Desde mediados de marzo he salido tres veces del departamento, pero me entretengo, ahora con esta entrevista, más rato con otra reunión”

Pensamos que si los bancos nos prestan la plata, para qué nos ibamos a abrir a la bolsa, y los bancos se pusieron con Rosen”

El 19 de septiembre es el cumpleaños 87° del fundador de Rosen, José Rosenberg. Y en sus casi nueve décadas de existencia y a una de haber sobrevivido a un cáncer de pulmón, piensa que “la vida es muy corta”.

Por eso hoy día quiere dedicarse a “pasarlo bien”, pero sin descuidar el negocio donde ha dejado su vida: la emblemática firma de colchones que levantó en su natal Temuco.

Don Pepe, como le dicen sus trabajadores, está al corriente respecto de cada movimiento dentro de la compañía, tanto de la producción como de los números y el diseño de nuevos productos. De hecho, desde que empezó el confinamiento por la pandemia ha diseñado dos nuevos colchones que espera lanzar pronto.

Pero esta vez ha tenido que trabajar desde su casa. Por su edad está entre la población de riesgo. Rosenberg, padre de tres mujeres, ha debido pasar este periodo en cuarentena obligatoria. “Desde mediados de marzo, he salido tres veces del departamento, pero me entretengo: ahora con esta entrevista, más rato con otra reunión y con Netflix también”, dice entre risas.

Desde su departamento en Temuco, a pocos kilómetros de las plantas de la empresa, el empresario controla todo. Si bien le gusta la tecnología, dice que nunca imaginó teletrabajar. Pero se ha adaptado, como lo ha hecho durante toda su vida.

Su padre falleció cuando tenía dos años. A los once ya estaba trabajando: acarreaba maletas en la estación de ferrocarriles de su ciudad; también juntaba y vendía fierros. Hasta trabajó en una fábrica de cocinas, pero nunca abandonó el estudio y se pudo titular de contador.

A los 18 años, mientras trabajaba de garzón en un restaurante en el cerro Ñielol, se le acercó un cliente que resultó ser dentista de la Fuerza Aérea, René Pedro de Jordán, y le ofreció tomarle exámenes para ingresar a la Fach, donde fue aceptado como cadete. “Estudié ahí dos años, salí de subteniente y me pidieron que entrara a una cooperativa para llevar la contabilidad. Y en el casino de suboficiales, tuve que arreglar mi dormitorio: aquí empieza la historia de los colchones”.

El colchón de 8 mil escudos

Se compró un colchón que costaba 8 mil escudos a mitad de precio. “Cuando llegué al casino, me preguntaron si ahora estaba vendiendo colchones”. Rosenberg vendía de todo para juntar dinero y mandar a su casa, “asi que vendí el colchón. Al día siguiente vendí otros dos y esa semana vendí 20. En una semana, gané lo mismo que en 10 meses de trabajo en la Fach”.

Se retiró y en 1958, con 24 años, en un galpón de 48 metros cuadrados de calle Janequeo, en Temuco, fundó una empresa de colchones junto a dos de sus cuatro hermanos y su madre.

En sus primeros años, fabricaban un colchón al día. Hoy producen hasta seis mil unidades de colchones y bases diariamente. Con poco más de tres mil trabajadores, tienen 28 tiendas a lo largo del país, siete en Argentina, 12 en Perú, dos en Colombia y seis más en Bolivia.

—Con el crecimiento que ha tenido Rosen, ¿por qué no abrirla a bolsa?

—La misma pregunta me hizo don Luis Enrique Yarur, y se la voy a contestar como a él. Sabíamos que teníamos que abrir la empresa, porque necesitábamos capital y no se dio. Después aparecieron inversionistas, que al final querían más descuentos y tampoco se dio. Y en eso pasó el tiempo y se enteraron los bancos, y pensamos que si ellos nos prestan la plata, para qué nos íbamos a abrir a la bolsa; y los bancos se pusieron con Rosen. Fue bueno, si no habríamos tenido terceras personas en la empresa.

Recién en 2008 Rosen tuvo su primer gerente general sin apellido Rosenberg. En esos años su fundador dejó la presidencia del directorio. Ahora es director. Lo reemplazó el abogado Octavio Bofill.

“Vivimos con incertidumbre”

Actualmente Rosen está produciendo al 100% y con un 50% de sus tiendas funcionando. No se han acogido a la Ley de Protección del Empleo, ni piensan hacerlo. Tampoco han hecho reducción de jornadas de trabajo. Y en el extranjero han aplicado la misma política.

Pero solo a principios de mayo volvieron a abrir la fábrica, luego de más de un mes sin producción cuando el covid-19 golpeaba fuerte en Temuco. Pero tras la reapertura, al menos en junio, julio y parte de agosto han vendido más que en 2019.

—Su fábrica está en una zona que es foco de violentos incidentes. ¿Qué opina del conflicto en La Araucanía?

—Primero, quiero decirte que nosotros tenemos por lo menos unos 400 trabajadores de origen mapuche en la fábrica. Cuando uno habla de los mapuche, creo que se habla de un pequeño grupo de personas que siempre anda creando problemas, no son todos. Yo creo que no se le ha dado la importancia en Santiago de lo que realmente pasa acá en la región. Vivimos con mucha incertidumbre respecto de dónde habrá un nuevo foco de violencia.

—Con sus años de experiencia, ¿cómo ve el futuro del país?

—Es difícil responderte con certeza, porque la política nos tiene metidos en un torbellino que no sabemos para dónde va a ir. Pero dejando eso de lado, creo que con esto que ha pasado hemos aprendido y tomaremos las cosas más en serio.

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