Beige y negro es una combinación de colores que existía en Francia casi naturalmente, pero nadie la había utilizado en moda hasta que la diseñadora Coco Chanel la puso en un par de zapatos. Ocurrió en el año 1957, cuando ya tenía gran renombre tras haber impuesto el vestidito negro (la “petite robe noire”), la chaqueta corta de tweed y la carterita acolchada.

Una de las condiciones que caracterizó el éxito de Gabrielle Chanel —su nombre legal—, fue que ella personalmente usaba las prendas y accesorios que posteriormente producía y vendía en su boutique. Era su gran personalidad, sumada a la libertad y elegancia con que se movía lo que hizo al resto de las mujeres de su ámbito mirarla con admiración y luego usar lo que ella vestía. Así impuso en Francia el estilo Chanel que pervive hasta hoy y se valora en todas partes.

El par de zapatos bicolor fue una idea suya para usar a toda hora y con cualquier look. “Salimos en la mañana con beige y negro, almorzamos con beige y negro, vamos a una fiesta con beige y negro. ¡Así estás vestida desde la mañana hasta la noche”, decía. Hasta ese año, los zapatos eran de un solo color, el mismo del look completo.

Pero, Coco Chanel no estaba de acuerdo y, una vez más, consiguió imponer su idea. Además, estos zapatos eran prácticos a la vez que bonitos. Su taco era de cinco centímetros, lo que los hacía muy cómodos y a tono con el estilo de vida más libre y activo que empezaban a protagonizar las mujeres en esos años. “Es la altura de la elegancia”, aseguraba Coco.

Reinventado cada año

Desarrolló los modelos con ayuda de su zapatero preferido, Raymond Massaro, cuyo atelier produce hasta hoy los zapatos para todos los desfiles de la marca Chanel. La diseñadora buscaba un modelo que hiciera lucir la pierna más estilizada y, a la vez, hiciera que el pie se viera más pequeño. Lo primero se consiguió con el tono beige, el que mejor se asemeja al color de la piel blanca, y también con la altura del taco. Lo segundo resultó con la punta negra. Massaro propuso también cambiar la correa del talón —de cuero, con una hebilla— por una cinta elástica, lo que fue una gran innovación en la época y apuntaba a calzarse con mayor rapidez. Le llamaron slingback.

Los bicolor son zapatos hechos a medida y de modo artesanal, es decir realizados prácticamente a mano y con materiales de alta calidad. Necesitan alrededor de treinta horas de trabajo hecho por artesanos especializados que le dedican plena atención a cada par.

Fueron un acierto desde su aparición, encantaron a las mujeres jóvenes de la época y se transformaron en el diseño más vendido de Chanel.

Con el tiempo se les hicieron modificaciones en la forma y en los tonos elegidos —manteniendo siempre dos colores base— que iban creando los cambios necesarios para que siguiera siendo un ícono novedoso y creador de moda. Hubo bicolores beige con azul marino, beige con dorado, beige con café oscuro. También los tacos tenían leves variaciones a cada temporada: más recto o más delgado. Y la punta a veces más aguda o más redondeada.

Cuatro pares es suficiente

Las periodistas de moda bautizaron al bicolor como “el nuevo zapato de Cenicienta” y Coco, aludiendo a los modelos de distintos tonos decía:

“Con cuatro pares de estos zapatos, puedo viajar por todo el mundo”.

Pasaron los años y el bicolor siguió vigente. En la era Lagerfeld, como se llama al largo periodo en que el diseñador alemán Karl Lagerfeld fue director creativo de la moda Chanel, el modelo se reinventó de muchas formas. En 1986 debutaron como ballerinas, es decir, casi planos, con un pequeñísimo taco.

Posteriormente aparecieron en las pasarelas transformados en sandalias, botas, mocasines, alpargatas, zapatillas, en el clásico negro/beige y también en otras audaces combinaciones. Lagerfeld jugó asimismo con distintos materiales como charol, gamuza, cuero iridiscente, satín, denim y tweed. Para la colección de Prêt-à-porter en 2015/16 recuperó el slingback elástico y todas la modelos desfilaron luciendo zapatos bicolor.

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