“Denunciar

es un paso definitivo en dejar de normalizar”.

Juan Ariel Zúñiga, siquiatra

Hernán Calderón Argandoña fue formalizado por parricidio frustrado y tenencia ilegal de armas.

Rebeca Naranjo, su polola, habló esta mañana con Polo Ramírez en “Bienvenidos”, de Canal 13, y contó detalles de la querella por abuso sexual que ella presentó contra Hernán Calderón Salinas, el abogado que fue atacado por su hijo.

A mediados de septiembre de 2019, relató Naranjo, la pareja se trasladó al departamento de Hernán padre para ahorrar plata para un viaje. “Siempre lo vi como autoridad, como un adulto preocupado. Al principio, me sentí acogida”, relata.

“Me empecé a sentir incomoda un día en que estoy en la cocina, él me saluda, me toma de las caderas, me da un beso en cada mejilla y me dice que descanse. Me sentí extraña y se lo comenté a mi mejor amiga por whatsapp. Fue incómodo”.

“El 19 de marzo -prosigue- fui a la pieza de invitados para ver unos productos de mi local, estaba agachada y siento que alguien me agarra por detrás. Nunca pensé que era el señor Hernán. Me empieza a tocar y me dice que tengo ‘la piel rica, suavecita' (llora). Ahí tomé en cuenta que era él. Tenía mucho miedo, sigo con miedo, Me paralicé. Empecé a temblar, a transpirar, cerré las cajas y me fui corriendo a la pieza. El me dice que tenía algo en mi short. Se me acerca al cuello y me dice ‘Cosita bien hecha tú' . No sabía que hacer. Me fui desesperada a la pieza”.

También contó que una noche tuvo una discusión con su pareja y Rebeca se fue a una habitación. “Él (Hernán padre) llega y yo me hice la dormida. Me arropa y se sienta a mi lado. Me hace cariño, me dice que merezco un hombre mejor. Me hace cariño en el cuello y toca mi pecho... yo le saqué la mano. Me sentí muy mal, cochina”, dijo llorando. “Sé que es una persona poderosa y tengo miedo de que me cuestionen y crean que es mentira”.

Ella relata tres episodios de los que nunca le habló a su pareja. “Siempre tuve miedo de que no me fuera a creer o de cómo iba a reaccionar”.

Un día, se decide a contarle. “Me suplicó que le dijera si me había tocado y yo siempre le mentí, porque tenía miedo. Le dije que eran solo mensajes… El señor Hernán decía que yo estaba mintiendo. Nano estaba destruido, porque yo se lo había ocultado tanto tiempo”.

“Regresamos al departamento de Nano y tratábamos de no tocar el tema. Hasta que el día de los hechos (11 de agosto), lo llama Laurita (asesora del hogar) para que fuera a buscar unas cosas al departamento. Me pide mi teléfono y le toma una foto a los mensajes con su papá. Esa fue la última vez que lo vi... Se ha creado una imagen de Nano por redes sociales muy distinta a lo que es. Es un niño que se ha criado solo. El me protege como no lo hace con nadie porque conmigo ha llenado el vacío que ha tenido en su infancia”.

Una familia fracturada

Ayer, Raquel Argandoña reconoció que “toda mi familia necesita tratamiento”. Según los expertos, el confinamiento puede agudizar los problemas de violencia doméstica, que llegan a casos extremos como el de los Calderón. Son situaciones donde la violencia se normaliza, tal como cuenta en su declaración la hermana del acusado, Kel Calderón, quien denuncia conductas violentas habituales de su hermano contra su familia y parejas.

Aunque el concepto de “familia disfuncional” tiende a relativizarse, los especialistas aseguran que éstas están determinadas por conductas y dinámicas que propician reacciones exacerbadas o violentas, como es el caso del historial que se ha ido revelando en los Calderón Argandoña.

“Existen múltiples factores para decir que una familia es ‘disfuncional', generalmente repetimos patrones ‘enfermos' que no hemos tratado adecuadamente. Primero que todo, en estas familias prima la poca conexión emocional entre los miembros, es decir, las temáticas pueden girar en torno al poder, la fama, el dinero y no en base a la seguridad y confianza”, explica Camila Jalilie Larrondo, psicóloga clínica de adolescentes y adultos, especialista en psicología Focal.

Un síntoma acompañado, asegura el psiquiatra y jefe de salud mental de Vidaintegra, Juan Ariel Zúñiga, por un escenario en el que no existen límites. “Una familia disfuncional también lo es cuando los roles de cada una de las partes no se están cumpliendo. No hay una jerarquía clara, que hace que las familias funcionen, lo que produce filtraciones entre los distintos niveles. Sin límites, se tiende al premio-recompensa sin que haya mucha consecuencia en los actos. En padres que dan de manera desmedida”.

Con este contexto, las acciones violentas tienden a “normalizarse” en una escalada que, afirman, puede llegar a extremos tan dramáticos como el que están viviendo los Calderón Argandoña. “Aquí se llega a un intento de parricidio, es decir, un síntoma muy grave, que da cuenta de una dinámica familiar muy dañada. Y que se nota más en este hijo que pareciera haber estado más sobreprotegido, por ambos y por lo que quizás se siente con derechos de cobrarle a los padres”, afirma Zúñiga.

“Hay un descontrol de impulsos grave, donde no se regulan las emociones y la persona no piensa, y solamente actúa desde la rabia. Esto se va incrementando gradualmente, no ocurre de un día para otro, por lo que para agredir e intentar cometer un delito así, tienen que existir señales de violencia previas”, agrega Jalilie Larrondo.

“Acá se llegó a un extremo, donde todos los integrantes de la familia están claramente afectados y shockeados por un evento traumático. Y es difícil recomponerlos, pero no imposible. Se requiere de un trabajo de terapia psicológica y psiquiátrica a nivel individual y familiar”, explica la psicóloga Camilia Jalilie. “Solo así cada uno podrá ir procesando lo sucedido y, de alguna manera, sanando heridas emocionales que vienen desde hace muchísimo tiempo”, agrega.

El psiquiatra Juan Ariel Zúñiga coincide: “Estamos hablando de una terapia familiar sistémica, muy larga. Pero la acción de denunciar es justamente tomar un paso definitivo en dejar de normalizar situaciones violentas”..

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