"Tienen una historia

de éxito en base a probar proyectos gastronómicos y formas de distribución”.

Juan José Bouchon

Imagen de archivo, antes de la pandemia.

La historia comienza en el lobby del hotel Radisson, a mediados de los 90. Don César Fredes, fundador de La Vinoteca, lo narró alguna vez así: “Me invitaron al hotel para entrenar a sus garzones en el servicio de vinos. Después de hacer la capacitación, el gerente me dijo que quería tener una tienda de vinos en el hotel y me propuso que yo la instalara. Lo pensé un poco y al final accedí; lo hice con mi hijo Mauricio, que si bien estaba dedicado a la fotografía en ese tiempo, ya sabía bastante de vinos. Debo haber estado poco más de un año. Aunque nos fue muy bien, la verdad es que yo soy muy torpe comercialmente, así que dejé sentadas las bases y me salí”.

A partir de ese momento, su hijo Mauricio lideró el proyecto y sumó a Rodrigo Luco, quienes juntos, en sociedad, proyectaron a La Vinoteca como una de las distribuidoras de licores más activas del mercado y la diversificaron adaptándola a los cambios que ha tenido el vino y la gastronomía en las últimas tres décadas. Luco y Fredes comenzaron trabajando en la primera tienda que pusieron en la calle Isidora Goyenechea con Magdalena, el año 1995. Antes ya habían trabajado, mientras Luco administraba Docecinco, otro proyecto de Fredes, una champañería, en Providencia, que marcó época. Inauguraron sucursales de La Vinoteca en Nueva Costanera y Manuel Montt.

Dos inquietos

La oferta actual del negocio va más allá de la de un local donde solo se venden vinos y destilados. Desde hace unos años se abrieron a la panadería, charcutería, quesos, cafetería, pizzas y restaurante.

“La principal característica de Fredes y Luco es que son dos tipos inquietos. Pudieron haberse quedado con la distribución de licores, pero permanentemente han estado incorporando nuevos elementos al negocio y adaptándose a los cambios de la gastronomía chilena que no han sido pocos”, cuenta el cronista gastronómico Don Tinto.

A La Vinoteca se le atribuye, en parte importante, la llegada de las llamadas “viñas emergentes” a los restaurantes hacia fines de los 90, cuando en las cartas dominaban las viñas tradicionales.

“La historia de la viña Bouchon está muy ligada a La Vinoteca”, reconoce Juan José Bouchon. “Empezamos a salir al mercado nacional, de la mano de mi hermano, quien se encontró un día con Mauricio Fredes, que estaba recién empezando con su proyecto. La industria del vino era totalmente diferente a lo que es hoy. El número de viñas era realmente menor, la escena estaba muy dominada por un par de marcas grandes. Había muy pocas viñas de nicho, bodegas independientes y el nivel de desarrollo que tiene la industria hoy se lo debe en gran parte al trabajo que ellos han realizado, siempre con foco en el on trade, a diferencia de otras distribuidoras”, agrega.

Por esos años, César Fredes capacitaba a los mozos de los negocios que trabajaban con La Vinoteca. Eso fue un punto clave para la mesa santiaguina.

“Fueron recogiendo la vanguardia en las tendencias del vino, incorporaron productores alternativos, capacitación y mantuvieron siempre un muy buen portafolio. Los locales no sólo son bonitos, sino que están muy bien complementados en algunos casos con restaurante, tienda de accesorios para el vino, panaderías, quesos y charcutería que le dan un toque gourmet, de buen comer, de buen tomar y buen vivir”, dice la cronista de vinos y parte del directorio de la Cofradía del Mérito Vitivinícola de Chile, Harriet Nahrwold .

Adiós al viejo vicio

Antiguamente, los restaurantes le compraban directamente a las viñas. Con el surgimiento de La Vinoteca, se modernizó el servicio y se puso fin a algunas viejas prácticas. “Han hecho un gran aporte en la capacitación que finalmente ayudó a erradicar un viejo vicio que había en Chile que era el ‘vicio del corcho', cuando las viñas tomaban contacto con los garzones y le ofrecían plata, a cambio de un determinado número de corchos de su viña. Entonces los mozos ofrecían solo un vino de una marca en las mesas”, dice Nahrwold.

“Siempre se han destacado por una fuerza de ventas muy capacitada, muy del vino, muy comprometida y con mucha pasión por lo que hacen. Tienen una historia de éxito en base a estar siempre probando proyectos gastronómicos y formas de distribución. Siempre estuvieron en la vanguardia”, cuenta Bouchon.

Locales, como el Liguria, compran sus vinos ahí y reconocen mantener buenas relaciones con ellos. En esta labor, Luco cumple un rol en la atención directa a clientes, “desde los más grandes hasta los más pequeños”.

Los Fredes, padre e hijo, provienen de una tradición de izquierda, opositora a Pinochet. Su local de Providencia fue escenario de actividades en apoyo a Michelle Bachelet en tiempos de campaña.

Entre los hitos que se le reconocen a la empresa está haber traído a Chile la cerveza española Estrella Damm, producto que tuvo una exitosa penetración en el mercado nacional. Uno de sus vinos más vendidos es Parcela 7, de Von Siebenthal. También han rescatado productos locales como arrollados y quesos mantecosos y de cabra, además de charcutería y lácteos franceses, italianos e hispanos.

La Vinoteca trabaja impulsando a algunos pisqueros independientes, a través del plan que bautizaron como Cultura Pisco. Apoyan asimismo a emprendimientos artesanales de gin chileno y boliviano.

Hoy, aparte de vender bebidas y comestibles, a la manera de un almacen italiano, elaboran panes, magdalenas y pizzas, que en tiempos de pandemia les ha permitido seguir atendiendo.

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