“Habló mi mamá, muchos amigos, y todos lloramos. Todos nos dicen que nunca habían estado en un matrimonio tan emotivo. Y todo por la pantalla”.

Camila Santa Ana.

“A pesar de no poder darnos un beso por las mascarillas, de que fue a través de una pantalla, nos sentimos acompañados y fue muy lindo”. Nicole Bird.

Sí, acepto

Un mes después de que el Churro, como Camila Santa Ana se refiere a su marido, le pidiera matrimonio, en mayo de 2019, ya habían escogido el lugar, tenían la banquetería y todos los detalles resueltos. Incluso la fecha: el 28 de marzo de 2020. Pero el anuncio del primer caso de covid-19 a principios de ese mes encendió las alarmas. Y a una semana del gran día, se vieron forzados a tomar una triste decisión: “Como él trabaja en salud, no quedaba más que cancelarlo. Había toque de queda, cuarentena, todo cerrado. Se fue todo a la reverenda mierda”, dice Camila.

Ella lloró toda la semana. “Mi marido es súper optimista y me convenció de hacer algo igual, los dos, aquí en nuestra casa”, cuenta. “Y aunque odiaba la idea de Zoom o hacer lives en Instagram, al final hicimos eso, para que participara la familia y los amigos, que para nosotros son muy importantes”, agrega Camila.

Sin el traje de dos piezas que quería ponerse, ni en el lugar de sus sueños –que no volverá a celebrar matrimonios-, el viernes 27 arreglaron su departamento y decoraron el patio. Llenaron de plantas y guirnaldas, creando un altar donde, a las 7 pm del día siguiente, se casaron simbólicamente junto a sus tres perras –todas adoptadas y “miembros fundamentales de la ceremonia y la familia”-. “Me maquillé lo mejor posible, todos se conectaron vestidos de fiesta, y lo que pensamos que duraría 20 minutos terminó como en tres horas”, recuerda.

Una sorpresa de la tecnología fue la posibilidad de tener a sus más cercanos dedicándoles palabras. “Habló mi mamá, muchos amigos, y todos lloramos. Hasta ahora todos nos dicen que nunca habían estado en un matrimonio tan emotivo. Y eso que todo por la pantalla”, agrega Camila, que conoció a su marido hace tres años bailando en un matrimonio. “El baile es demasiado importante para nosotros y aunque fue bonito, nos faltó ese momento de darlo todo”, confiesa, a pesar de que junto a 250 personas bailaron hasta las 3 de la mañana vía cámara, con un playlist de reggaetón que ellos mismos armaron. Respecto a concretar la fiesta como la planearon, por ahora no se ilusiona. “Este tiempo ha sido tan difícil, me dan ganas de acostarme y despertar el 2021, así que no quiero planificar nada”, confiesa.

Nicole Bird (34) y Matías Ramírez (35), en tanto, están esperando para reagendar la fecha de su matrimonio por la Iglesia y la fiesta. Con todo listo para el 7 de noviembre, la idea de celebrar con mascarillas, sin abrazarse, y con mesas en las que solo podrían sentarse cuatro personas a dos metros de distancia, los convenció que era mejor esperar.

Lo que sí pudieron concretar, aunque también acomodándose a lo que dicta la pandemia, fue la ceremonia civil que agendaron para el 9 de junio en el Registro Civil de Vitacura. Como la fecha coincide con su aniversario de pololeo, decidieron seguir adelante. “Llamé una semana antes, pregunté los resguardos y fuimos con mi hermana y su marido, el mejor amigo del Mati, como testigos”, cuenta Nicole.

Esa mañana, desde Estados Unidos hasta Puerto Varas, la familia y amigos de la pareja se conectaron a las 9.30 am en Zoom para acompañarlos. Más breve de lo que suele ser, en 10 minutos ya habían firmado y estaban casados. Pero como aún no hay luces de cuándo harán la fiesta, aprovecharon la “presencia virtual” de su círculo cercano para ponerse los anillos. “Fue súper bonito y le quitó la ansiedad a que aún no tendremos el matrimonio que soñamos todo este tiempo”, dice Nicole. “Como fuimos sin expectativas, resultó mejor de lo que pensamos. A pesar de no poder darnos un beso por las mascarillas, de que nos vieron a través de una pantalla, nos sentimos acompañados y fue muy lindo. En las buenas y en las malas, estamos partiendo esta historia en un momento difícil e inolvidable”.

La espera del primer hijo

La reunión estaba planeada para las 5 pm del sábado pasado. Casi un mes antes, un grupo de amigas de Javiera Herrera (34) contactó a su círculo más cercano, para organizar el babyshower de Raffaella, la primera hija de Javiera y Oscar Delbene, por Zoom.

“Todo ha sido muy raro en este embarazo. Hay amigos que se sorprenden de que ya esté con prenatal, y es porque con las cuarentenas nunca me vieron embarazada. Tampoco hemos podido estar mucho con nuestras familias; con ellos hablamos harto por videollamada y les mandamos fotos para que sean parte del proceso”, reflexiona Javiera, que está terminando el octavo mes de gestación. Por lo mismo, ya tuvo una despedida con sus compañeros de trabajo y la semana pasada conoció a su matrona, ambas reuniones online.

Más allá del temor constante del contagio, la pandemia los ha hecho vivir este embarazo de una forma que no imaginaron: comprando casi todo por internet, sin compartir con sus familias y amigos como les hubiera gustado, y desde hace casi un mes y medio, con Javiera sola en las ecografías por el protocolo de la clínica para evitar el riesgo de contagio. Por eso el babyshower era una instancia especial: sería la única vez que ella, especialmente, estaría con todos sus amigos, y la primera vez en que muchos la verían con guata de embarazada. Aunque fuera a través de una pantalla.

Así, la reunión comenzó y de a poco empezaron a sumarse las ventanas. Y Javiera, que pensaba que tendría un encuentro con sólo cinco amigos, terminó con más de 20 personas conectadas por casi cuatro horas. Uno de ellos, incluso, desde Japón, donde eran casi las 6 de la mañana. “Fue muy lindo verlos a todos, después de tanto tiempo sin poder compartir”, dice Javiera, quien nunca había estado en una reunión tan masiva ni extensa por este formato. Oscar, que también fue parte de la organización, recibió los regalos y juntos los abrieron, mostraron las cosas a la cámara y participaron de algunos juegos.

“Es muy rara la interacción porque no puedes hablar con los 20 al mismo tiempo. En un cumpleaños en persona, por ejemplo, vas cambiando de grupo y compartes con todos un poquito, pero aquí no puedes y entre ellos no pueden hablar porque si no nadie entiende nada. Entonces al final tienes que ir organizándolos, ser como un anfitrión. No estoy acostumbrada a este tipo de interacción, pero lo agradezco porque es muchísimo el cariño”, reflexiona.

Para el nacimiento de Raffaella, programado a fines de julio, Javiera y Oscar ya se hicieron la idea de que tendrán que presentar a su hija por videollamada, al menos a los amigos y familiares menos cercanos. “Probaremos con lo que se vea mejor. Yo no soy para nada adicta a las fotos, casi ni uso las redes sociales y no me interesa mucho la tecnología, pero tendré que hacerlo. No me queda otra”, dice Javiera.

Divorciarse por Zoom

“Me acabo de divorciar por Zoom! Amo la tecnología. Hoy es un gran día”, dice un tweet fijado en la cuenta de la periodista Valeria Gómez (38). “Estaba contenta, pero era algo tan trivial en medio de tanto dolor que al principio lo escribí y me dio vergüenza”, cuenta sobre su publicación del 9 de junio. Nunca imaginó la repercusión que tendría: ese mismo día pasó de 554 a más de 7 mil seguidores, generó más de 2 mil comentarios, la retuitearon 13 mil veces y le dieron 200 mil “me gusta”. Luego vendrían entrevistas en medios chilenos e internacionales. “Salí en la Caras de México y en El País de España”, comenta. Su caso dio la vuelta al mundo.

Pero el proceso fue bastante más largo y engorroso. Desde 2018 que estaba con el trámite de divorcio, y lo que más demoró fue lograr el mutuo acuerdo entre ella y su ex marido. “Quedó la impresión de que esto había sido súper rápido y fácil, pero fue sangre, sudor y lágrimas”, cuenta. Por eso cuando firmó el documento final en la notaría en marzo, sintió un triunfo, pero luego vino la angustia. “Me avisaron que tendríamos una audiencia presencial cuando ya había comenzado el coronavirus y me aterré: el riesgo de contagio era alto, con quién iba a dejar a mis hijos, además que ir a un tribunal es devastador, no quería… por eso cuando me avisaron que era por Zoom fue un alivio”, cuenta.

Esa mañana, se vistió formal de la cintura hacia arriba y mantuvo el pantalón de pijama. Reunió a sus dos testigos, uno de ellos su actual pareja, y a las 9:30 comenzó la audiencia. “Los primeros minutos fueron para nivelar los audios; se me cayó la señal y me tuve que conectar desde el celular. Eso es quizás lo que más te preocupa, que no tengas problemas técnicos para que no te reagenden. A ratos hay unos silencios incómodos, pero como estás en tu casa y desde el computador da lo mismo. A las 10:20 ya estaba divorciada”, cuenta.

Claudia Celume, abogada de la Asociación de Abogados de Familia, cuenta que en medio de la crisis sanitaria las causas contenciosas son las que han necesitado audiencias por Zoom. “En estas hay disputas entre las partes por otras materias, como alimentos o divorcios que no son de común acuerdo”, explica. Mientras que en los casos de común acuerdo, los jueces están acogiendo el divorcio de plano, esto es, sin audiencia y por lo mismo sin videollamada. Así ha sido, al menos, en tres de los cuatro tribunales de familia de Santiago, y en el marco de la ley 21.226, de tramitación en tiempos de pandemia.

“Muchos han tomado esta decisión porque les preocupa qué pasaría con los temas de herencias o la toma de decisiones que recaen en el cónyuge en caso de que les pase algo. La motivación, para quienes ya cumplieron un año del cese de convivencia, ha sido regular todas las materias y divorciarse ahora, que está siendo mucho más fácil. Hoy ni siquiera tienen que ir a firmar a la notaría; con la clave única del Registro Civil firman por sistema y se ingresan las causas”, cuenta Celume.

Más allá de la anécdota, Valeria rescata cómo este formato virtual podría ampliar el acceso a la justicia y abaratar los costos, y también, cómo podría acortar los tiempos de los procesos judiciales. Incluso, junto a un especialista legal mexicano están organizando un webinar con panelistas de Chile, Panamá y Argentina para abordar estos temas. “Mucha gente me escribió, y dijeron de todo: unos celebraban, otros me llamaron feminazi, trepadora, fracasada, muy desde el machismo todo. Supuestamente cuando las mujeres se divorcian deben estar tristes, pero yo estaba feliz. Hay que desatanizar los procesos judiciales, por la salud mental de todos. Te arreglan la vida”, afirma.

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