“Desde pobres a clase alta, todos relatan su recorrido familiar como un sacrificio”.

Una de las cosas que más le llamó la atención cuando llegó de Francia, a mediados de los ´90, fue la retórica de “los jaguares de Latinoamérica”. Eso, siendo “un país más bien provinciano donde las cosas se conseguían por pituto o compadrazgo, a la antigua usanza”, dice Emmanuelle Barozet. Desde esa parte hasta ahora, comenta, “el jaguar ya perdió un poco de pelo”.

La socióloga del Institut d'Études Politiques de París vino a Chile para continuar sus estudios, pero terminó radicándose. Hoy es académica del Departamento de Sociología de la U. de Chile e investigadora asociada del Centro de Estudios del Conflicto y la Cohesión Social, que componen varias casas de estudio.

-Lleva 25 años estudiando la “clase media” del país. ¿Qué significa?

-El término es resbaladizo porque se tiende a usar como sinónimo de quien no es rico ni pobre; es decir el 80% de la sociedad. Pero si uno mira la calle, las micros, los barrios, se da cuenta de que obviamente esta sociedad no es de clase media. Nos hemos dado cuenta de que en pandemia el 80% de la sociedad es vulnerable. En Chile, mucha de esa gente que llamábamos clase media en realidad nunca lo fue, porque está muy endeudada y tiene contratos de trabajo inestables.

-¿Ha variado este segmento?

-En los años 20 surgió una clase media bastante homogénea, que nació al alero del Estado. Tenían contratos estables, buena jubilación y un partido que los representaba: el radical y después la DC. Alcanzaron 30% de la población. Pero eso duró hasta los ´70 y a partir del crecimiento económico de los ´90 aparecieron muchos otros grupos. Por ejemplo, en Chile a la gente que sale de la pobreza se le dice inmediatamente que son clase media, pero eso no es así.

-Usted ha hablado de cuatro subgrupos...

-La medición que usa el gobierno en este momento, basada en un informe que LyD publicó en mayo del año pasado, es que los hogares de clase media generan entre $600 mil mensuales y $2,5 millones. Pero según nuestras investigaciones, no existe una clase media como tal. En Chile hay distintos grupos o capas que no son ricos ni pobres, según sus ingresos, su nivel de educación, su ocupación y estabilidad laboral, si tienen contrato o no. Lo que hemos investigado indica que hay un sector popular, que no son pobres pero tampoco son clase media. Eso alcanza el 40% de la sociedad; reciben entre $500 mil a un millón por familia, utilizan el sistema público porque no tienen cómo pagar el costo del sistema privado de salud y educación. Es gente con nivel educacional hasta la media. Tienen en general ocupaciones con contratos poco estables o sin contrato.

-¿Cuáles son las otras capas?

-Después vendría la clase media baja, de $1 millón a un $1,5 millones por familia: gente que ha estudiado en universidades no selectivas, que no necesariamente trabaja en lo que estudió, tienen fuerte presencia en el sistema público de salud y educación. Después, los hogares con $2 millones y algo, que resisten un poco mejor los shocks, tienen educación reconocida en el mercado o fueron a universidades más selectivas con ocupaciones de alta demanda; pueden pagar isapres y colegios privados. Y hacia arriba hay un cuarto grupo más consolidado, pero de todas formas hemos visto trabajadores que tenían un nivel de profesión elevado, que vio una merma en sus ingresos con la pandemia, como los corredores de propiedades.

-¿Cuál de esos grupos tiene mayor preponderancia?

-El más grande son los sectores populares o clase media baja; alrededor del 40% de la población. Después pasaríamos a la clase media media, cerca del 20%. Mientras más subes, menos gente hay.

-Tras el estallido social y la pandemia, ¿puede haber un cambio en la estructura social?

-Todo se está rebarajando con la crisis, pero es difícil decir porque los movimientos de estructura social se miden cada 10 años. Esta crisis es más coyuntural; no sabemos si la economía se va a recuperar del todo. En otros países que están abriendo hay crecimiento en algunos sectores. De alguna manera se está compensando post crisis. Viene de todas formas un cambio estructural, porque se supone que vamos a tener una discusión constitucional, un cambio en las reglas de cómo contribuimos todos a esta sociedad. Por lo demás, las encuestas que hemos realizado indican que muchas personas piensan que va a volver el estallido, porque no se han visto mejoras en relación a las demandas de octubre. Los grandes cambios pocas veces se dan en tiempos de bonanza.

-¿Qué le parece la ayuda a la clase media planteada por las autoridades?*

-Las anunciadas el 14 de julio por primera vez se acercan a la entrega de subsidios sin agregar endeudamiento, que es la crítica que se hizo al primer “paquete” de medidas. Ahora se ve una voluntad de apoyar a distintos tramos de sectores denominados medios, con montos decrecientes. También ayudará la postergación de pagos ligados a la vivienda, sea como propietarios o arrendatario. Sin embargo, el problema parece ser doble. Primero, la reacción de la opinión pública. El plan no satisface las expectativas o se están replanteando las demandas de octubre de 2019 en términos de un sistema de protección social más avanzado. La insistencia en el retiro del 10% de las AFP es símbolo de ello. Segundo, existe un desgaste fuerte del Gobierno y del Congreso y parece no haber confianza en el anuncio, que llega a los cuatro meses del inicio de la pandemia.

-¿Hay una cierta confusión identitaria sobre ser de clase media? Incluso el Presidente, hace algunos años, afirmó provenir de ese sector...

-El concepto se ha usado con cierta facilidad porque es un término que apela a una idea de esfuerzo, del arreglárselas solo. Por mucho tiempo la famosa identidad de clase media se armó en Chile para diferenciarse del pobre, que en el imaginario chileno es una persona asistida; un flojo que se aprovecha del Estado. Recibir ayuda de programas públicos fue considerado un estigma. Hay un imaginario asociado al esfuerzo; desde familias pobres a familias de clase alta, todos relatan su recorrido familiar como un sacrificio.

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