“Mucha gente pregunta cómo deben llamar al artista: le llamarán maestro”. “Evite las preguntas cortas acerca de cuál es su director favorito, no le gustan las entrevistas superficiales”. “El maestro Morricone es compositor. Los compositores no usan el piano para componer, escriben su música directamente en las partituras sin usar instrumentos. El maestro tiene un piano en su salón, pero está ahí sólo para mostrarle sus ideas a los directores de cine. No le gusta que le fotografíen sentado en él ni que le pidan que lo toque”.

Así de claro era Ennio Morricone, uno de los compositores más importantes en la historia del cine contemporáneo, antes de enfrentarse a una entrevista. Se lo advertía al periodista de ABC.es en mayo de este año, un día antes de encontrarse, para que ninguno de los dos perdiera el tiempo. Aunque, sobre todo, él.

-¿Por qué ha odiado siempre las entrevistas, maestro?

-Eso no es cierto del todo. Es verdad que, a lo largo de estos sesenta años, he tenido que responder a muchas, muchísimas preguntas estúpidas e irritantes. Acabé harto de escucharlas una y otra vez y de repetir siempre las mismas historias. Me aburrí yo y creo que los lectores. A veces hay entrevistas interesantes, que me gusta contestar, pero eso no pasa casi nunca, acabé harto.

Así lo experimentó en enero de 2019 –pocos meses después de que cumpliera 90 años- la periodista que lo entrevistó para el diario El Mundo, que al preguntarle por el motivo tras su negativa a ser fotografiado, recibió una punzante respuesta.

-¿Es por su aspecto?

-Fea lo será usted. Me parece que es mejor que dejemos ya esta entrevista.

Pero más allá de la fama que se hizo en la prensa, lo cierto es que Morricone daba luces de su genialidad en cada una de sus conversaciones. Sobre sus procesos de trabajo, su humildad respecto a las infinitas estadísticas que le gustaba hacer a la industria sobre su prolifera creación, y sobre su relación con la música.

Dígame una cosa: ¿en su cabeza hay sitio para el silencio o siempre está bullendo música dentro de ella?

-Pues claro que hay silencio, no me paso el día con la cabeza llena de música. Por supuesto, mi cabeza está llena de música. Pero a veces siento la necesidad de desconectar, la música en mi cabeza suena sólo en el momento oportuno, no siempre.

Al servicio del director

Al teléfono desde su casa en Roma, decía Morricone El Mundo que lo más importante a la hora de hacer una banda sonora es tener una estrecha relación con el director. “Es fundamental, porque el director debe de estar de acuerdo con la banda sonora, al fin y al cabo la película es suya, no mía. Así que lo más difícil es hacer una banda sonora como tú quieres pero que el director también la comparta y esté de acuerdo con ella”, afirmaba. “Lo importante para mí es saber cómo trabaja el director, verle en acción, ver cuál es su personalidad. Porque insisto: es su película. Por eso a mí me gusta cuando trabajo con un director más de una vez, porque entonces lo conozco bien y sé perfectamente cómo trabaja. Para mí es decisivo que el director y el compositor de la banda sonora se conozcan el uno al otro”.

Morricone contaba en la misma entrevista, que su proceso de trabajo se veía condicionado por cada director: “Algunos me dan a leer el guion. Otros me cuentan la película, las imágenes que tienen en la cabeza. Y hay otros que me enseñan la película ya hecha. Hay muchas maneras de trabajar con un director. Y yo me adapto a todas», explicaba el compositor, que trabajó con directores tan importantes como Pasolini, Polanski, Brian de Palma, Francesco Rosi, Bertolucci, Mario Monicelli, Dario Argento, Pontecorvo, Bellocchio, Roland Joffé, Oliver Stone, John Carpenter, Tornatore, Quentin Tarantino y, por supuesto, Sergio Leone, rey indiscutido del spaghetti western.

De la relación con Leone –con quien eran amigos desde la infancia y colaboradores desde 1964, en cintas como “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio”, “El Bueno, el Feo y el Malo”, “Hasta Que Llegó Su Hora”, “¡Agáchate, maldito!” y “Érase una vez en América” (1984)- profundizaba también con ABC.es.

-Empezó innovando desde sus primeros filmes, cuando aún no era un compositor famoso. ¿Cómo convenció a los primeros directores para que le dieran total libertad?

-Cuando compuse la música para mi primer filme con Leone y los directores anteriores, yo tenía claro que quería incluir algo completamente diferente a las típicas bandas sonoras de la época. Creo que fue ese interés mío lo que les convenció. Había empezado mi carrera haciendo arreglos para la radio y la televisión, donde la gente que me contrataba nunca me pedía nada personal. Solo arreglos de orquestación normales que no me gustaban nada, trabajos anónimos que ni me quería firmar. Después empecé a trabajar con canciones de pop y decidí hacer arreglos que funcionaran con la voz del cantante, pero que también sonando por separado, no solo dentro de la canción. Eso fue lo que intenté hacer después con el cine: música que acompaña a las escenas de las películas, pero añadiendo algo nuevo y original que podría funcionar por sí solo.

-¿Qué cree que hacía especial su colaboración con Sergio Leone para que ya nunca dejara de llamarle hasta su última película, “Érase una vez en América”, en 1984?

-Uno de los éxitos de Sergio es que se volcó mucho en la música de sus películas. Tenía mucha fe en ella y le dio mucha importancia. Por eso aún se puede escuchar con el volumen, la mezcla y el tiempo perfectos en su filmes. Por eso la audiencia sabe reconocer que la música de sus obras es mejor que la de otros directores, porque tenía vida por sí sola. Para él era más importante que otros sonidos de la vida real. En ocasiones rodaba secuencias muy largas adrede solo para acomodar enteras las piezas largas de música que yo componía. Otros directores lo que hacen es cortar el tema cuando la secuencia era más corta. Él hacía justo lo contrario, adaptar la duración de la secuencia a la duración de la canción. Y fue mejorando en eso hasta convertirlo en su sello, para que los espectadores pudieran apreciar la belleza de mi música en todo su esplendor.

No sólo de cine vive el hombre

En su extensa carrera, Ennio Morricone compuso más de 500 bandas sonoras de películas y series. Creador de la música de más de medio centenar de premiadísimos filmes que ya forman parte de la historia y que trajo a Chile en más de una oportunidad –en 2008, 2011 y 2013- su trabajo en cintas como “La Misión” y “La vida es bella”, entre tantas otras, lo tuvo nominado al Oscar en seis oportunidades, galardón que obtuvo en 2006 por su colaboración con Tarantino en “Los odiosos ocho”.

Pero Morricone, como constata El Mundo, no sólo ha hecho música de películas. También llevan su firma un centenar de piezas de música clásica (incluidos 15 conciertos de piano, 30 composiciones sinfónicas y una ópera). Y también tienen su toque varias canciones emblemáticas del pop italiano de los años 60, como por ejemplo los arreglos de “Sapore di mare” o la música de “Guarda come dondolo”.

Por lo mismo, frente a la idea de que la música clásica más interesante es la que se hace para las películas, Morricone refutaba con contundencia: “Nooooooo. La música clásica, la música absoluta, la de los conciertos, es una cosa. Y la música para películas es otra. Son cosas completamente diversas que en ocasiones pueden acercarse, pero son diferentes. La música de los conciertos nace de la capacidad de un compositor de expresar sus propias ideas, para crear esa música el compositor no debe hablar con nadie, sino sólo consigo mismo. Sin embargo, cuando se hace música para películas el compositor debe tener en cuenta al director, al público, al productor, las imágenes...”.

Y ese lado, más desconocido de él, es el que a veces lamentaba que no se evienciara tanto. Así se lo expresó a ABC.es cuando le preguntaron si sentía que la mayoría de su obra no se visibilizaba realmente. “Sé que soy un compositor famoso de cine y que la música de mis películas es bastante conocida en casi todo el mundo, pero lamento que mi música absoluta, toda esa música contemporánea que escribí para que no dependiera de ningún filme, sea mucho menos conocida. Estos últimos años se ha interpretado más a menudo, pero por supuesto que aún hay una gran diferencia con el cine.

-¿Le ha resultado difícil encontrar un equilibrio entre componer música innovadora y conseguir que guste a millones de personas?

-No, porque incluso la música de cine más innovadora y complicada resulta más fácil que sea apreciada por ir acompañada de imágenes. La película ayuda a comprender la música y viceversa, por eso es complicado unir esos dos mundos. Siempre digo que la música de una película expresa lo que las palabras, imágenes y diálogos no pueden transmitir. Es diferente a la música absoluta: hace poco di un concierto en Milán y tuve la sensación de que el público no la entendía. Después de interpretar una pieza, me detuve a explicar su significado y, después, la interpreté de nuevo. Esa segunda vez la apreciaron mucho mejor. Tengo la sensación de que la música contemporánea necesita ser escuchada y explicada para que el público la aprecie. En el cine eso es más fácil.

Lo que no escribió nunca fue un réquiem. Y esa es justamente una de las últimas preguntas que la periodista de El Mundo le hizo antes de que, sin ninguna sutileza, él diera por terminada la entrevista.

-¿Por algún motivo?

-Porque no me ha apetecido.

-Ha cumplido recientemente 90 años. ¿Qué tal lo lleva?

Bien. Me siento bien.

-¿Le puedo preguntar si tiene miedo a la muerte?

-No me lo planteo. Estoy muy bien, gracias.

-En su funeral, ¿qué música le gustaría que sonase?

-No lo sé. Me da igual, que pongan lo que quieran.

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