unidos, volvieron a vivir a Chile para estar cerca de su familia.

Por estos días, Angélica está trabajando para su personaje en una serie que debería comenzar a filmar en noviembre en Estados Unidos. Cada mañana tiene por Instagram su programa “Velvet al desayuno” (@revista_velvet) y acaban de iniciar una segunda temporada de “Con amigos en casa”, los domingos por la noche en TV+, donde invita a amigos como Luis Fonsi, Ana Torroja, o Myriam Hernández.

Ahí Yuri contó que, en su juventud, escapó de su casa junto a su novio gracias a Luis Miguel, quien la ayudó a fugarse en pleno concierto —“Te juro que me llamaron del mundo entero”, dice riéndose Angélica— y Mario Kreutzberger dijo que ya no encabezaría una nueva Teletón.

Angélica venía a Chile para todas las festividades, para grabar “Descubre Chile”, de 13C y para cumplir con sus causas sociales. Trabaja con la Fundación Nuestros Hijos (hace 10 años), con la Fundación Miradas Compartidas, el Instituto para la sordera, y ya tiene en agenda Chile ayuda a Chile para septiembre y para el 4 de octubre, la Maratón Avon contra el cáncer de mama.

—Aterrizaron en pleno estallido social, ¿nunca pensaron en devolverse?

—Uno tiene que estar en los lugares que ama, y con las personas que ama, en los momentos difíciles. La tarea que uno puede cumplir hoy es mucho más grande. La Laura fue como un ángel que nos permitió pasar esta pandemia en Chile. Estuve en el primer evento virtual con Desafío Levantemos Chile, juntamos implementos para 17 clínicas móviles para la Araucanía, viernes por medio animo los bingos de la Fundación Nuestros Hijos, con los que ayudamos a más de 750 familias de niños con cáncer. No me movería de acá en este minuto.

—Están en Vichuquén, un lugar de veraneo...

—Pero acá hemos hecho campañas. Vi a muchos niños sin conectividad, que no han podido seguir sus estudios y comencé a llamar a los directores de todos los colegios. Nos unimos con Desafío y la semana pasada hicimos entrega de chips ilimitados, para todos los niños de la zona. Ahora estamos haciendo el catastro de profesores sin Internet.

Comenta: “Yo no puedo creer que uno esté aquí solo para entretener. Hay mucha gente tratando de hacer las cosas en la frecuencia correcta. Fundaciones, las mujeres con las ollas comunes, almacenes solidarios. Como nunca antes, hoy hemos visto el hambre y eso te desgarra el corazón. No puede ser que un niño pase hambre y el padre o madre vivan esa angustia sin poder trabajar”.

—Hoy se hace más necesario poder ayudar.

—Totalmente. Creo que la principal vacuna está en nosotros, porque el covid-19 a los primeros que ataca es a quienes tienen el sistema inmunológico bajo. Evidentemente, influye el cómo te alimentas, pero también tu nivel de estrés. Por lo menos, la gente tiene que sentirse escuchada. ¿Qué estoy haciendo yo desde mi vereda? Desde mi lado, muchas veces con una sonrisa estoy aportando. Ahora que andamos con mascarilla, si vamos a comprar o a poner bencina, tenemos que preocuparnos de decir: “muchas gracias, señor, que tenga un muy bien día”. Hay que hacer un extra esfuerzo. El esfuerzo de llamar a los abuelos, porque ellos no se van a morir de hambre sino de pena. Busca tu causa y pregunta cómo puedes ayudar. No hay excusa hoy en día para no dar una mano.

“Todos los abrazos, de Navidad y Año Nuevo, eran agridulces”

“Tuve a los mejores papás que podía tener”, afirma, sobre un tema del que poco ha hablado. “Mi infancia fue maravillosa, con papás que me enseñaron la importancia de la familia”.

Se quedó sin padres a los 23 años y, desde entonces, ha tenido que enfrentar la muerte varias veces. “Me sorprende en esta pandemia que el tema sea la angustia y la incertidumbre ante lo que viene, porque yo, desde que tengo uso de razón, he sabido que no tenemos más que el hoy”, afirma. “Creemos que porque firmamos un contrato por un año tenemos asegurado un futuro. Perdón, yo no sé si voy a estar en una semana más. La incertidumbre es parte intrínseca de la vida. Y la muerte es lo único cierto para todos”.

—¿Por qué dices tener una relación diferente con la muerte? En esta pandemia cualquiera puede morir.

—Yo nací con un papá diabético, muchas veces en el año muy grave y en coma en el hospital. Y desde que cumplí 10 años, viví con una madre con un cáncer súper complejo. Estaba muy bien, después pésimo, después un poco mejor y así. Desde los 10 a los 19 años viví de la mano con la muerte. El reloj siempre estaba marcando y yo sabía que era cuestión de días. Todos mis abrazos de Año Nuevo, de cumpleaños, mis navidades, tenían una carga agridulce. Me acuerdo y siento ese nudo en la garganta, que duele, tal como duele el corazón. Eso lo viví tantas veces, que uno llega a acostumbrarse a ese dolor.

—Murió tu mamá y, dos años después, tu padre, ¿cómo lo hiciste para seguir sola?

—Probablemente, me ayudó el que comencé a trabajar a los 14 años. Me pararon en la calle para hacer fotos y a mí no me interesaba, pero a mi mamá era un mundo que le encantaba. Ella era preciosa, amaba la televisión, el cine. Me llamaban para un comercial y yo: “no gracias”. Yella: “sí, dame la tarjeta”. Yo no tenía idea de desfiles ni me interesaba. Yo quería trabajar con niños, estudié en el Pedagógico. No me gustaba arreglarme, ¡además, lo hacía pésimo! Siempre fui desparramada para caminar. Y siempre que hice un desfile fue por mi mamá, porque cada vez que llegaba a la punta de la pasarela veía su cara y te juro que era otra mujer. Se le olvidaba la quimioterapia, la radioterapia, si hubiera podido congelar esos momentos tan llenos de luz… Cuando ella se enfermó más grave, tuve un evento bien importante, pero llegué al final de la pasarela, ella no estaba y yo dije: “este es mi último desfile”. Y así fue. Ahí descubrí el sentido que tenía para mí.

—¿Ella fue clave en tu carrera?

—Mi mamá me regaló la televisión. Yo entré a los 16 años a la universidad. Y cuando tenía 17, íbamos caminando por Frutillar, mi mamá con muletas, ya muy mal, y se me acercaron unos productores de La Red para preguntarme si me interesaba un casting. Yo, obvio que dije que no. Pero mi mamá estaba tan ilusionada, que me convenció de ir a Santiago. Ese fue mi primer programa. Ella grababa todo, recortaba todas mis fotos, su fascinación máxima. Y moría por Felipe Camiroaga. Yo después lo conocí en un Jeep Fun Race y pensaba: “qué gracioso, mi mamá lo ama”. Cuando me puse a pololear con él, mi mamá estaba en llamas. Postrada en una cama, en sus últimos días, y le daba lo mismo porque yo estaba con el galán de la vida. ¡Imagínate cómo estaría con Cristián!

—¿Camiroaga fue importante por ese vínculo con tu madre?

—Felipe fue la última persona que conoció a mis papás, por eso fue tan fuerte para mí cuando él murió. Fue uno de los pocos, fuera de mi familia, que conocieron esa parte mía. Vivió todo eso conmigo, porque era algo que yo nunca contaba. Con el programa “Más música”, de Canal 13, que animé en los 90, yo creo que descubrí la actuación, porque yo tenía que ser una niña alegre y feliz. No era nada yo. ¿Cómo iba a mostrar lo triste que estaba? Mi casa era un hospital técnicamente. Y eso no lo sabía nadie. Mi papá ya estaba en silla de ruedas, no hablaba mucho. Mi hermano vivía conmigo y con él armamos equipo. Mis hermanas estuvieron muy presentes también. Siempre fuimos un clan y por eso somos tan unidos hasta ahora.

—¿Qué te entregó el haber trabajado desde los 14?

—Aprendes el valor de las cosas. Hay que trabajar duro y nunca puedes dejar de prepararte, para lo que sea. Yo aportaba en mi casa y me compraba mis cosas. Me ayudó a ser súper responsable. Y cuando tienes papás enfermos, te tienes que autorregular. Nadie me decía que tenía que llegar a tal hora, ni qué cosa tenía que comer, ni qué tenía que estudiar. Yo sabía que, si me caía, no había nadie que me fuera a tomar por la espalda. Naturalmente, tuve depresión y necesité de terapia. Por eso creo que es tan importante vivir los duelos, y pedir ayuda. Y rodearse de la gente correcta, hasta en eso yo soy cuidadosa. Cuando trabajaba en E! Entertainment viajaba mucho y me trataban increíble, pero yo sabía que eso no era lo importante. Yo hubiera dado todo lo que tenía por haber tenido a mis papás sanos.

“Reconozco muy bien el miedo”

“Laura es un ser muy especial, muy sensible, siempre preocupada de dar”, dice Angélica sobre su hija. “En mi casa hablamos todo: al pan, pan; al vino, vino; sexo o abuso. Vemos documentales juntos. Yo no tengo miedo con ella, porque el miedo paraliza”.

—En la moda y la TV, ¿pusiste frenos si se propasaban contigo?

—Es que yo siempre he sido fuerte y exageradamente clara. Fue mi manera de protegerme. Si me decían “oye hay reunión, ¿te paso a buscar?”, yo contestaba: “No”. O “¿juntémonos en tal lugar” y yo, “no, en el canal”. Nunca lo pe+rmití. Cuando hice la película “The Scorpion King” (en 2002, junto a Dwayne Johnson,“La Roca”), un productor me propuso ir a tomar algo, porque tenía muchos proyectos que conversar. Inmediatamente le dije que no. Nunca fui a fiestas para conocer a productores.

—Quizás la vez en que más tuviste miedo fue cuando casi mueres después de tener a Laura, tu hija, por unas gasas que te dejaron adentro durante el parto.

—Por eso mismo reconozco muy bien el miedo. Había tenido parto natural, ya estaba en la casa, y a las 72 horas me vino el shock séptico. Fue un drama, escuché un grito de mi hija… y volví a la realidad. Fue un milagro. Vi dos casos como el mío: una quedó en silla de ruedas y la otra murió. Cada cumpleaños de Laura, yo internamente también soplo las velas. Quizás era lo que yo necesitaba para entender que en la vida solo tenemos el hoy. Fueron años de búsqueda y reencuentro conmigo misma. Yo abro los ojos y agradezco mi familia cada día de mi vida. Después de eso, aprendí a soltar y confiar.

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