Hoy, en materia económico-social, existe incertidumbre knightiana, debido al coronavirus”

El sistema que tenemos en el país es una economía social de mercado y ella admite diversas variantes”

Desde hace años que el economista Rolf Lüders viajaba todas las semanas de jueves a domingo a su campo de San Francisco de Mostazal. Ahí tiene plantaciones de almendros y algunas hectáreas de semilleros que producen en años en que las lluvias normales lo permiten. Ahora, con la cuarentena, fue el lugar que eligió para confinarse.

Junto a su mujer, Marily Morales, mantienen una rutina estricta. En las mañanas Rolf hace clases online a sus alumnos del Instituto de Economía de la Universidad Católica. También participa en seminarios, siempre a través de plataformas web, escribe columnas y habla con uno que otro periodista para entregar su visión sobre lo que está ocurriendo hoy con la pandemia en Chile y el mundo.

En las tardes, aprovecha de dar una vuelta por el campo “para controlar los trabajos”, y come en las noches con su mujer viendo las noticias.

Netflix se ha transformado en una de sus entretenciones. Está viendo la serie finlandesa Sorjonen (Bordertown en EE.UU.), un oscuro thriller que transcurre en una ciudad cercana a la frontera con Rusia. Y los fines de semana se conecta con la familia por zoom y sigue los programas de debate político.

Dice que su rutina no ha cambiado mucho desde antes de la pandemia, pero que sí echa de menos salir a comer y disfrutar de sus nietos.

Considerado uno de los líderes emblemáticos del grupo bautizado como “Chicago boys”, cuyo modelo económico de libre mercado se implementó en Chile en dictadura, a Lüders le tocó, como biministro de Hacienda y Economía, enfrentar la crisis económica de 1982, la más dura que ha afectado al país en casi 40 años.

-La actividad económica cayó 14,1% en abril, más que todos los pronósticos. ¿Cree que esta crisis puede ser peor que la que vivió Chile en 1982?

-Hoy, en materia económico-social, existe incertidumbre knightiana por el coronavirus. Es de tal naturaleza, que no permite estimar riesgos y por ende hacer predicciones de crecimiento con algún grado de confiabilidad. Espero, eso sí, que esta crisis sea menor que la de 1982 y que salgamos de ella con la misma rapidez.

-¿Cuáles van a ser las consecuencias más visibles de la crisis económica que ya está provocando la pandemia?

-Crisis graves globales, como la actual, tienden a generar cambios institucionales importantes. Esta vez, por ejemplo, se podría frenar o incluso revertir en algo, el proceso de globalización y podría aumentar la valoración del Estado, no necesariamente por uno más grande, pero sí por uno más eficaz. Además, se apreciará la vida en familia y aumentará el trabajo desde el hogar, al mismo tiempo que se acelerarán los demás cambios asociados a las nuevas tecnologías.

-¿Se ha demorado el gobierno en establecer medidas de apoyo a las grandes empresas?

-En un contexto incierto y de recursos limitados, comprendo la demora en definir un esquema de apoyo a las empresas más grandes. Políticamente se trata de una papa caliente que nadie desea tocar. Sin embargo, el gobierno ha declarado que lo hará, al menos para aquellas empresas viables que son de carácter estratégico.

-La oposición criticó que se le dio demasiada importancia a Latam ¿Lo ve así? -No sé si el caso de Latam es el que indujo al gobierno a encontrarle una solución a los problemas financieros de las grandes empresas estratégicas. Las empresas -si bien tienen dueños particulares- constituyen activos nacionales que no debieran ser destruidos por una falta de liquidez transitoria. Lo importante es que la ayuda que reciban las empresas sea para permitirles a ellas a pasar el temporal, pero en el proceso los dueños de las grandes firmas debieran poder perder su patrimonio y/o control.

-Mucho se ha cuestionado en los últimos días, especialmente a raíz de los dichos del ministro de Salud, Jaime Mañalich quien afirmó que no tenía conciencia de la magnitud de la pobreza y el hacinamiento en algunos sectores de Santiago, que existe una desconexión de las elites con la realidad de la mayoría del país. ¿Cree que eso es así?

-Sí, concuerdo plenamente que, con un número no insignificante de excepciones, esa aseveración es cierta. Una de las poquísimas ventajas de la presente pandemia es que transparentó crudamente la pobreza existente en Chile, lo que invita a mitigar el problema.

-¿Por qué cree que existe esta desconexión? ¿Cómo remediarla?

-No lo sé, pero creo que sin duda la explicación está íntimamente relacionada con la institucionalidad política. Los partidos políticos no tienen una base amplia y sus partidarios tienden a ser solo parte de la elite. La desigualdad económica se traduce en segregación urbana, que contribuye al desconocimiento mencionado.

-Desde mucho antes del estallido social del 18 de octubre de 2019 el modelo neoliberal aplicado en Chile por los “Chicago boys”, es fuertemente cuestionado por los altos niveles de desigualdad que ha generado. Hoy la pandemia ha reforzado esas críticas. ¿Cree que no se visualizaron las fallas en este modelo de desarrollo a tiempo?

-La desigualdad ha existido siempre en Chile y sí, algo ha disminuido significativamente en los últimos quince años. Contrariamente a la imagen, Chile no es el país más desigual del mundo, y nuestro coeficiente Gini es más bajo que el de la mediana de la región. Es cierto que, salvo durante este siglo, Chile privilegió el crecimiento económico con el objetivo de reducir la pobreza. Cuando ese crecimiento generó una gran clase media más bien baja, el énfasis de las políticas públicas mudó hacia la redistribución y se descuidó la pobreza, como lo atestiguan, por ejemplo, los actuales campamentos, que prácticamente habían desaparecido.

-Pero más allá de que no sea el país más desigual del mundo en ingresos, sí existe una desigualdad que se expresa en la calidad de la educación, la viviendas, la salud y que fue una de las razones del 18 de octubre. ¿Cómo revertir eso sin al mismo tiempo descuidar la pobreza?

-Nada es gratis en este mundo. Una cosa es reducir la pobreza e ir mejorando y quizás incluso aumentar relativamente el gasto en educación, pensiones, salud y vivienda, y otra es, en el corto y mediano plazo, reducir las desigualdades en la distribución del ingreso. Es cierto que el país desea todo lo anterior y muchos, quizás una mayoría, no comprenden que eso no es posible por la escasez de recursos y que es necesario decidir políticamente cuáles son las prioridades. En lo personal, optaría por el primer conjunto, reducción de la pobreza y un mejoramiento del gasto social, pero es muy posible que la mayoría del país tenga prioridades distintas.

-¿La pandemia implicará el fin del neoliberalismo como creen algunos? ¿Cambiará el modelo de desarrollo?

-No creo que se produzca un cambio de sistema. A la institucionalidad política, económica y social adoptada por Chile desde 1990 en adelante a menudo la tildan de neoliberal. Ella ha sido exitosa en muchísimos países, incluyendo, por cierto, a Chile. Nuestra economía social de mercado admite una amplia gama de variantes, que serían los modelos, de modo que son las políticas públicas que se adopten las que se adaptarán a las cambiantes preferencias de la ciudadanía.

-¿Usted plantea entonces que el sistema implementado en Chile es una economía social de mercado con la variante del modelo neoliberal?

-No exactamente. Sostengo que el sistema que tenemos en el país es una economía social de mercado y ella admite diversas variantes, que serían los diferentes modelos. Por ejemplo Alemania, Nueva Zelanda y Chile tienen similar sistema, pero modelos distintos.

-Economistas como Sebastián Edwards plantean que el experimento neoliberal está completamente muerto, ¿lo comparte?

-Hay diversas concepciones de lo neoliberal. Para Sebastián Edwards, entiendo, un sistema neoliberal se caracteriza porque incluso los programas sociales se administran, como en Chile, en base a la institucionalización de los mercados correspondientes. Yo, en cambio, asocio lo neoliberal a esquemas en que el Estado juega un rol subsidiario, lo que dependiendo de las circunstancias, puede o no implicar, por ejemplo, que se utilice el sistema de vouchers para financiar la educación escolar.

-¿Es sostenible que la salud de un país sea subsidiaria del Estado?

-Claro que no, pero lo que sostenemos es que el Estado no necesariamente debe ser el único proveedor de servicios de salud, sino que debe realizar aquellas acciones que sean necesarias para alcanzar el bien común o el máximo de bienestar social posible, que no realizan los particulares o las organizaciones intermedias. Es por eso que en Chile el servicio público de salud juega un rol importante en la provisión de salud y muchos, me incluyo, piensan que su papel en el financiamiento de esos servicios para las personas de menores ingresos es absolutamente clave.

-Algunos, entre ellos el ministro de Salud Jaime Mañalich, plantean que deberíamos avanzar hacia una socialdemocracia, donde los derechos sociales estén garantizados? ¿Qué opina de eso?

-En Chile la mayoría de las personas confunde el hecho de que son empresas privadas las que ofrecen -producen- una buena parte de los bienes sociales, con quién los define y financia mayoritariamente, que son los gobiernos, o sea, el Estado. En nuestro país alrededor del 70% del gasto fiscal es en bienes sociales, un porcentaje extremadamente elevado. El problema es que la administración de esos programas por parte del Estado es excesivamente costosa.

-Nueva Zelandia anunció que abandonará el PIB y medirá su prosperidad con un nuevo índice -creado en base a variables como pobreza, violencia doméstica, medio ambiente, vivienda, vínculos sociales, entre otros- que condicionará la elaboración de los presupuestos ¿Qué le parece esta medida?

-Estrictamente hablando, el PIB solo mide el valor de la producción de bienes y servicios de un país, pero es cierto que a menudo se usa, expresado en términos per cápita, como un indicador imperfecto de bienestar nacional. Mucho antes que Nueva Zelanda, el PNUD introdujo el Índice de Desarrollo Humano para medir grados de desarrollo y el Reino de Bután reemplazó el PIB per cápita por el Índice Nacional Bruto de Felicidad. El PIB es muy útil para medir las variaciones en la actividad económica y como tal, todos los países debieran siempre calcularlo, independiente de que usen otros indicadores para otros fines.

-¿Podría ser replicable en un país como Chile?

-Sí, claro, se puede, pero solamente sería útil si hay un amplio acuerdo nacional en torno a su finalidad específica y en cuáles deben ser las variables que incluya, con sus respectivas ponderaciones.

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