“Busco casa en Puerto Varas. Cabaña en parcela, a máximo 5 kilómetros, sin amoblar”. El mensaje fue compartido por el publicista y fotógrafo Pablo Izquierdo (35) esta semana en sus redes sociales. Después de cuatro meses confinado en su departamento, a pocas cuadras del Costanera Center, decidió dejar la ciudad.

“Santiago se volvió un lugar hostil, hay una sensación extraña de que viene algo peor. Si tengo que estar encerrado, prefiero hacerlo donde pueda tener contacto con la naturaleza y donde, por lo que pago por un departamento acá, me alcance para una casa con terreno. Mi sueño es tener una huerta”, dice Izquierdo.

El estallido social y la peor pandemia en cien años están pasando la cuenta. Y Santiago, donde se concentran los índices de cesantía y el 80% de los casos positivos de covid-19, se vuelve un lugar cada vez menos atractivo. Así lo constata Alejandra Costa, dueña de la corredora Del Sur Propiedades de Puerto Varas.

“Hay muchos santiaguinos mirando y cotizando, mucho más que otras veces. Es probable que no todos se vengan, pero algunos lo están concretando incluso en pandemia. El perfil es gente joven, otros en pareja y familias con niños chicos, de situación más acomodada y con solvencia, que pueden hacer este cambio de vida sin correr tantos riesgos. Son los que siempre pensaron vivir en el sur, pero que ahora tienen una motivación enorme para hacerlo”, dice. Respecto al destino, Puerto Varas es uno de los preferidos. “De las personas que se vienen a vivir para acá, el 60% deben ser santiaguinos. Buscan salir de la competitividad, vivir con otra relación humana y disminuir los tiempos de traslado. Puerto Varas reúne todo eso”, dice Costa.

Soltero y sin hijos, Izquierdo quiere concretar allá lo que no encuentra en la capital. “Quiero un ritmo de vida más consciente, estar más relajado, generar menos basura y no dedicar dos horas a traslados. Estoy buscando trabajo y mi plan es dedicar media jornada a mi profesión y el resto del día a otras labores, como trabajar en un vivero”, dice sobre la nueva vida que comenzará el 1 de agosto.

Arrancar al bosque

Maritze Parra (33) se fue a vivir a Pucón en enero. “Soy de Temuco, pero viví diez años en Santiago. Entre medio me fui a estudiar a Estados Unidos y a España. Llegué de un viaje en octubre y esos dos meses fueron suficientes para decidir que ya no quería seguir allá”, cuenta. La fotógrafa, dueña de una agencia, dejó su casa en La Reina y se instaló en una pequeña parcela con bosque nativo en Pucón. Maneja su empresa de manera remota, cría gallinas, tiene una huerta y cuando quiere conectarse más con la naturaleza, va al lago. “Estoy muy contenta con mi decisión, y muy agradecida de no haber pasado la pandemia en Santiago”, dice, aun cuando advierte que la ciudad tiene un flujo de personas inusual para esta fecha del año. “Mucha gente se vino a su segunda vivienda. Está tan lleno que parece verano, pero nada de lo pasa aquí es esa tragedia mundial que ves de Santiago”, cuenta.

Esta migración desde las grandes metrópolis al campo o a ciudades más pequeñas, es seguida por Ricardo Greene, sociólogo, máster en Urbanismo y doctor en antropología: “En la historia siempre han estado presentes los relatos de personas que quieren huir de la ciudad. Esa relación fluctúa en el tiempo, y ahora estamos en un modo, con mucha más fuerza desde los 90 en adelante, en donde hay una nueva relación con la naturaleza”.

En esta nueva búsqueda, la posibilidad de habitar un lugar limpio y puro, atributos relacionados a la naturaleza, toma más fuerza en un escenario de pandemia. “Sin duda, el covid ha acelerado estos discursos; ha fortalecido el imaginario de que esta es una ciudad contaminada, y también la fantasía de que estos otros lugares son resabios de lo puro, lo sano y lo bueno, cuando no necesariamente es así, ya que la contaminación, la devastación y el modelo extractivista de las empresas sigue siendo un problema”, dice Greene.

Migración apropiada

La llegada masiva o inusual de santiaguinos a localidades pequeñas representa una serie de desafíos en relación a cómo las ciudades deben hacer frente a estas migraciones. En ese sentido, Greene es categórico: “La gente tiene el derecho de migrar y está bien que sea así, pero hay un desafío en los gobiernos locales y en las comunidades, de conducir esa migración de manera apropiada, para que puedan coexistir distintos modos de vida sin devastar el medioambiente, y cuidando además que no haya procesos de gentrificación o de explosión de la población”.

Este tema le preocupa a Thomas Kimber, fundador de Karün, empresa de lentes fabricados con reciclaje de plásticos del mar y maderas nativas, que migró junto a todo su equipo a Puerto Varas hace tres años. Aportar en la descentralización, estar más cerca de las comunidades con las que trabajan y habitar un lugar que les permita una conexión con la naturaleza fueron las claves en esta decisión, pero ve con preocupación el imán en que se ha convertido su nueva ciudad.

“Entre todos podemos ayudar a descentralizar Santiago, y para eso hay lugares maravillosos como Valdivia, Pucón, Coyhaique o Chillán, como también los hay en el norte. La idea es que seamos capaces de dispersarnos y armar ciudades resilientes en diferentes zonas del país, sin que dependan de la capital, pero también que logremos un equilibrio y no migren todos para el mismo lugar. El crecimiento de Puerto Varas en estos años ha sido muy importante y justamente esto se trata de no replicar los problemas de Santiago”, dice Kimber.

LEER MÁS