Jaime Vásquez (61) camina diariamente con su mujer y su perro Facundo (un Gran Pirinero) por La Dehesa donde vive hace años. En su recorrido piensa en los nueve locales Tip y Tap que desde el 18 marzo no han podido abrir sus puertas. Con tono calmado sus ojos celestes apuntan fijo a la cámara de Zoom: “He pensado en todo, desde cerrar algunos locales, hasta que podamos quebrar si la cosa sigue mal”, comenta.

El empresario es el hijo mayor del jugador de la UC, Jaime Vásquez (fallecido en 2015), compañero de Sergio Livingstone y Andrés Prieto. En 1975 el futbolista fundó el primer Tip y Tap a un costado del desaparecido cine El Golf en Las Condes. “Quería que los sándwiches fueran los mejores de Santiago”, dice.

Y si bien su padre fue el pionero, Vásquez, administrador de empresas del instituto IPChile, convirtió aquel emblemático restaurante en una popular cadena de comida nacional. Desde la década del noventa junto a su familia y “codo a codo” con su madre, Elizabeth Segner, fue abriendo locales cada tres años. “Fui más ambicioso que mi padre; en mi norte siempre estuvo la expansión”, reconoce.

Trece locales figuran en la historia del Tip y Tap. El empresario ha participado en diez y hoy es dueño de siete restaurantes (Costanera Center, Isidora Goyenechea, Parque Arauco, dos en Avenida Las Condes, Mall Vivo los Trapenses y San Crescente). Su hermano menor, Alejandro, adquirió las sedes de Vitacura y Alonso de Córdova; mientras sus tres hermanas son gerentas de otros locales.

De cifras no habla, pero lo cierto es que ya en 2008 cada restaurante facturaba más de 80 millones mensuales. “En estos 45 años los crudos y las hamburguesas han sido los preferidos de los millones de clientes que nos han visitado”.

Desde marzo seis de sus nueve locales están con delivery y tres están “completamente” cerrados (los de avenida Las Condes y Costanera Center). “Hace un par de semanas visité el de Costanera; es tremendo ver un local de 600 metros, que antes se llenaba, hoy observarlo vacío”.

-¿Cómo ha dormido durante esta pandemia?

-Me he desvelado. Con mi familia hicimos crecer esta marca y de la noche a la mañana este virus quiere botarnos. Eso da una pena enorme. Pero también pienso en las estrategias para levantarnos y en los protocolos de apertura.

Vásquez, “cruzado de corazón”, tiene cuatro nietos y cuatro hijos, todos hombres; el mayor de ellos falleció en enero de 2012. Tenía 26 años y se suicidó. Durante dos años fue su brazo derecho como jefe del local de Parque Arauco. “Es lo peor que te puede suceder en la vida, es un dolor que no se pasa nunca”, admite.

Los empleados del local de Parque Arauco pusieron fotos en la cocina de su jefe, quien estudiaba para ser piloto en el club aéreo de Melipilla.“Como soy miedoso, me llamaba bromeando: “Papá, mira dónde estoy y se sentía el motor de un avión taca taca taca; aterrizaré ahora””, cuenta sonriendo.

Un mes antes de su partida, la familia hizo un sorteo para armar las duplas que irían a pescar a al río Puelo (región de Los Ríos) donde van cada año. “Tuve mucha suerte, me tocó Jaimito”.

-¿Qué recuerda de esos días en el sur?

- (Guarda silencio varios segundos). Fueron momentos increíbles e inolvidables. Salíamos a pescar a las siete de la mañana y volvíamos a las seis de la tarde. Estábamos todo el día en el río riéndonos, pescando y compitiendo. Era muy partner; siempre andaba con la talla tratando de hacerme alguna broma.

-¿Cómo se levantó después de la pérdida de su hijo?

-Cuesta, es durísimo. Están los otros hijos, mi señora, los nietos y la empresa. Cuando murió Jaime yo estaba armando el Tip y Tap de Costanera y quise devolver el contrato de arriendo, porque no tenía fuerza para levantar un nuevo local. Hablé con mi abogado y no se pudo. Yo creo que mi hijo me empujó y me ayudó a seguir. Cuando las fuerzas se me fueron él me las mandó, así como me las da en esta pandemia.

“Empecé a volar con alas propias”

Exalumno del Craighouse (generación 1975) al empresario lo apodan “Perro”, tal como le decían a su padre. “Fui rugbista seleccionado de Cobs hasta después de salir del colegio. Me decían así, porque en la cancha jugaba dehooker y era muy aperrado como mi papá”.

Su padre Jaime Vásquez se crió en un campo en Osorno. Era el número doce de catorce hermanos y a los 17 años entró al club de la UC. Jugó fútbol profesional y salió dos veces campeón (1949 y 1954). Compartió cancha con Fernando Riera. “Al primer local de San Crescente llegaban los futbolistas, exjugadores y los hinchas de la Católica”.

Jaime, quien creció en Vitacura, es el mayor de los seis hermanos del primer matrimonio de sus padres (tiene tres hermanastros). Cuando nació su papá se había retirado del fútbol (en 1957). Y desde entonces realizó emprendimientos. Tuvo una mueblería con Horacio Cisternas (ex compañero la UC) y en los sesenta arrendó un local en el centro y puso la fuente de soda Bambuco. “Le fue fantástico, hasta que los dueños vendieron el lugar”.

Luego, el futbolista arrendó un local “pegado” al cine El Golf e instaló una rotisería. “Era el gobierno de Allende y fue un fracaso, porque no había mercadería. Después vendió empanadas, que hacía una señora, y que según un crítico Eyzaguirre, eran las mejores de Santiago”.

Al poco tiempo su padre fundó el primer local Tip y Tap, donde estaba la rotisería. “Era como una fuente de soda de la época, con capacidad para ochenta personas y una barra. Se llenaba, porque mi padre atraía a muchos del fútbol, era bien taquilla. Le puso así, porque en 1974 fue el mundial de Alemania y las mascotas oficiales se llamaban Tip y Tap”, cuenta.

Tres años alcanzó a estar el local de Apoquindo hasta que una constructora compró esa esquina. “Nos cambiamos al frente, a la calle San Crescente, que hasta hoy es la casa matriz. Cuando mi papá abrió quiso hacer los mejores sándwiches de la zona oriente y desde el minuto uno los crudos y los churrascos fueron el fuerte”.

La oficina de su fundador en el local de San Crescente todavía está tapizada de recortes con su “glorioso” pasado futbolístico. “En el entretecho le pillamos a mi papá una maleta llena de cartas de admiradoras. Él era tímido, nunca las quiso mostrar”.

-Su padre se reinventó varias veces hasta que dio en el clavo con el Tip y Tap

-Sí, se sacó la miechica. Entremedio también importó unos motores de auto que le llegaron en barco todos oxidados. Me emociona recordar esas cientos de cajas en el jardín; verlo a él y a mi mamá secándolos a mano. Los perdió todos. Después siempre lo veía los domingos planchando los manteles del Tip y Tap en la casa. Así empezó.

-¿Por qué no se quiso expandir?

-No tenía ganas de emprender. Varias veces le presenté locales para una segunda sucursal, pero era reacio. Él estaba contento con su local de San Crescente y no quería más. Lo entendí y empecé a volar con alas propias.

Mientras el primer local de su padre crecía, Vásquez con un socio hizo “una suerte de Tip y Tap” en el centro. Y entre 1979 a 1984 instalaron la fuente de soda “Apetito”, (Avenida República). “Todos los días vendíamos más que el día anterior; hasta que nos pidieron el local para venderlo”, cuenta.

En los ochenta su espíritu emprendedor lo llevó a instalar con dos amigos “El Conde”, un restaurante que abría los veranos en Pucón. “Los dos primeros días no entró nadie, al tercero se llenó y no paró más. Lo tuve dos años y se lo vendí a mi hermano Hernán y al Rafa Araneda, porque debía estar en el Tip y Tap”.

Vásquez, quien durante cinco años fue socio del restaurante Km. 0 (Hotel W), tras el cierre del “El Apetito” se asoció con su madre en 1992. Con ella abrió ese año el local de Avenida Las Condes (cerca del Estadio Italiano). “Ese restaurante fue la punta de pie de la cadena”.

- ¿Cómo fue montar su primer Tip y Tap?

-El primer día que abrimos no teníamos letrero y se repletó. Yo estaba en la cocina cantando los platos y empezó a llegar la gente a la misma hora. Tenía puro personal nuevo. A las 21:30 supe que no seríamos capaces. Los platos no salían y los clientes reclamaban. Así es que inventé que habíamos tenido un escape de gas en la cocina. Les expliqué a cada mesa y les dije que todos los líquidos corrían por parte de la casa.

-¿Y cómo siguió adelante?

-Agarré al personal que no había trabajado bien, le pagué y hasta luego. Al día siguiente partí al centro y me metí a todos los locales. Me sentaba en la barra, veía si los sangucheros eran buenos y les ofrecía irse a trabajar conmigo. Me preguntaban cuándo y les decía: “Hoy en la noche”. Armé equipo y ese local no paró de llenarse. Partí comprando lo justo diariamente en el Marmentini Letelier de Manquehue. Si esto se vuelve peor, quizás volveremos a este sistema ¿te imaginas?

“Deberé hacer despidos”

Vásquez dice que en sus 45 años Tip y Tap ha pasado por crisis, pero “se han levantado”. “La primera fue a finales de los 70 con la construcción del metro El Golf. Apoquindo era un hoyo, pusimos una hilera de ampolletas en la vereda y la gente llegaba caminando”.

-El gremio de restaurantes ha pedido ayuda al gobierno “con medidas para seguir cerrados” o que los “dejen abrir con condiciones viables”.

- Hemos levantado la voz, pero no hemos sido escuchados. Abriremos pagando el crédito covid y los arriendos con un aforo de un 25%. Todos los meses pagamos las cotizaciones de las 380 personas que trabajan con nosotros. Hemos pagado las patentes y no nos han rebajado el IVA. Cuando abramos tendremos una cesantía tremenda.

-¿Se verá obligado a despedir empleados?

-Todavía no hemos despedido a nadie, porque están acogidos a la ley de protección del empleo. Pero cuando volvamos deberé hacerlo. Normalmente trabajamos con turnos de mañana y noche, ahora sobrará uno. Tengo 30 garzones diarios, ¿que haré con ellos si puedo atender al 25% de la capacidad? Es lamentable, hay quienes están desde nuestros inicios.

-¿Cuándo sería óptimo abrir?

-Después del 18 de septiembre. Esa fecha es peligrosa con todo abierto y puede haber un rebrote. Además, es mejor estar cerca de la primavera para usar las terrazas. Lo óptimo para la industria sería abrir la última semana de septiembre o la primera de octubre.

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