Pasé de ser un ingeniero de súper buen nivel, que trabajaba para la Comunidad Europea, a ser un estudiante raso en EE.UU., que compartía pieza”.

Logró lo que todo el mundo creía que era imposible. No hay razón para dudar de que Elon Musk va a colonizar Marte”.

Eduardo Bendek ama los aviones y todo lo que tenga que ver con el espacio desde que tiene uso de razón. Tenía 10 años y soñaba con conocer el primer portaaviones que llegó a Chile. Sus padres poca atención le dieron, pero escribió una carta a la Embajada de EE.UU., les contó todo lo que sabía sobre aviones (los que conocía por revistas) y consiguió tres invitaciones para una visita que no olvidó jamás.

Por eso parecía un niño emocionado mirando el lanzamiento de SpaceX, la empresa fundada por Elon Musk en 2002, junto a un grupo de expertos que comentaron el evento por Youtube, convocados por el Consejo Chile California.

“Como ingeniero y astrónomo, puedo decir que la magnitud de la ingeniería asociada a esto es increíble. Es como para un fanático de los actores llegar a conversar con Brad Pitt. Vimos la creatividad de miles de personas que rompen las barreras a las que te enfrentaste toda tu vida en esta carrera”, comenta.

El doctor Bendek, de 43 años, trabaja para la NASA desde 2012. Ahora instalado en el Jet Propulsion Laboratory, en Los Ángeles, California. Es parte del equipo que diseña un instrumento para buscar exoplanetas, que será lanzado al espacio en el próximo telescopio que reemplazará a Hubble. Tiene su propio laboratorio en NASA dedicado al desarrollo de tecnologías para buscar planetas. El 2015, la agencia le entregó la Medalla de Logros Excepcionales en Tecnología por sus avances.

“Los motores, al momento del despegue, tienen una propulsión de 770 toneladas. El peso de cuatro trenes de metro completas. Y sí, cohetes se lanzan regularmente, pero no con vidas humanas en Estados Unidos desde 2011. Los cohetes explotan frecuentemente por lo que cada lanzamiento es un riesgo real”.

Miles de personas estuvieron detrás del desarrollo del cohete que envió a Doug Hurley y Bob Behnken —en un Falcon 9 desde Florida— a la Estación Espacial Internacional.

—“Ni yo pensé que lo íbamos a lograr”, decía Elon Musk.

—Cuando fundó la empresa, le daba un 10% de probabilidad de éxito. SpaceX fue creada para colonizar Marte, que es su sueño, no para ganar plata. Mucha gente ignoraba este proyecto. En 2014, necesitábamos comprar un lanzamiento, por lo que visité como cliente varias empresas, como Lockheed Martin, Orbital, Boeing, y entonces la idea de que SpaceX podría aterrizar sus cohetes, que podrían volver y ser reutilizados, era considerada muy soñadora.

—Y en 2015 la empresa logró, por primera vez, que su cohete Falcon regrese a tierra firme de forma exitosa.

—Es un logro muy grande, porque una cosa es tener una fábrica de cohetes y otra lograr algo que nadie en la industria aeroespacial había logrado. Por lo mismo este lanzamiento es tan importante. Un privado logró lo que todo el mundo creía que era imposible. No hay razón para dudar de que este tipo va a colonizar Marte. Este es el reinicio de la colonización espacial.

—¿Por qué lo logró él y no otro? Debe haber muchos tras el mismo propósito.

—Sí y no. Hay otras empresas, como Relativity Space o Electron, que fabrican cohetes para reutilizar, pero van mucho más atrás. Es lo mismo que sucedió con Tesla. Existían los autos eléctricos, pero Elon Musk los transformó en un producto de lujo para gente que quiere invertir su dinero en tecnología y medio ambiente. El logró romper barreras y hoy tiene una credibilidad que le permite levantar mucho capital. Pocos se atreven a desafiar que no lo va a lograr.

—Supongo que no se trata solo de plata. Entiendo que solo este lanzamiento costó 100 millones de dólares.

—Si tú quieres comprar un lanzamiento, un cohete entero, cuesta 90 millones de dólares. Pero esto es mucho más que plata. Hay millonarios que tienen mucho más dinero que él. En los primeros días de SpaceX, Elon consiguió dinero extra para lanzar el cuarto cohete, que fue el primero que funcionó, pero la industria estaba muy escéptica. Jeff Bezos creó Blue Origin, sin embargo, aún no se cerca al nivel de progreso de Elon Musk. Creo que se trata de reclutar a los mejores talentos, que crean en el mismo sueño.

Bendek no suele hablar ni de sus logros ni de sus contactos, pero tuvo la oportunidad de reunirse con Elon Musk. Le envió un email para pedirle su opinión sobre un concepto nuevo y recibió un llamado de su asistente para concertar una reunión. “Es un tipo que pone muchísima atención, uno pensaría que es de aquellos que está mirando el teléfono, pero no. Es extremadamente bueno. Cuestiona hasta el más mínimo detalle técnico, muy preciso. Su título es chief engineer, en Tesla y SpaceX, estudió física en Stanford. Conozco algunos otros CEO, pero nunca había conocido a alguien que se meta en el detalle técnico a ese nivel. Las únicas limitaciones reales que tenemos son las leyes fundamentales de la física. El dice: ‘Esas son las únicas que no se pueden romper; todo el resto, tenemos que revisitarlo'”.

“Yo lo paso bien como nerd”

“Los ingenieros hemos sido considerados la segunda capa de valor, pero lo que está pasando ahora es una vuelta a la ingeniería muy fuerte. Hoy hay ingenieros puros y duros en puestos muy altos de administración, como Elon Musk”, advierte el astrónomo.

Gracias a un email también —que envió al correo @info de Sky Airlines— organizó el viaje para ver el último eclipse junto a National Geografic. A los dos días, estaba diseñando el plan con la línea aérea para dos aviones, uno de difusión y otro comercial.

Bendek —que además es piloto— se graduó de ingeniero mecánico en la UC, donde cursó un minor en astrofísica y su maestría. Cofundó la empresa de telecomunicaciones YxWireless, se fue a trabajar a Paranal, en Atacama, fue galardonado por el Departamento de Estado de EE.UU. y becado para hacer su doctorado en óptica en la Universidad de Arizona. Durante su tesis, logró la primera demostración de óptica adaptativa con multi-láseres para corregir la turbulencia atmosférica que perturba la visión de los telescopios terrestres. Fue seleccionado para un programa de postdoctorado de la NASA y ahí se quedó.

“Ahora estamos todos trabajando desde la casa. Y debo decir, que en mis once años en Estados Unidos, es primera vez que escucho disturbios”, cuenta a propósito de las protestas contra el racismo.

Es amante del windsurf y la naturaleza, y está casado hace tres años con una doctora en física, que realiza investigaciones para la Universidad de California.

—Trabajar en este tipo de proyecto para la NASA debe ser como trabajar para el FBI.

—Sí, tenemos protocolos muy estrictos, no podemos ocupar computadores personales. Estoy en la fase de diseño por ahora, con los computadores de NASA en la casa, con un sistema de comunicación encriptado. Yo no puedo mandar ningún documento sin autorización oficial, tiene que pasar por una revisión para que no contenga nada clasificado. Además, el proyecto en el que trabajo se va a instalar en el que era originalmente un telescopio espía, redireccionado para la ciencia. Es muy entretenido.

—¿Cómo llega un chileno como tú a la Nasa? Más allá de tu carrera, deben ser cientos los que lo intentan.

—Yo hice tres cosas bien y una cosa mal. Si puedo aconsejar: Lo primero, sigue tu pasión. Por eso sigo disfrutando como niño. Eso hace que leer y aprender no sea un esfuerzo. Yo lo paso bien como nerd. Segundo, sé bueno en lo que hagas. NASA necesita desde biólogos hasta filósofos, pero tienes que ser el mejor en tu campo. ¿Lo que hice mal? No creer lo suficientemente en mis sueños, porque pude haber estudiado ingeniería aeroespacial cuatro años antes, pero pensé que en Chile no se iban a dar las cosas. Y ojo, creer en los sueños no significa ser ingenuo, tienes que tener una base real y consistente. En mi vida he dejado muchas cosas de lado.

—¿Cuáles han sido los sacrificios más grandes?

—Dejé a mi familia y toda mi vida en Chile. Cuando me vine tenía un súper buen trabajo para la ESO, en Paranal, tenía mi casa, mis amigos. Mi papá murió hace tres años, pero somos una familia muy cohesionada, disfrutamos mucho de estar juntos. Yo pasé de ser un ingeniero de súper buen nivel, que trabajaba para la Comunidad Europea, que viajaba a Europa permanentemente a ver instrumentos, a ser un estudiante raso en EE.UU. que compartía pieza. Nadie me conocía, no tenía amigos, no tenía auto, tuve que partir de cero. Y tenía 33 años. Fue muy duro.

—¿Y ahora?

—Después de terminar mi doctorado he tenido varias ofertas para irme a trabajar a otras empresas tecnológicas, como Google, Apple, Facebook, todos están trabajando sistemas con cámaras. Muchos compañeros están en esas empresas con sueldos muchísimos más altos. Yo prefiero vivir un poco más modesto y hacer lo que hago ahora. Bueno, la historia se escribe una vez. Tuve que crear todo ese conocimiento acumulado para que me tomaran en serio cuando llegó la oportunidad. Está muy de moda el decir “sigue tus sueños”, pero hay que saber que seguir tus sueños no es gratis.

El desarrollo aeroespacial

en Chile

“Me encanta mantener la conexión con Chile”, dice porque trabaja por la colaboración educacional, científica y tecnológica entre Chile y EE.UU.

—Hoy es posible ver a jóvenes que se están tomando muy en serio la carrera al espacio.

—Chile tiene que avanzar, tiene un potencial enorme. En unos 50 años vamos a ser una especie interplanetaria y vamos a estar haciendo minería en asteroides. No es bueno que Chile se quede en la Tierra. Deberíamos tener una hoja de ruta protegida de los cambios (políticos) de corto plazo. El senador Girardi ha hecho una tremenda contribución con el Congreso del futuro. Es muy importante que ese tipo de iniciativas se consoliden. El desarrollo de ciencia y tecnología depende mucho de las políticas de financiamiento y de a qué le das prioridad.

—¿Conoces el talento local? Comentaste el lanzamiento con Francisco Eterovic, líder del Grupo de Estudiantes por el Desarrollo Aeroespacial UC, que trabaja en el diseño de un cohete.

—Alejandro López (ingeniero civil aeroespacial), que ha hecho un trabajo muy bueno en la U. de Concepción, organizó una cumbre espacial el año pasado a la que me invitó a dar una charla sobre las oportunidades de Chile en el espacio y ahí Francisco se me acercó. Lo empecé a ayudar con algunas cosas y después él se vino de intercambio a Texas. Lo invité a mi casa y fuimos a la NASA, lo pasamos muy bien. Es el tipo de personaje que es necesario que el gobierno y los empresarios apoyen. Como Marcos Díaz, en la U. de Chile. Son líderes y hay que apoyarlos.

—¿Y es verdad que eres el chileno que está más cerca de viajar al espacio?

—Nooo, no creo. Para iniciar la carrera de astronauta tengo que haber partido antes. Y en general, tienes que tener una muy buena razón para llegar al espacio. Ahora, si tuviera esa razón, iría feliz. Mi señora no estaría muy contenta (risas). Como dicen los gringos: ese puente se cruzará cuando llegue la oportunidad

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