Andrea Repetto, José de Gregorio, Claudia Sanhueza, Rodrigo Valdés y Sebastián Edwards. Nombres que se repiten en las páginas económicas de los diarios y que integraron la propuesta económica que presentó hace 10 días el Colegio Médico a la Mesa Social Covid-19 y que precipitó el acuerdo nacional al que llamó el Presidente Piñera el 25 de mayo.

Pero ese grupo lo integraban seis economistas. El sexto nombre, el de Claudia Martínez Alvear (45), era el menos conocido y el que generó una inédita paridad. El nombre de Martínez se repite ahora en los economistas que integran el grupo asesor para el acuerdo. “No es fácil en economía” integrar este tipo de instancias para una economista mujer, admite esta académica de la Universidad Católica, casada con un ingeniero y dos hijos, que desde marzo están en cuarentena, con teletrabajo y clases online.

Su vida profesional ha sido pura academia. Pero sus apellidos sí resuenan en la político, un ámbito donde la profesora Martínez no se reconoce. “Estoy muy orgullosa de mis papás (la ex canciller Soledad Alvear y el ex presidente de la DC, Gutenberg Martínez), de las contribuciones que hicieron y que hacen. Pero la verdad es que nunca he hecho algo distinto a lo académico”.

-¿Te ves en política como parlamentaria , ministra o subsecretaria?

-No, me gusta la academia.

-Y esto de tener un ADN político, ¿cómo te ha influido para enfrentar los temas más candentes de la economía?

-No ha influido mucho en lo que hago a diario en mi vida académica. La preocupación por las cosas sociales puede venir de esa veta, pero no más allá de eso.

- En general, en la prensa uno ve economistas que hacen evidentes sus preferencias políticas. En tu caso, si te ubicaras en un plano político entre derecha e izquierda, ¿dónde te situarías?

-Me cuesta ubicarme en esa dimensión. Yo me dedico a hacer papers y ese es mi trabajo. Ahora he tomado una posición que es técnica y que puede tener una vinculación política, por la recomendación que se hace. Pero como académica me siento bien independiente y en la libertad de que a partir de mi lectura, de la evidencia, la teoría, tengo que formarme mi opinión. Entonces, puedo estar a veces de acuerdo con una persona y otras en desacuerdo con esa misma persona.

-No eres como la típica economista que en general tiene su corazoncito.

-No, no es así. Los (economistas) que aparecen en la prensa sí, pero los que estamos haciendo investigación, yo diría que la mayoría somos bastante independientes. De hecho, yo no sé la posición política de muchos de mis colegas. La gracia de hacer investigación en serio es que las preguntas son preguntas, y las respuestas que uno encuentra son las que te dice la evidencia y no preconcepciones basadas en una simpatía o ideología.

Ese apego a la evidencia lo trae de su paso por la Universidad de Michigan, donde se doctoró, tras su pregrado y magíster en Economía en la Universidad de Chile, y un paso de dos años por el Ministerio de Hacienda. “Es una universidad pública, siempre en las top 10 (de EEUU), con una formación muy empírica de sus alumnos, mucha econometría aplicada”.

Una propuesta independiente

Desde Michigan, donde fue a perfeccionarse en finanzas públicas pero terminó inclinándose por trabajo y desarrollo económico, volvió a su alma mater, la FEN de la U. de Chile, donde estuvo siete años como académica. En 2014 pasó a la escuela rival, Economía de la UC. Esa veta social de la que habla la llevó a formar parte de J-Pal (Jameel Poverty Action Lab), una red global de académicos que tiene como misión reducir la pobreza mediante políticas públicas basadas en evidencia científica.

Y esa manera de ver las cosas parece haber sido una de las razones para incluirla en el Grupo de los Seis, como ellos se llaman. Fue su colega de la UAI Andrea Repetto, quien a su vez había sido contactada por la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches, la que la llamó a sumarse.

-Cuando te dijo que ibas a trabajar para el Colegio Médico, ¿te conflictuó?

-No. En una situación tan de emergencia es el momento de sumarse y no de restarse. Es el minuto de que todos trabajemos por el bien común. Nos gustó mucho, además, que lo que construyéramos iba a ser algo totalmente independiente.

-¿Y qué es lo que más destacarías?

-Que logramos acuerdos en un grupo bastante distinto de economistas. Me gusta el sentido de urgencia y de responsabilidad. De urgencia, porque tenemos la crisis ahora, con cuarentena ahora, y con gente a la que estamos obligando a estar en sus casas y necesita un apoyo económico. Pero también el llamado de responsabilidad. El país lleva un déficit en sus cuentas fiscales que se arrastra desde 2013 y tiene que ponerse de acuerdo para volver a números azules. Pero no ahora, la crisis es demasiado grande para eso.

-Hay economistas que dicen que es fácil hablar de deuda para financiar esto, sin mirar la situación fiscal.

-Tienen algo de razón. Pero nuestra propuesta no es endeudarse ilimitadamente, porque al final tenemos que pagarlo y eso no es fácil. La propuesta establece un marco fiscal en que ¡a lo más! se gasten US$12 mil millones en ¡a lo más! 18 meses. En la medida que la duración de la crisis sanitaria lo amerite. Si se encuentra una vacuna mañana, no se gastan. Aquí hay que hacer un balance nada fácil: por un lado una situación fiscal negativa, hay que reconocerlo, y por otro lado, podemos endeudarnos, pues tenemos buena historia hacia atrás y acceso al mercado externo. Pero sería irresponsable hacerlo ilimitadamente. Por eso ponemos el tope de US$12 mil millones y discutamos cuáles son las medidas que se pueden financiar con eso con suficiente flexibilidad.

-Y hoy con tasas históricamente bajas, incluso negativas para algunos países , convendría endeudarse.

-Claro, puede ser conveniente e inteligente hacerlo ahora.

-El centro de estudios Horizontal, ligado a Evopoli, plantea una rebaja transitoria de impuestos a las empresas. ¿La encuentras adecuada hoy?

-No, porque tenemos un problema fiscal. Y en la medida que el PIB cae, la recaudación también va a caer.

-Dentro de la propuesta del Colmed, ¿hay algo que echaste de menos? No hay nada de empleo ni de reactivación.

-Nos metemos solo en las ayudas a las familias. Distinguimos tres etapas en la pandemia: la primera, la de ahora, que es la más dura por el confinamiento, otra de apertura gradual y otra de recuperación. En la de confinamiento, la idea es ampliar las medidas del gobierno, aumentar la cobertura y el monto del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), y mantenerlo estable, de manera de que se cumplan las medidas de cuarentena, mantener estable la tasa de reemplazo del seguro de cesantía, y en la medida que la economía se empiece a abrir, hacer decrecientes sobre todo las ayudas de emergencia para la salida.

-¿Por qué no se metieron a medidas de empleo o de infraestructura pública?

-Es una buena idea y hay que hacerlo. Esperaría que una vez que la economía se abra, se pueda salir fuerte con infraestructura pública. Nos propusimos hacer el documento en una semana y lo hicimos en dos. Queríamos salir rápido por el tamaño de la emergencia.

-¿Y la recepción del gobierno?

-Al parecer tuvo buena recepción. El llamado del Presidente va en la línea de lo que queremos y recomendamos.

Cajas, buena idea en el papel

-Como experta en pobreza, ¿qué opinas del reparto de cajas con alimentos a las familias más vulnerables?

-Puede ser una buena idea en el papel, pero la implementación es demasiado difícil. Hay algunos papers que muestran que cuando uno entrega cajas de alimentos versus dinero en efectivo, las cajas tienen un mayor efecto en las familias, porque cuando uno entrega efectivo, puede haber un aumento en la demanda que puede generar un alza en los precios. Y en ese sentido puede ser eficiente dar cajas. Y si la distribución se hace bien, tiene sentido en una pandemia, porque evita que las personas salgan a comprar y se contagien. Eso en el mundo ideal. El problema es que hay mucho detalle. La principal dificultad es la distribución. Y el hecho de que hayan compras tan masivas, el Estado lo puede hacer a un precio más bajo, pero quizás es tan alta la demanda por lentejas que genera un alza en el precio de las lentejas.

-¿Crees que fue un apuro del Presidente por presentar algo rápido?

-No sé, no podría decirlo. Es difícil pensar en una logística, es muy complicada. Desde un escritorio, puede ser una buena idea, pero cuando uno lo baja a la realidad se hace muy difícil.

-Porque tras el anuncio presidencial no se veía nada bien preparado.

-Claro, cuando se anunció, no estaban las cajas ni la logística. No sé, uno podría pensar que las cuarentenas empezaron antes de lo que ellos planificaron, y por eso tuvieron que salir a reforzar de esa manera. Porque si no, cómo explicarse que el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) no haya incluido el monto de las canastas, cuando es muy fácil hacer que lleguen los recursos en efectivo a las familias. Es más rápido y evita contagios una transferencia directa a las cuentas de las personas.

-Además que generó un problema político. Porque la oposición pidió un alza en el IFE, el ministro de Hacienda dijo que no había más plata y a los pocos días sale la idea de las cajas, que cuestan $35 mil cada una en promedio.

-Sí. Lo otro que tenemos que pensar es qué es lo que se quiere hacer con las cajas. Y podría ser focalizar la ayuda en las comunas donde efectivamente hay cuarentena, porque el IFE es nacional. Y hay lugares en que hay cuarentena, donde la ayuda es mucho más necesaria. Puede ser una manera de aliviar, quizás el instrumento no es el adecuado. Pero la idea de focalizar la ayuda en términos territoriales, tiene lógica.

-Desde hace décadas que en Chile la palabra hambre no aparecía en los titulares. Desde los 90 nos acostumbramos a ver quién reducía más la pobreza. Y ahora nos encontramos con que esas dos palabras, hambre y pobreza, que muchos habían sacado de su vocabulario, vuelven a golpearnos en la cara. Según tu experiencia, ¿qué tipo de pobreza vamos a ver? ¿La miseria de los 80?

-Vamos a ver más pobreza y va a ser muy doloroso. Dada la caída en el PIB y en el empleo, la pobreza va a aumentar, no sabemos cuánto ni por cuánto tiempo. Es difícil pronosticar y dimensionarlo, pero sí creo que el Estado puede hacer algo. Y por eso es necesario apuntalar a las familias que no pueden salir a trabajar, y después de eso, generar políticas para promover el empleo.

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