Vale la pena explorar los vínculos entre estos jóvenes y los movimientos políticos de su época. Al menos con los datos obtenidos hasta ahora, no parece que quines lograron su título de médico hayan tenido mayor involucramiento en los hechos de 1851 o 1859. Solo hay información sobre Juan Mackenna, quién participa en ambos, sin duda junto con sus parientes Vicuña. Y la mención en el Diario de Lastarria de Manuel Antonio Carmona como uno de los líderes liberales en San Felipe en 185126.

Podría ser interesante construir la lista de estudiantes de medicina de esos años, para confirmar la tendencia de este grupo. En cuanto a los titulados hasta 1865, si bien hay dos futuros Grandes Maestros de la Logia Masónica, y varios liberales, también están José Joaquín Aguirre y Ramón Elguero, ambos Monttvaristas.

De modo que lo único visible es cierta tendencia al liberalismo y laicismo, pero dentro de la diversidad.

“En 1853 alcanzaron solamente a los 17 todos los alumnos de la escuela; pero al año siguiente, el 54, bajaron a 14; el 55, esa cifra no varió; pero el 56 subió a 22; el 61 alcanzó a 36, y en 1865 alcanzaron todos los cursos a 40 (...) Desde entonces esa cifra va subiendo con extraordinaria rapidez. En 1875, 87 alumnos se inscribieron en el curso del primer año de anatomía y en el año siguiente esa cifra subió a 314”.

Este lento progreso de la matricula explica que en el Censo de 1854 se contabilizaran apenas 129 personas con la calidad de médicos y cirujanos, que probablemente no eran todos profesionales formados en la universidad. Si se toma como definición el pago de patente para ejercer la profesión, “en 1867 tributaban 37 médicos en la ciudad de Santiago, cuya población entonces alcanzaba a casi 170 mil habitantes”.

Como señala Serrano, hacia 1870, con el apoyo del Estado, ya se había constituido un cuerpo médico, docente y profesional y se contaba con la infraestructura física para ello. Esta situación, de prestigio creciente de la profesión e incorporación de los hijos de la elite al estudio de la medicina, unido a una práctica medica de atención bien remunerada a clientela privada, se acompañaba de actividades filantrópicas de los médicos, reguladas por el protomedicato, atendiendo gratuitamente a personas pobres, que no podían pagar su atención. Sin duda, en una sociedad de fuerte cultura católica como la chilena del siglo XIX, esta actividad contribuía a consolidar el prestigio de los profesionales.

Paralelamente había venido ocurriendo otro proceso en Europa: el traslado del liderazgo científico desde Francia e Inglaterra a Alemania, vinculado al surgimiento de Alemania como una nación unificada bajo la dirección del Estado de Bismarck y la creación en ese marco de la universidad humboldtiana, que basaba la actividad académica en la investigación y la docencia y en incorporar en la enseñanza los resultados de la nueva investigación.

La primera universidad con este modelo fue la de Berlín, fundada en 1809. El resultado fue un gran desarrollo de la medicina, que la llevó a transformarse en uno de los principales centros médicos de Europa y que no declinó sino hasta la primera Guerra Mundial. Efectivamente, los primeros chilenos que viajaron a estudiar medicina a Europa iban a París o Londres; en la segunda mitad del siglo empezaron a viajar cada vez más a las universidades alemanas y en especial a Berlín. Igualmente, entre los médicos europeos que llegan a ejercer y enseñar a Chile empiezan a predominar los alemanes.

Cuando en 1875 el decano José Joaquín Aguirre propuso enviar a Europa algunos alumnos distinguidos, para perfeccionar sus conocimientos y que volvieran a aplicarlos en la Escuela. El Gobierno aprobó un proyecto de convenio para aquellos estudiantes a los que se auxiliaría con fondos públicos . Fueron enviados a estudiar a Europa los primeros becados de la Facultad: los doctores Francisco Puelma Tupper, Manuel Barros Borgoño, Vicente Izquierdo Sanfuentes, Carlos Sazié y Máximo Cienfuegos, quienes trajeron las nuevas técnicas de la cirugía antiséptica y nuevos métodos de diagnóstico en microbiología, histología y oftalmología, como así mismo valiosos libros y revistas medicas.

También viajaron a Europa en forma particular Ventura Carvallo, Augusto Orrego Luco y Nicanor Rojas a hacer estadías en las grandes clínicas francesas y alemanas. A su vez llegaron médicos europeos: Germán Schneider, Rodulfo A. Philippi, Juan José Brunner, Jorge H. Petit y William T. Benham. En 1889 y 1890 partió a Europa otro grupo de 7 becados entre los que se encontraban Lucas Sierra, Alejandro del Río y Gregorio Amunátegui.

Vargas señala que hacia 1870 el mercado privado de la práctica médica llegó a su límite, y el número de médicos superó la demanda real, es decir, el número de pacientes que podían pagar su atención de salud de acuerdo a las expectativas de los profesionales. En un artículo de El Independiente, escrito en 1875, se sostenía que al principio los abogados y los médicos habían obtenido rentas nada de despreciables. Pero –agregaba dicho periódico “más pronto la competencia hubo de hacer bajar el precio de los honorarios de médicos y abogados; y tras ello se vino el amenguamiento del honor que tales carreras reportaban”.

Revisando información existente sobre los médicos titulados en la Universidad de Chile entre 1842 y 1893 en textos sobre historia de la medicina y diccionarios biográficos de la época, encontramos que se podría afinar esta proposición. Tal como Vargas señala, los primeros médicos extranjeros tuvieron mucho éxito en su consulta privada, pero eso no conducía por sí mismo a un enriquecimiento, más aún si la ideología – y las normas del ejercicio legal de la medicina- obligaban a atender gratuitamente a los desvalidos.

El prestigio dependía de eso, pero el enriquecimiento aparece ligado a otros procesos, entre otros, como ya señalamos, los vínculos comerciales con las familias de la oligarquía. Si esto no ocurría, podían llevar una vida digna y educar a sus hijos como profesionales, pero no acumulaban riquezas, como en el caso de Sazié, que, en palabras de Virgilio Figueroa, al morir “no tenia más fortuna que su noble pobreza”, a pesar de ser reconocido públicamente como uno de los mejores médicos del país. Es el caso más expresivo, pero mucho otros de los profesionales de los cuales tenemos referencia, si bien llegaron a ser valorados en la comunidad –especialmente quienes ejercían en ciudades de provincia- eso no implicaba per se que lograran acumular fortuna.

Quienes destacan en términos económicos son los hijos de familias pudientes: Tocornal, J. J. Aguirre, Manuel Barros Borgoño, Luis Bianchi Tupper, Ezequiel Cardemil, Pedro Eliodoro Fontecilla, Roberto Forbes, Vicente Izquierdo Sanfuentes, Gabriel Letelier Silva, Carlos Mandiola Gana, Eduardo Moore Bravo, Augusto Orrego Luco, Francisco y Guillermo Puelma Tupper, Víctor Ríos Ruiz, Conrado Ríos Venegas. Por otro lado, hay algunos casos de médicos que se enriquecieron con la minería: Barazarte, Zelaya, Ravest.

Revisando información existente sobre los médicos titulados en la Universidad de Chile entre 1842 y 1893 en textos sobre historia de la medicina y diccionarios biográficos de la época, encontramos que, dentro de los 200 nombres encontrados, hay 32 parlamentarios (diputados propietarios o suplentes, o senadores), además de Jorge Edwards y Guillermo Blest. No existe información sobre afiliación política de todos ellos, pero solo hay dos montt varistas (José Joaquín Aguirre, que en su última militancia fue balmacedista, y Ramón Elguero) y un conservador (Víctor Ríos Ruiz, dueño de tres fundos en Bío Bío). De los restantes con información, once son liberales, seis radicales y un demócrata. Entre los liberales está el Presidente del Partido Liberal Democrático, Adolfo Valderrama.

Vargas sostiene que la autoimagen de los médicos de esta época tenia cuatro ejes: Hombres desinteresados; Hombres sobrios; Hombres de trabajo y estudio; y Sacerdotes de la humanidad sufriente.

Esto se ve refrendado en casi todas las biografías revisadas; ricos o pobres, en casi todos ellos se destaca su filantropía, su dedicación a su profesión y su generosidad para con los pobres. Y en cuanto a la relación con la política, a pesar de la opinión del Dr. Dávila Boza, los datos que tenemos sugieren mucho más que los representantes médicos intentaban volcar este deber ser en su actuación política.

De hecho, durante la guerra civil del 91 varios de ellos sufrieron las consecuencia de haberse sumado al bando derrotado: el diputado Rodolfo León Lavín fue fusilado en Valparaíso, Diego Bahamonde Larenas, médico de Concepción, estuvo condenado a muerte en 1892, Adolfo Valderrama, Ministro de Balmaceda, cuya casa fue saqueada. Por otro lado, muchos médicos –sobre todo los radicales- fueron antibalmacedistas, siendo el caso más emblemático Augusto Orrego Luco. Por otro lado, el poseer fortuna personal no obstaculizaba el adecuarse a la autoimagen descrita. Prácticamente todos los que mencionamos antes como adinerados son descritos en sus biografías como filántropos; incluso, el poseer fortuna les permitía no solo la atención a los desvalidos en forma desinteresada, sino además aportaban a las instituciones de salud para pobres.

En suma, entre los médicos posiblemente compartían la autoimagen como grupo que presenta Vargas, pero tiene que haber habido distinciones entre ellos. Hay casos en que son evidentemente más conservadores (probablemente los más ligados a los terratenientes, como Aguirre y Ríos Ruiz) y otros más liberales (Puelma Tupper y otros abiertamente laicos) y otros que eran más “profesionales” no es posible hablar de homogeneidad política ente ellos: unidos en el sentido de grupo profesional, tenían diversidad de posiciones.

Lo interesante es como se articula entre ellos una corriente principal, que tiene en común con los otros médicos la diferencia que señala Vargas – son científicos y desinteresados- pero que tiene propuestas sociales bastante más audaces, probablemente ligadas al mismo tipo de sociabilidad descrita por Gazmuri: radicales, masones, bomberos y médicos.

Aunque con los datos revisados hasta ahora no se puede ser concluyente, se plantea como hipótesis que los primeros médicos formados en Chile y buena parte de los extranjeros que llegaron hasta 1860 se vinculaban a la ideología liberal, y que esta tendencia se fue rearticulando hacia una corriente más “estatista” por varias razones. Una de ellas es la influencia de la medicina alemana tanto en sus aspectos de “ciencias duras” como en la organización de la atención de salud, que en Alemania era fuertemente estatal se hacia sentir tanto a través de los becarios que se perfeccionaban en Europa, como por los médicos alemanes que llegaban a ejercer a Chile.

Por otro lado, está la importancia que tuvo el apoyo del Estado a la formación profesional: desde temprano es claro que la protección del estado es fundamental tanto para la educación médica como para la creación de un mercado profesional.

Ficha de autor

Silvia Lamadrid Álvarez es socióloga y doctora en Historia, Universidad de Chile.

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