Matías Claro Figueroa (44), vicepresidente de la Sofofa, se mueve con comodidad por ese sector alguna vez llamado Sanhattan, un término que ya pocos usan. Y también por los estadios: los conoce a fondo ya que junto a Jorge, su padre, fundaron el Canal del Fútbol (CDF), estación que luego fue vendida al grupo Turner en US$1.700 millones.

Pero esos no son sus únicos territorios. El empresario fue delegado presidencial para aldeas y campamentos de la primera administración de Sebastián Piñera. Luego de su experiencia en gobierno dio forma a la Fundación Niños Primero junto a su esposa, la abogada Anne Traub.

“La única manera de acabar con la desigualdad de cuna es poner plata en los niños”, comenta el empresario quien lleva dos meses de confinamiento.

“Veo cuando Anne sale a dejar cajas los distintos barrios y familias vulnerables, luego llega y me muestra las fotos. Por ahora no la puedo acompañar porque ella es covid recuperada y tiene esa libertad”, sostiene.

-¿Cómo es pasar del CDF a su Grupo Prisma y luego a la fundación? Son mundos muy diferentes?

-Mi primera pega fue en un departamento de estudios viendo acciones del IPSA, después llegué al CDF, comenzamos desde cero, una empresa que no tenía muchos recursos con un nivel de impacto mediático alto y mucho interés. Armamos una empresa que los fines de semana tenía más de 500 personas trabajando. Después de eso me tocó trabajar en el gobierno con dos experiencias distintas. Ahora con el Grupo Prisma buscamos inversiones sustentables y que buscan solucionar un problema social. Invertimos en startup, en una vacuna contra el cáncer y una empresa de gestión de residuos.

-Usted fue parte del equipo de Felipe Kast en los inicios del Ministerio de Desarrollo Social. ¿Cómo fue eso?

-Tuve dos experiencias, una en el ministerio y después en aldeas y campamentos, con mucho trabajo en terreno y así pude conocer mejor a nuestra sociedad y es duro. A mí me tocó una educación privilegiada, estudiar en un colegio particular, después en la UC. Allí uno sabe que hay diferencias sociales, pero es muy distinto vivirlas y entrar a las casas y ver lo que pasa. Tal vez por eso salen afirmaciones como las del ex ministro Jaime Mañalich que decía que no conocía ese nivel de hacinamiento dentro de la ciudad. Conocer la realidad de la pobreza te abre la mente.

-¿A propósito de Mañalich, considera que su salida fue justa?

-Él se la jugó por su trabajo, que haya cometido errores en una crisis tan desconocida es normal. Criticarlo es como opinar con el diario del lunes teniendo que tomar decisiones el viernes anterior. El manejo comunicacional de él no fue el mejor, y para un líder es muy importante comunicar. Los números no se le dieron bien, tuvo la polémica de las cifras, pero el ostracismo, encerrarse en su visión, debilitó a Mañalich. Pero creo que más que felicitar o decir que es bueno o malo, es preciso dar las gracias.

-¿Al ver a Juan Sutil y a la CPC realizar campañas con mascarillas y ventiladores, siente que el mundo privado hace algo por conectarse?

-Las empresas que pueden hacerlo, me refiero a las que no tienen problemas de liquidez por la pandemia, lograron levantar este fondo que es tres veces una Teletón. Escuché decir a Juan Sutil que este es el fondo de ayuda de los empresarios más grande del mundo. En ese minuto estaba la discusión de la nueva normalidad y el equipo liderado por Sutil se la jugó por traer los ventiladores, fue una decisión muy valiente de las ramas de la CPC y quienes colaboraron. Estos ventiladores salvarán a muchos chilenos. Si tú me preguntas cuál es el aporte del empresariado, yo te pregunto cuánto vale la vida de una persona.

-La imagen de la empresa estaba en el suelo. ¿Cree que puede mejorar?

-Hace tres años atrás las empresas pasaron por un periodo muy duro, hubo casos de colusión. Pero han aprendido que deben conectarse más con la sociedad; asumieron que van a tener más control externo de la comunidad y eso es bueno para Chile y para las empresas.

-Hace dos semanas, Bloomberg nos dio duro como país: dijo que éramos gobernados por una elite desconectada y que estábamos enfrentando la pandemia como un país rico y no lo éramos.

-Es que acá debemos entender que dentro de Santiago hay dos o tres ciudades muy distintas. Una parte que es como vivir en Europa: Las Condes, Vitacura, Providencia, Ñuñoa. Tienes un gran promedio que es Santiago Centro y de ahí pasas al sur de Santiago con hacinamiento. Es difícil exigirle cosas a gente cuya realidad nunca fuiste a ver, de la cual no conoces su día a día. Eso se ve en la pandemia, lo vemos con mi señora.

-¿Y cuáles son sus conclusiones?

-La gente anda en la calle porque hay hacinamiento, porque sus casas son pequeñas, porque tiene que obtener recursos con frecuencia semanal. Seamos precisos, hay una desconexión entre la elite y el sur de Santiago, que es distinto a la pobreza de las regiones del país.

-¿Considera que las estrategias de la pandemia, como las cuarentenas dinámicas, han fallado por esa desconexión?

-Las soluciones parejas para distintas situaciones no son lo ideal técnicamente, pero tal vez políticamente no había otra forma de hacerlo.

-Se habló de “nueva normalidad”. ¿Cree que la apertura del Apumanque fue acertada?

-Mediáticamente no fue muy acertado, pero todos los países serios tienen un plan de salida. Tienen fases y para aplicarlas tienen que bajar los números de contagios y la congestión en hospitales. Luego en otra fase se puede existir una apertura de la economía. Todo muy gradual.

-¿Tal vez aspirar a manejar la pandemia como Uruguay?

-Son distintos. El otro día Pepe Mujica dio que eran una villa, un país donde todos se conocían y habían cuatro vacas por persona, Nueva Zelanda es también lo mismo, ciudades pequeñas con mucha poca gente, no tiene la realidad de Santiago, una ciudad de 8 millones de personas. Por eso no es llegar y compararse. Acá el golpe del virus está marcado por la densidad poblacional.

-Siempre se dice que los adultos mayores son el grupo de riesgo. ¿Cómo afecta esto a los niños?

-En los primeros 5 años se desarrollan muchos temas socioemocionales de los niños. Autocontrol, confianza, empatía y todos son fundamentales para construir el conocimiento socio cognitivo que se aprende en el colegio. Todo esto es afectado por el estrés y si tienes niños en cuarentena, con papás angustiados, con problemas de trabajo, con miedo a enfermarte, con violencia intrafamiliar en el hogar, eso afecta a los niños y eso durará por décadas.

-Se habla mucho de la salud mental de los adultos, pero poco sobre la de los niños. ¿Por qué el Estado no invierte más ahí?

-Porque los resultados se verán en 15 o 16 años más y el Estado está más presionado por el día a día, por la presión de la calle que por esto que está comprobado que es la inversión más rentable que hay. Lo que cambia realmente la sociedad es invertir en los niños.

Entre Parada y Bellolio

-Su ex colega en el gobierno, Felipe Kast, fue precandidato presidencial. ¿Si lo llama haría dupla con él en una aventura política?

-Acabo de entrar a la Sofofa y tengo mucho por aprender y por entretenerme en el mundo gremial. Acá hay tres patas: sociedad civil, empresas y el estado. Y hoy voy por las dos primeras.

-En una columna en La Tercera habló sobre la épica de la recuperación y los líderes que deben primar. Acotemos: ¿quiénes son?

-Los nuevos liderazgos deben ser personas que tengan preguntas, no personas que vengan con verdades.

-Acotémoslo más. Déme nombres.

-Para la recuperación creo en el liderazgo de Javiera Parada y Jaime Bellolio. Ella me parece notable. Javiera Parada viene de un mundo que ha sido muy duro en sus comentarios contra ella. Es un grupo político que no ha estado dispuesto históricamente a negociar sus puntos, pero ella fue capaz de levantarse y decir que su sector estaba creyendo ser demasiado dueño de la verdad.

-¿Y Bellolio?

-Es miembro de un partido muy tradicional como la UDI. Y se ha podido levantar frente a esa realidad y ha buscado acuerdos para buscar el bien del país. Si pensamos en el clásico estereotipo izquierda derecha ahí tienes a dos personas que buscan algo más que ganar una discusión. Además, tras la pandemia se viene una discusión constitucional y sería bueno tener un sistema que favorezca los acuerdos en el Congreso, más que hacer política para ganar votos en mi propio grupo reducido, pero que me asegura salir reelegido.

-En el tema constitucional, ¿ya definió su voto?

-Siendo 100% sincero, he transitado entre el apruebo y el rechazo. Y ahora con la pandemia estoy esperando estar más cerca de la elección para decidir. Voy a justificar el voto, no es que quiera ser amarillo. Yo creo que al país le haría bien una discusión profunda de lo que queremos ser. Eso se discutió tras la vuelta a la democracia, durante una década y media; después hubo un boom de los commodities, en que se dejó de lado ese debate. Por un lado, es necesario saber dónde nos queremos anclar. Este país necesita terapia, como esos grupos que se juntan en Estados Unidos a discutir sus problemas.

-¿Y por el otro lado?

-Discutir las bases es ponerle mucha incertidumbre a una crisis que puede ser más grande que la crisis del 82. Son situaciones que pasan cada 40 años y para salir de ellas es fundamental que se invierta, que se contrate a la gente, que vuelvan los empleos. Y la incertidumbre no ayuda. Es urgente retomar el nivel de desarrollo que es lo que financia a las políticas públicas que generan cambios sociales.

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