Cuando una persona comercializa libros en cualquier red social, incurre en dos conductas prohibidas”. Santiago Schuster, experto en propiedad intelectual, U. de Chile.

Si alguien con gustos amplios comprara un día en el comercio establecido los libros “Cuentos de Buenas Noches para Niñas Rebeldes”; “Los Muchachos del Zinc”, de la premio Nobel bielorrusa Svetlana Alexievich; “El Juego de Ripper”, de la chilena Isabel Allende y “Somos Polvo de Estrellas”, del astrónomo José Maza, invertiría alrededor de $58.000. Pero si, en lugar de ello fuera directo a algunos sitios que funcionan en Instagram podría recibir PDFs de dichas obras por $ 4.000, eso sí, cometiendo un delito en directo perjuicio de escritores, librerías y editoriales.

Aunque no hay cifras, a simple vista este tipo de tráfico creció junto al covid, impulsando a la Corporación del Libro y la Lectura, presidida por el representante en el país de Penguin Random House, Sebastián Rodríguez-Peña, a interponer cuatro querellas ante el Cuarto Juzgado de Garantía de Santiago en contra de quienes hacen funcionar dichas páginas en Instagram. La institución dice agrupar a las editoriales que tienen el 70% de la producción que circula en el país y también forman parte de ella Planeta, Zigzag, Santillana y Catalonia, entre otras.

Negocio trazable

En Instagram, el mundo pirata se hace atractivo con sus bajos precios y ofreciendo descuentos por compras de más de un ejemplar. Pero el delito tiene un talón de Aquiles: las cuentas bancarias.

De acuerdo a la Corporación del Libro, en un caso descubierto el clic de compra conducía a cuentas RUT en el BancoEstado de tres mujeres, de 25, 24 y 21 años, y un adolescente de 15.

Hoy las cuatro cuentas de Instagran que se mencionan en las querellas están inactivas, pero existen al menos otras seis páginas en la plataforma que ofrecen libros con mecanismos semejantes.

Una de ellas se llama libros.pdf_chilexxxx (las “x” son nuestras) y está vinculada a una de las mujeres que fue individualizada en una de las querellas. Entre otras cosas, llama a inscribirse para lograr más de 100 seguidores, porque una vez cumplida esa meta, asegura que “regalará” libros. Según el historial de la página, el primer libro ofrecido, “El Diario Gatuno de Junji Ito”, data de hace cuatro días.

Rodríguez-Peña dice que “sin duda ha aumentado la piratería digital de libros, también la física. No es nuevo. Pero en los últimos dos años ha aumentado considerablemente. Hemos identificado un sinnúmero de cuentas en redes sociales dedicadas a la venta de libros piratas en PDF e incluso en papel. En Instagram el aumento es muy grande. Estos últimos los distribuyen por todo Chile, generalmente mediante empresas de mensajería y distribución, las cuales no necesariamente verificarán el origen ilegítimo de los productos”. Añade que “a diferencia de la piratería tradicional en papel, que implicaba altos costos en producción, tintas, papelería, impresoras y logística, el formato digital no requiere mayores herramientas además de un computador doméstico o un celular tipo Smartphone. Muchas veces hemos identificado usuarios que, al tener un amplio catálogo de obras falsificadas, inician su negocio poniendo a disposición de los usuarios libros digitalizados a precios del orden de los $1.000 o $1.500”.

El académico de Propiedad Intelectual de la U. de Chile, Santiago Schuster, dice que la dinámica de vender libros de esta forma en redes sociales es semejante a hacerlo en una vereda, pero con una diferencia: “Cuando una persona comercializa libros en cualquier red social, sea Facebook, Instagram o alguna otra, está incurriendo en dos conductas prohibidas. Explotar sin autorización la obra para su reproducción digital y si se trata de una comercialización, además tiene un agravante, que eleva las multas y las penas privativas de libertad”, dice. De llegar a tener cárcel, la pena varía entre 61 y 301 días de presidio. Y una multa que parte en $2,5 millones (50 UTM) y termina en $40 millones (800 UTM). En caso de agravantes, la pena sube un grado, hasta 540 días y la multa hasta los $50 millones (100 UTM).

Distinta es la situación, dice Schuster, al vender libros usados. “En el caso de un ejemplar físico la ley dice expresamente que cuando se realiza la primera venta del ejemplar, el dueño puede volver a venderlo sin la autorización del autor. Es totalmente distinto si alguien tomara ese mismo libro y se pusiera a hacerle copias. Esto último es lo que corresponde a la comercialización por Internet”, explica.

Schuster plantea que un rol relevante en el combate de este ilícito lo pueden jugar los responsables de las redes digitales. “Es un problema de carácter mundial, que está siendo atacado de distintas maneras. En EE.UU., la Digital Millennium Copyright Act obliga a los proveedores de servicios a poner término a la actividad ilícita bloqueando el acceso a ese contenido. Ha funcionado bien y con el beneplácito de todo el mundo. En Chile tenemos un sistema de notificación por la vía judicial, con un proceso complejo y largo, que hace que desde se dictó la ley no haya tenido efectividad”, dice.

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