Cuarentenas obligatorias, más tiempo en casa y, como consecuencia, mayor generación de desechos y residuos orgánicos. Con las dificultades actuales para poder acercarnos hasta los puntos de reciclaje, y con el antecedente de que ya antes de la pandemia Chile era el país de Latinoamérica con la mayor generación de basura al día por persona (con 1,26 kilos), es válido preguntarse qué podemos hacer con nuestros residuos para darle un mejor uso.

Una solución es el compostaje, proceso a través del cual la materia orgánica (frutas, verduras, cáscaras de huevo) que habitualmente compone el 50 por ciento de la basura diaria que se genera en un hogar y que llega hasta un relleno sanitario, se transforma en un abono natural llamado compost. Pero considerando el gran tamaño de las composteras y el cuidado que requieren las lombrices que hacen este trabajo; ¿cómo se puede compostar en espacios reducidos, sin patio y sin malos olores?

Viendo esta necesidad, el arquitecto Álvaro Pineda creó en 2018 Sr.Compost, un servicio con el cual, en su bicicleta, retiraba los residuos orgánicos de las casas para darles tratamiento en su compostera. Luego, devolvía a sus clientes el abono que resultaba de este proceso. Pero al poco andar, surgieron las dudas sobre cómo masificar el servicio. “Terminé el primer año con 500 clientes que pagaban los 15 mil pesos mensuales de este servicio, pero me di cuenta de que ese pago era una barrera y que había que buscar una forma de democratizar esta práctica aún más”, cuenta Álvaro.

Mejorar el modelo

Para cumplir su nuevo objetivo, Sr Compost implementó dos nuevas formas de trabajo. Una fue en base al modelo de dropoff de ciudades como Nueva York y Washington DC, con la habilitación durante 2019 de un punto en la plaza Río de Janeiro de Providencia, gratuito, en donde se podían dejar estos residuos orgánicos para luego ser compostados con diferentes técnicas. Y la segunda, implementada este año, fue la importación de una técnica japonesa llamada bokashi, palabra que significa materia orgánica fermentada, con la cual se puede generar compost con microorganismos gracias a un sistema de biotecnología. “Se trata de microorganismos benéficos, los mismos que están en la levadura o en el queso, que aceleran el proceso de descomposición de forma muy natural, sin que se genere mal olor. Las personas pueden tener dos semanas o incluso tres los residuos orgánicos en su casa, sin que sea necesario hacer el retiro semanal y así protegemos a quienes trabajan con nosotros. Tuvimos la suerte de implementar este sistema justo ahora”, dice Álvaro.

El proceso consiste en disponer en un recipiente una capa de residuo orgánico y luego otra de salvado de bokashi, repitiendo alternadamente. Al cabo de 45 días, aproximadamente, ya se puede obtener abono listo para ser usado en plantas de macetero y jardines. Quienes optan por el kit completo, que incluye un recipiente con una llave que permite rescatar el líquido lixiviado de la materia orgánica, puede rescatar cada dos días este fertilizante. Con una compostera tradicional, además del espacio y del cuidado de las lombrices, el proceso es más lento y recién se puede obtener el mismo resultado después de 3 o 4 meses.

El impacto en el costo también es menor con la técnica bokashi: cada bolsa de salvado, que tiene una duración de un mes, cuesta 3 mil pesos y el kit completo, que incluye el recipiente, cuesta $39.000. Una compostera puede costar sobre 80 mil pesos.

“Toda esta crisis nos ha hecho pensar más en la vida, en el medioambiente, y si estás más tiempo en tu casa y ves la basura que estás generando, se despierta el interés por hacer algo con ella. Lamentablemente hay muchos mitos respecto del compostaje; la gente piensa que es hediondo, que se necesita espacio y mucha dedicación, pero facilitar este proceso ha sido muy beneficioso porque ha aumentado el interés por compostar. Estoy feliz de haber cambiado el modelo, porque es más económico y democrático”, dice Álvaro.

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