Esta semana, reabrieron las salas de cines en Francia y en España. No deja de ser curioso que la película escogida por la cadena española Yelmo para la reapertura sea “Cinema Paradiso”, ya que los más fatalistas hablan de “la muerte del cine” como lo conocemos. La escena final de la demolición de un cine puede funcionar para algunos como una metáfora sobre el fin de la experiencia colectiva o, al menos, como el presagio de un cambio profundo. Es que la pandemia ha probado el triunfo del streaming con éxitos como un aumento considerable de suscriptores a las plataformas y buenos números tras los estrenos en video bajo demanda (“Troll's World Tour”).

En Chile, Onda Media —el “Netflix del cine chileno”— ha multiplicado sus visitas considerablemente, una paradoja tomando en cuenta la baja afluencia de público que suele tener la cinematografía nacional en salas. Según los datos que ellos manejan, hasta febrero se visualizaba cerca de 40 mil películas por mes. Eso creció diez veces más en marzo, alcanzando 400 mil obras vistas. Hasta la fecha, se han consumido más de 1,2 millones de películas chilenas. “Es una cifra bastante alentadora para los datos habituales de consumo de cine nacional”, analiza Ian Goldschmied, director de la plataforma que depende del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. “Nunca antes tantas personas destinaron tantas horas a consumir cine”, agrega.

¿Cómo volveremos a las salas después de esto? Más allá del protocolo sanitario, distribuidores y productores planifican un futuro que aún parece borroso.

“El mayor reto es que se deje de anunciar la muerte del cine. ¿Acaso cuando ‘Avengers' se convierte en el mayor éxito de todos los tiempos en las salas se anuncia la muerte de las plataformas? No”, reflexionó el director del Festival de Cannes, Thierry Frémaux.

Alexandra Galvis, directora de la distribuidora Market Chile, piensa parecido: “Decir que el cine va a morir me parece exagerado. Ir al cine es una experiencia compartida, con condiciones físicas que son irreproducibles en casa. Ahora, ¿van a cambiar las formas de consumo? Por supuesto que sí. El digital es cada vez más fuerte y tiene múltiples posibilidades de negocios y exhibición. La pandemia solo aceleró procesos que ya venían dándose. Lo cierto es que nada volverá a ser como antes”.

“El vigor del cine online

es una fantasía de corto plazo”

Todo apunta a una industria que aprovechará tanto las pantallas digitales como las físicas. El riesgo es que las salas podrían quedar reservadas exclusivamente para los blockbusters, algo que ya ocurre según la mirada crítica de Alex Doll, gerente de Arcadia Films, co-programador del Cine Normandie e histórico defensor de la experiencia cinematográfica. “Por lo general, hay cuatro películas que ocupan el 80% de las salas. Es por eso que Scorsese se va al streaming. El filmó ‘El Irlandés' con Netflix porque le daban libertad para hacer lo que quisiera. De otra manera, si la película no tenía media hora de muertos, no se las financiaban. ‘Matrix', que es un gran filme de más de dos horas de duración, tiene más de una hora de efectos que no sirven para nada. Si no fuera por eso, hoy tendría el prestigio de ‘Blade Runner'. Las salas buscan una espectacularidad que el streaming no exige. Lo bueno es que la gente que está viendo películas online está descubriendo cosas y viendo mucho cine europeo. Capaz que nos estén haciendo un favor a los cines alternativos”.

Para Goldschmied, las salas seguirán siendo las principales pantallas. “El vigor del cine online en contexto de cuarentena es una fantasía de corto plazo. No hay que olvidar que las plataformas digitales son el último eslabón de una cadena de producción que no se puede reinventar de forma tan rápida como otros productos o servicios que se entregan de forma online”.

“Netflix ya compró una sala maravillosa en Nueva York”, complementa Doll. “Con la plata que tienen, van a seguir abriendo salas. Aunque parezca paradójico, se podría decir que el cine no va a morir porque existe Netflix”.

A pesar de las alarmas, un sofá no reemplazará nunca a la butaca de un cine donde vemos películas bajo la oscuridad junto a personas que no conocemos. Como dijo David Lynch: “Ver una película es entrar en un mundo a oscuras, sin teléfonos que suenen, sin nada alrededor, sin nada que pueda romper la experiencia”.

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“Cinema Paradiso” (1988): Denunciar la tendencia del director Giuseppe Tornatore a la manipulación emocional no siempre es bienvenida por los admiradores de este filme, un melodrama nostálgico sobre un amante del cine que regresa a su pueblo treinta años más tarde para encontrarse con la demolición de la sala donde se enamoró del séptimo arte. La emotiva música de Ennio Morricone, usada en casamientos, funerales y programas de TV, es infalible.

“La última película” (1971): Uno de los largometrajes más bellos jamás filmados. Peter Bogdanovich sigue a dos adolescentes en un desolado pueblo de Texas durante los 50, a pocos días del cierre del único cine del lugar por la llegada de la televisión. Timothy Bottoms, Jeff Bridges y Cybill Shepherd brillan como nunca.

“Good Bye, Dragon Inn” (2003): En un viejo cine de Taipei se proyecta una épica película de artes marciales antes del cierre definitivo de puertas. Tsai Ming-liang, uno de los directores más célebres del cine taiwanés, explora las inmediaciones espectrales del lugar en un homenaje sensorial y atmosférico al séptimo arte.

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