Francisco Reyes aparece en su Instagram con una larga y canosa barba mientras posa con su gato. Era su cábala en pandemia, pero tuvo que cortársela para cumplir con una función por Zoom de “Encuentros breves con hombres repulsivos”, obra —con Marcelo Alonso— que está suspendida hasta que levanten la cuarentena. El plan para el retorno es transmitir por streaming, pero desde una sala de teatro.

“En esta casa nos guardamos el 15 de marzo. Y hemos tomado todas las precauciones, hoy prácticamente no salimos a ninguna parte. Tampoco entra nadie. Somos muy rigurosos porque la cosa está pelúa”, dice Reyes desde su hogar.

“Mis dos primeras semanas fueron un shock. Era una experiencia nueva y no sabía a qué atenerme. No tenía ganas ni de leer ni de ver películas. Me dediqué a la casa y la cocina”, añade. Porque en marzo terminó también su contrato con Mega y se quedó, por primera vez, formalmente sin trabajo.

El actor, que acaba de cumplir 66 años —padre de cinco hijos junto a su mujer, Carmen Romero—, tiene una reconocida carrera en la que suma 37 obras de teatro, 25 películas y 36 producciones para la televisión en Chile y el extranjero.

—Sucede que en el confinamiento pueden surgir estados creativos interesantes, pero deben convivir con estados bastante angustiosos...

—Esa es la combinación. En esas dos primeras semanas fue imposible aprovechar el “tiempo libre”, entre comillas, porque en realidad es un tiempo preso. Después empecé a exigirme y a preocuparme en términos laborales. El 31 de marzo se acabó mi pega estable. De ahí para adelante, todo el mundo de las artes en general, y el teatro en particular, estamos cerrados. Y estaremos un buen tiempo más sin salas de teatro seguramente.

—¿Sufres de insomnio? ¿Te ha afectado en términos emocionales?

—Por supuesto. Ahora, yo no soy un tipo tremendamente atormentado. Pero me preocupo y hay noches en que me despierto y pienso en cómo seguir adelante, lo que nos pasa al 95% de los chilenos.

—Tú eres de los actores afortunados de todos modos, que te has mantenido toda tu carrera en primera línea.

—Absolutamente. Estuve 30 años en TVN. He tenido un trabajo en televisión bastante continuo, sin ninguna angustia económica, todo lo contrario. Sobre todo en la época en que la televisión florecía, entre el 95 y el 2005. Soy tremendamente afortunado. Eso me permite tener hoy un buen espacio donde vivir. Cada uno tiene su intimidad. La gran mayoría de los chilenos no tiene esa posibilidad.

—Hoy el escenario es muy distinto, pero viviste la época en que los sueldos millonarios eran lo habitual para actores como tú. Marcelo Alonso decía en La Tercera que estaba bien “porque un médico en la Alemana también los gana”.

—Como dice Delfina Guzmán: “Hablar de plata es una rotería” (carcajadas). Pero es cierto. Nosotros tuvimos unos enormes sueldos comparados con cualquier compatriota, porque el negocio en la televisión abierta era muy grande, hasta fines de los 2000 que empezó a declinar. Los canales ganaban mucha plata con nosotros. Ese edificio de TVN que quieren vender para pagar la deuda, fue construido también gracias a nuestro trabajo. Muchos dicen “estos apitutados que ganan sueldos pagados por todos nosotros”, pero no. TVN no recibía ni un peso de la ciudadanía ni del Estado. Al contrario, el Estado podía sacarle plata si era necesario. Toda la plata que ganó fue a través de la torta publicitaria. En los 90' recibió una inyección importante de recursos cuando se reformuló, y el año pasado, con la crisis. Que se sepa que nosotros, las figuras importantes de aquella época, no le metimos la mano a los chilenos.

“Uno comparte súper poco con la familia”

“Los que trabajamos en las artes en Chile no tenemos el estatus de trabajadores. La realidad fuera de la televisión para los actores es dura y pura. El teatro es sumamente difícil. Y hay muy poco cine. Tenemos que reinventarnos a través de estas plataformas de Internet”, explica.

Reyes protagoniza cada fin de semana “Yorick, la historia de Hamlet” en Cultura Conecta (www.romeroycampbell.cl), plataforma que genera conversaciones con escritores, músicos y otros artistas.

Es un acercamiento a la obra de Shakespeare —Yorick es el bufón de su padre el rey, el cráneo que Hamlet encuentra en el cementerio—, ahora en versión audiovisual. “Es un formato nuevo, por lo tanto, estamos pololeando, pero es un género que podría perdurar”, especula.

Con el proyecto que comenzó a gestar en 2014 recorrió el Norte de Chile con un pequeño equipo y sus hijos Simón —dramaturgista y director del montaje—, y Rocío, cantante lírica, que da vida a Ofelia. En los pueblos utilizaron ruinas emblemáticas para montar el escenario y de paso provocar una conversación sobre identidad nacional. Para la versión en cuarentena, se sumaron los dos hijos que aún viven con él: Ismael, artista plástico que creó los muñecos que acompañan la historia y Elisa, directora audiovisual.

—Por Zoom hay una intimidad distinta con la audiencia que puede conectarse a la función desde su habitación.

—Hay una intimidad distinta y eso es muy interesante. Esta obra está hecha desde sus inicios de forma muy intuitiva. El primer objetivo era estrechar lazos con Simón, es nuestro primer trabajo. Con dos pie forzado: Yo quería hacer Hamlet, a los 60 años, ¡pero cómo no si soy amante de Shakespeare! Y segundo, que fuera un unipersonal, para poder hacerlo aquí y en la quebrada del ají. Dos años trabajamos sobre el texto y distintas traducciones.

—Debe ser un buen desafío trabajar con los hijos, ¿no?

—Un desafío en la comunicación. El lazo sanguíneo implica un espacio de emotividad bastante intenso, y más o menos asegurado, pero uno comparte súper poco con la familia en la vida. Yo paso 10 horas al día fuera de la casa, o más. Los fines de semana hay más tiempo, pero uno ya está muy cansado. Esta cuarentena nos ha permitido tenernos cerca, enfrentados con nuestros afectos y nuestras neuras. Hemos tenido conversaciones súper intensas, aún más potentes con esta relación artística.

—¿Hay capacidad de crítica entre padre e hijos?

—Es un tema. Naturalmente los hijos no se atreven mucho a contradecirte. Pero cuando empiezas a crear eso no corre. Y soportar a este padre con sus berrinches cuando no resulta algo, es difícil (risas). Es ver al padre en su verdadera dimensión, con todos sus demonios. Hemos tenido que ir avanzando en cómo relacionarnos, entendernos en nuestras apreciaciones. Y logramos una obra bastante linda.

—El encuentro con la calavera tiene que ver también con la melancolía de Hamlet por la humanidad y la muerte. Temas que nos cruzan hoy.

—Shakespeare y Hamlet tienen esa gracia y por eso perduran siglos. Es un autor que cala con una fineza y una poesía en lo más arcaico del ser humano. En los conversatorios después de la obra veo que algunos pensaban que Shakespeare era muy intelectual y salen muy emocionados. Muchas de sus obras son verdaderas telenovelas, pero de gran profundidad, muchísimo mejor que cualquier telenovela. Y sí, Hamlet se enfrenta a la incertidumbre absoluta. Se le encomienda un fantasma como la pandemia. Con unos reyes que toman decisiones aparentemente antojadizas; una disyuntiva muy similar a la que estamos nosotros hoy.

“Nuestra sociedad no está preparada para tener viejos”

Francisco es parte también de “La Jauría”, el thriller —de la productora Fábula junto a Freemantle— que es la serie del momento en Amazon Prime. Aparecen las zonas más oscuras de Internet, el abuso, el feminismo, entre otras varias referencias actuales. Él, un cura de un colegio del barrio alto que “en nombre de Dios comete delito”. “Es la internalización a alto nivel, lo que Fábula viene haciendo hace mucho”, añade.

En cine, tuvo que postergar para diciembre la filmación de la película “Martínez”, de la directora mexicana Lorena Padilla.

—En estos días, enfrentamos la muerte, además, de manera distinta. Cambia nuestra consciencia de finitud.

—En mi familia hablamos sobre la muerte. Ya conversamos con mis hijos y con mi pareja sobre qué pasaría si nos toca a alguno de nosotros, porque podría suceder. Hay que enfrentarlo. Partir por cosas como que si uno se contagia, la culpa no es de ninguno de nosotros: lo asumimos todos como un solo ser. Son cosas importantes de sincerar. La muerte está rondando. Y uno nunca habla de dónde quiere ser enterrado, por ejemplo.

—¿Es terapéutico naturalizarlo?

—Claro. Y las artes son mágicas. Nos permiten poner en el tapete temas como este. Es importante que las autoridades lo entiendan y no se frenen a la hora de entregar recursos. Esta situación limite nos permite visualizar mejor las cosas. Espero salgamos de esta pandemia más sabios y tolerantes como individuos. Tenemos que construir este país entre todos.

—¿Le temes a la vejez? Pensando la compleja situación que viven en la sociedad en la que estamos.

—Obviamente. La vejez es un momento complicado. Empiezas a perder la energía, tiene problemas de salud… ¡y se te empieza a acabar la vida! Es complejo. Evidentemente nuestra sociedad, tal como no estaba preparada para esta pandemia, no está preparada para tener viejos. Un viejo no aporta economía al país, entonces se le deja fuera. Por eso no se puede mirar todos los fenómenos sociales a través del prisma económico.

—¿De qué manera te desafías ahora? En 2007 reconocías a La Segunda estar “en un momento bastante revuelto”, aburrido de 16 años de teleseries.

—Venía de ese período maravilloso de las teleseries, en el que sentíamos que aportábamos artísticamente. Viajamos equipos enteros a Chiloé o a Isla de Pascua, súper importante para el público de esa época. Importante sustento para nosotros. Si tienes cinco hijos y quieres que cumplan con sus vocaciones, el teatro no da. Pero me aburría como cualquiera que se aburre con un trabajo. Hoy ya estoy en otra, mis hijos ya estudiaron, yo puedo echar mano al teatro con mayor tranquilidad. Y con otros estándares de vida, lo que no me preocupa, porque puedo darme vueltas tranquilo.

—Y te podrás reencantar con las teleseries otra vez.

—Si el proyecto me resuena, hay un personaje atractivo, si necesito las lucas, si me invitan… le echo para adelante. Yo voy a seguir haciendo teleseries siempre.

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