"Si eras muy crédulo, podrías decir que era un visionario tecnológico, pero cuando lo miras de cerca, te das cuenta de que estaba diciendo tonterías"

Toby Clothier de Mirabaud Securities

Para 200 empleados de Wirecard, su fiesta de Navidad de 2009 en un ático de Múnich trajo una sorpresa: su distante y misterioso jefe, Markus Braun, habló con ellos en persona.

En un breve discurso, Braun, quien usualmente evitaba las grandes reuniones y los discursos públicos, dijo en inglés que éste sería el idioma principal de la compañía, reflejando sus ambiciones globales. "Fue un poco incómodo, porque la mitad del personal en esos días no hablaba inglés", recuerda un ex empleado.

El director ejecutivo también anunció que su joven protegido, el austríaco Jan Marsalek, se convertiría en director de operaciones y ayudaría a planear una expansión internacional para transformar las perspectivas del grupo.

Durante una década, ese plan funcionó mejor de lo que cualquiera en la fiesta podría haber esperado, ya que la personalidad pública de Braun se transformó para presentarse como un visionario multimillonario tecnológico, con un estilo similar al de Steve Jobs. En su apogeo en 2018, la compañía, especialista en pagos electrónicos, reemplazó a Commerzbank en el índice Dax 30 de las empresas abiertas a la bolsa más grandes de Alemania.

La semana pasada todo se vino abajo. El 22 de junio, Braun fue arrestado bajo sospecha de fraude contable y manipulación del mercado después de que Wirecard admitió que probablemente nunca existieron los 1,9 mil millones de euros de su efectivo. Siempre ha negado cualquier conducta ilegal y fue puesto en libertad bajo fianza. En tanto, Marsalek no ha sido localizado, y posiblemente esté en Filipinas, el lugar donde se suponía que estaban los miles de millones de Wirecard.

Tres días después, el grupo declaró insolvencia, la primera compañía registrada en Dax en hacerlo. En lo que EY, el antiguo auditor del grupo, describió como un "fraude elaborado y sofisticado", parece que hasta la mitad de los pagos que Wirecard afirmó haber procesado nunca tuvieron lugar.

La velocidad del colapso y las deudas de Wirecard, de al menos 3,4 mil millones de euros, han centrado la atención en un hombre que durante mucho tiempo apenas era visible dentro de su propia empresa. “Sólo sabías que estaba en la oficina porque Jan Marsalek vestía traje y corbata”, dice el ex empleado.

Una vida misteriosa y de lujo

Braun, un ex consultor, se envolvió en una formalidad que lo destacaba en la atmósfera informal de una empresa de tecnología. Se aisló en un piso donde el acceso sólo estaba disponible para la alta gerencia, sus asistentes y el equipo que se ocupaba del procesamiento de pagos de alto riesgo para juegos de azar en línea y pornografía. "Lo que realmente me llamó la atención sobre el liderazgo de Wirecard como empresa de tecnología, fue que realmente no parecían estar muy interesados en ella", dice un ex ejecutivo.

En la sede actual de Wirecard, un ascensor llevaba a Braun directamente a su Mercedes-Maybach negro. Un chófer lo llevaba de ida y vuelta al edificio donde tenía dos apartamentos y en el cual había irritado a los vecinos al declarar que planeaba comprar el resto, dice un residente. Pasaba los fines de semana en Viena, donde vivían su esposa Sylvia, una ex empleada, y su hija. Allí, contribuyó con más de €100.000 al recién fundado partido liberal Neos y €70.000 en 2017 a la campaña del canciller Sebastian Kurz, y sirvió de asesor para su grupo de expertos "Think Austria". Incluso cuando Wirecard comenzó a realizar negocios globales, Braun rara vez viajaba para verlos: no le gustaba volar y algunos miembros del personal pensaron que realmente le atemorizaba. Hacia el mundo exterior, mostraba un carisma que cautivó a los analistas al creer que podía predecir el tamaño del negocio de Wirecard en el futuro.

Toby Clothier de Mirabaud Securities era uno de los pocos escépticos. "Lo que encontramos extraño era su obsesión con ciertas palabras", dice el analista. "Su palabra favorita era ‘fuerte'. Lo sabemos porque contamos”. Otras favoritas eran ‘aprendizaje automático' y ‘ecosistema'. "Si eras muy crédulo, podrías decir que era un visionario tecnológico, pero cuando lo miras de cerca, te das cuenta de que estaba diciendo tonterías", dice Clothier.

Incluso cuando Braun se jactó del crecimiento y rentabilidad inigualables de la compañía, se aseguró de que los oyentes entendieran qu él tenía el control. Durante una reunión con uno de los mayores accionistas de Wirecard el verano pasado, el inversionista mencionó que su institución poseía cerca de 2,4 millones de las acciones de la compañía. Se dice que Braun respondió brevemente: "Bueno, personalmente poseo 8,6 millones".

Después de que KPMG entregó un informe muy crítico sobre la contabilidad de Wirecard en abril, Braun se enfureció visiblemente en una asamblea que fue grabada. Fue una rara muestra de emoción en el lugar de trabajo para un hombre que le dijo a un periodista alemán que ama la ópera y derrama lágrimas cuando se siente abrumado por una actuación.

Hendrik Leber, un ejecutivo de la administradora de activos Acatis, no quedó convencido cuando conoció a Braun. Inicialmente emocionado por el rápido crecimiento de Wirecard, Leber se sintió intranquilo después de conocer a Braun en una charla de 2018 organizada por Goldman Sachs. Si bien la mayoría de los jefes de tecnología se obsesionan con cada detalle de sus empresas, Braun respondió a preguntas sobre asuntos estratégicos, tecnología y obstáculos legales de una forma que Leber encontró evasiva y abstracta. Parecía ser un "hombre sin cualidades" quien leía mecánicamente sus notas, dice Leber. Acatis vendió sus acciones de Wirecard semanas después.

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