Parece un viaje al pasado, pero no lo es. Hoy se estrenará “Tren al sur”, la canción que Los Prisioneros transformaron en himno cuando se iniciaba la década de los años 90, pero esta vez reversionada por 14 artistas nacionales e internacionales. Un regalo para el líder del trío sanmiguelino, Jorge González, preparado por uno de sus amigos más íntimos, muchas veces compañero de banda y padre de su ahijado, Gonzalo Yáñez, a propósito del 30 aniversario de Corazones —20 de mayo de 1990—, la cuarta placa y más exitosa —consiguió triple Disco Platino, con más 180 mil copias vendidas—.

En el homenaje colaboraron con sus voces Javiera Mena; PedroPiedra; Ale Sergi y Juliana Gattas, de Miranda!; Dulce y Agraz; los hermanos Abel y Camilo Zicavo, de La Moral Distraída; Noche de Brujas; Aguaturbia; Entrópica; Felicia Morales y Ángelo Pierattini, además del propio Gonzalo Yáñez y Francisco Victoria, quienes además estuvieron a cargo de la producción y musicalización —con apoyo de Pablo Ubiergo—. En la masterización estuvo Gonzalo “Chalo” González, otro conocido del trío sanmiguelino, quien fue parte del staff en la reunión de 2001. Un gesto que da cuenta de que, a tres décadas de su publicación, el impacto e influencia deCorazonessigue vigente.

Pero el álbum no siempre estuvo en el sitial que hoy ocupa. De hecho, ni siquiera tuvo un cálido recibimiento. Como recordaría Jorge González hace unos años, “Tren al sur”, su primer single promocional, estuvo seis meses congelado en las radios locales. “El movimiento en el que nacimos había pasado de moda (...) eran las baladas lo que sonaba”, comentó en la presentación que realizó en el festival Fauna Primavera de 2012 —donde fue invitado a tocar Corazones íntegramente—. Pero no fue solo eso. El desprestigio que generó en la banda la partida de Claudio Narea a causa de la relación que mantenía su esposa con el cantante, y que quedó retratada a lo largo de todo el disco, y las ronchas que sacó entre admiradores y críticos la nueva propuesta musical también retrasaron su camino al éxito.

Lo cierto es que Jorge González, único compositor del álbum, había entregado su obra más personal y arriesgada. Con ella abría la puerta de una nueva sonoridad pop con sabor chileno para las futuras generaciones, pero también, a una de sus etapas más controversiales y fructíferas. “Mi mamá siempre decía que Jorge era un libro abierto”, afirma su hermana Zaida. Acá lo leemos de la mano de Javiera Mena, Angelo Pierattini, Gonzalo Yáñez, Valentín Trujillo, del productor Chalo González y el director de cine Cristián Galaz.

De las calles al club

Cae un sol radiante sobre la terraza de lo que parece un hotel. Al costado de una piscina figura sentado Jorge González. Suena de fondo “See you”, el hit de 1982 de Depeche Mode. La cámara apunta al cantante de unos 25 años y este, con lentes oscuros y pelo engominado, fija su mirada en esta y mueve los labios: “All i want to do is see you, don't you know that it's true”. La mujer que graba ríe.

Era plena época de Corazones, un disco que, tal como los trabajos de la banda inglesa, está marcado por los sintetizadores, los beats bailables disparados desde las cajas de ritmo, además de una alta producción concebida en un estudio de Los Angeles, California. Allá González trabajó entre octubre de 1989 y enero de 1990 junto al destacado productor argentino Gustavo Santaolalla. El álbum se alejaba del minimalismo crudo y del espíritu punk que impregnaba a La voz de los 80 (1984), Pateando piedras (1986) y La cultura de la basura (1987). Los Prisioneros salían de los pasajes del barrio, y se sumergían en los placeres ocultos de la noche en un Santiago cada vez más cosmopolita, aunque conservador.

“Fue en la época en que me metí en puros líos amorosos, y que todos estuvimos metidos en varios líos. Fue la época en que nos separamos, eso fue. En que cada uno empezó a vivir su vida por su cuenta. Yo no sé lo que harían los demás, pero yo paseaba por todo Santiago y me sentía muy bien”, explicó Jorge González en una entrevista registrada por el director Cristián Galaz para su documental de la banda, publicado en 1991.

El ingeniero en sonido Gonzalo “Chalo” González, quien trabajó con el trío en la gira de reunión en 2001, se encontraba en Estados Unidos para el lanzamiento de Corazones. “En las discotecas de Los Angeles ponían sus canciones, que eras súper bailables, y la gente las tomaba como música disco”, relata. Sin embargo, al regresar a Chile se encontró con un panorama totalmente opuesto para el álbum. “Decían que Los Prisioneros se habían vendido, que no era de la banda, sino personal de Jorge, y mil otras cosas”, expone.

Para Angelo Pierattini no fue así. Cuenta que si bien aún era chico cuando salió la producción —tenía 13 años—, junto a su hermano mayor se “lo hicieron chupete”. “Nunca me voy a olvidar que el tema era que, como se había ido Narea, había un amor-odio de los fans hacia el disco y que la gira fue medio problemática. De eso me acuerdo patente. Afortunadamente, 15 años después, se instaló dentro de los mejores de la música chilena y latinoamericana. Que lo es, básicamente”.

El músico radicado en México y que recientemente publicó junto a Diego Lorenzini un cover de “Carita de Gato', de Jorge González, explica que es recurrente que el público quiera dejar congelado al artista en un tiempo determinado. “Pero exploradores como Jorge, Bob Dylan, Violeta Parra, Víctor Jara o Charly García van constantemente conectándose con cosas creativas”. Esas cosas, para Corazones, tenían que ver con los densos sintetizadores y bajos de Bobby Orlando, el electropop ibérico de Locomía, la intensidad new wave de New Order, y el beat incansable de “I Feel Love”, de Donna Summer y Giorgio Moroder. Eso es algo que con el tiempo también descubrió Javiera Mena, quien solo tenía 7 años en 1990. “Mis primas más lolas, que eran mis ídolas, lo escuchaban para hacerse las rebeldes. Nos reíamos mucho con cosas como ‘la entrepierna bien jugosa'”, cuenta riendo desde su casa en España. Más en serio, la autora de “Esquemas juveniles” —que González reversionaría, para su felicidad— plantea que, así como David Bowie o Gustavo Cerati, “Jorge se encargó de tomar los elementos de la música moderna que estaban pasando. Y se atrevió a hacerlo en un país como Chile, que a veces puede ser tan conservador, sobre todo en dictadura”.

La voz de los nuevos tiempos

Tampoco pasó inadvertido que la voz de los 80 tuviera, además, un giro en la composición lírica. Casi como un símbolo de la propia transición a la democracia, González dejaba de lado la crítica social más explícita para sumergirse en su faceta más romántica y hedonista. “Decían que Jorge lo había escrito con la otra mano”, apunta Chalo González.

Sin embargo, Javiera Mena cree que esa gente no lo entendió bien. “Se quedaron más con el envoltorio y los beats. Y esa música en Chile siempre ha sido ninguneada. Pero creo que, en ese sentido, Jorge hizo algo muy pionero y muy diferente, que es meter la crítica social con ironía, así como lo hace Pet Shop Boys. O sea, ‘Noche en la ciudad' es una canción muy política, el mismo ‘Tren al sur'. Para mí, Corazones es un disco muy político y es un referente de cómo hacer crítica social con ironía”.

“Corazones rojos” es la prueba más irrefutable para los defensores del prisionero. Uno de ellos es el director de cine Cristián Galaz. El responsable, además, del videoclip de la canción —y de todos los realizados por la banda— sostiene que esta “refleja extremadamente bien, con crudeza, mordacidad, toda la intolerancia con la que debe ser tratada la violencia contra la mujer. A pesar de que algunos se equivocaron en un comienzo pensando en que se reivindicaba el machismo, pero quedó claro con el tiempo que no era así”.

Chalo González también destaca la futurología del cantautor, quien con “Corazones rojos” se estaba adelantando un par de décadas a los movimientos sociales. “Jorge siempre tuvo claros todos estos conceptos en su cabeza y no porque hoy esté de moda él va a ser más feminista que en el año 90”, afirma. El sonidista, además, remarca nuevamente al arrojo musical de González, quien rapea cual Run-DMC durante la mayor parte de la canción, reivindicando la cultura urbana cuando la banda nunca tuvo ese pedigrí. “Yo creo que cambia el paradigma completamente. Deja un poco incómodo al resto, y yo me imagino, incluso, que los raperos deben haber sentido algo raro. ¿Qué hace este gallo rapeando?”, afirma.

Un paseo por la nostalgia

Fuera de los beats bailables, la capacidad de Corazones de conectar al oyente con su historia personal y, a la vez, con la memoria colectiva, es uno de sus valores más destacados por quienes lo comentan acá. En esa línea, “Tren al sur” aparece como el mayor referente y sus números lo acreditan: más de 64 millones de reproducciones en Spotify la hacen la canción más escuchada de Los Prisioneros en la plataforma de streaming —le sigue “Estrechez de corazón”, con 20 millones menos de reproducciones—. Su popularidad coincide con la idea que en 1991 tenía Jorge González respecto de su rol dentro del álbum: “Yo creo que es la canción del disco. Es la que más me gusta. Es la que simboliza el sentimiento, hay una cosa como de escaparse, de irse y de estar solo. De gozar con el sufrimiento, de la melancolía, de la borrachera”, dice en el documental de Cristián Galaz.

También es la que más le gusta a la hermana del cantautor, Zaida González, quien comenta que la canción hace referencia a los viajes de negocios que suele realizar al sur el padre de ambos, Jorge. “Él hace y vende timbres de goma, de esos que tienen los nombres para estampar”, cuenta la fotógrafa, quien además recuerda que fue éste quien construyó la sala en la que su hermano y Los Prisioneros ensayaban en su casa. “Al principio era de madera y con cajas de huevo, pero teníamos unos vecinos evangélicos que pasaban tirando piedras”, cuenta entre risas.

Otro al que le despierta recuerdos de la infancia es a Angelo Pierattini. “‘'¡Y no me digas pobre', ¿quién no sintió esa hueá cuando chico?”, pregunta con emoción y agrega: “Es disfrutar algo tan pequeño como una gomita de los Transformers que me regaló mi viejo. Era el hueón más feliz de la tierra, y era una goma de borrar”. El también líder de Weichafe plantea, además, que “Tren al sur” es única, incluso en el mismo catálogo de Los Prisioneros. “La emoción que te hace sentir tiene que ver con lo esencial de la vida. Por eso la comparo con “Gracias a la vida”, con “La enredadera”, “Déjate caer”, o “Te recuerdo Amanda”.

En Youtube, el icónico videoclip realizado por Galaz supera los 15 millones de reproducciones. Fue a partir de su estreno, en el extinto programa Extrajóvenes, que aumentó la rotación de Corazones en las radios locales. Incluso la producción fue nominada a los MTV Video Music Awards de 1990, en la categoría MTV Internacional, donde cayó ante el “Oye mi canto”, de Gloria Estefan. “Su dulzura es algo que me cautivó. Es ir hacia atrás, hacia esa manera de sentir, pensar, de vivir esa infancia que tuvimos todos”, reflexiona el director, quien además cuenta que las imágenes del videoclip surgieron escuchando el tema una y otra vez, a volumen muy alto, con las luces apagadas y los ojos cerrados, abandonándose en un recuerdo, “en un reencuentro con uno mismo, con las raíces, con cosas perdidas”.

“Estrechez de corazón” y la gesta heroica del desamor

Las historias de Corazones ocurrieron tal como se cantan, aseguró una vez Jorge González. “Amiga mía”, “Con suavidad”, “Cuéntame una historia original” no solo retratan “la guerra del amor” —como reza “Estrechez de corazón”— vivida por González entonces, sino que además alimentan una de las teleseries más bulladas de la música nacional: la relación paralela de la entonces esposa de Claudio Narea con el cantante.

Más allá de la polémica —que significó la salida de Narea y su posterior reemplazo por la improvisada tecladista Cecilia Aguayo—, la visceralidad con la que están escritas e interpretadas las canciones por parte de González se transformó en un elemento clave de la obra, según expone Chalo González, quien de paso sostiene que las canciones del álbum “podrían haber sido cantadas perfectamente por Juan Gabriel o Los Ángeles Negros”.

Angelo Pierattini pone “Estrechez de corazón” como el mayor testimonio de la potencia del desgarro y el desamor. “Ese tema es una épica. Representa un viaje épico emocional. Es algo muy latino, nos desvivimos por eso. Esa canción resume muy bien nuestra música, desde Chavela Vargas a Julio Jaramillo; cantantes de vals, boleros, está ahí, está súper concentrado”.

Gonzalo Yáñez complementa poniendo “Por amarte”, como otro ejemplo. “Si no fuera porque tiene ese arreglo medio Depeche Mode en el coro, sería una balada de Salvatore Adamo, Roberto Carlos, Camilo Sesto, gente que es referente para Jorge”. El uruguayo va más allá y afirma que Corazones se ha transformado en un disco influyente por las razones no más relevantes. “Es muy valorado desde la producción y la cosa más bailable del house. Pero el gran acierto del disco está en que es una obra de arte en término de las canciones. Ese disco podría haber sido producido de cualquier forma. Si la canción es buena, la puedes hacer como quieras y va a dar lo mismo”.

El lenguaje que utiliza Jorge González para abordar las temáticas románticas es otro punto que destacan Yáñez y su colega Javiera Mena. “Cómo hablar del amor sin que sea obvio o suene flaite. Creo que es muy romántico, muy único en ese aspecto”, dice quien también fuera guitarrista de Los Prisioneros durante el segundo milenio. La cantante, en tanto, explica que esto da cuenta de un artista no solo talentoso, sino también con mucha data, “algo que se extraña hoy”, dice, que lee mucho, muy estudioso e inteligente. “‘Voy a estrecharte contra la pared' —parafrasea—, es una forma muy chilena de expresarse, como que te da orgullo nacional escucharlo”, analiza entre risas.

Una puerta al futuro

Hace unos cuatro años, el octogenario pianista Valentín Trujillo se encontraba en Lima, trabajando con la soprano chilena María Cecilia Toledo, cuando se topó con un concurso de talentos en la televisión local. “El primer lugar lo ocupó un muchacho que imitaba a Jorge González. Traje un recorte del diario, que le envié a Jorge, no sé si le habrá llegado. Pero la trascendencia que tiene en Perú, Argentina, en todas partes, es muy grande. Es un artista internacional”, asegura.

Si bien el alcance de Los Prisioneros fuera del territorio nacional venía de mucho antes —Yáñez cuenta que los vio en Montevideo, en 1986, en los brazos de su madre—, fue con Corazones que consolidaron el posicionamiento y lograron permear en Norteamérica. El propio Gustavo Santaolalla, quien en 1990 comenzaba su carrera como productor, señala que el cuarto disco del trío fue “el que cambió todo” para él. Chalo González asegura que la banda es un referente para todo el continente. “Pregúntale a los Café Tacvba —Santaolalla los produciría poco después—, o a artistas en Perú o Ecuador. Corazones es un disco EMI Internacional, lanzado con bombos y platillos en todo América. Al menos los ejecutivos de la compañía tenían súper claro que este disco se iba a transformar en algo muy importante”.

Los entendidos dicen que la obra más exitosa de Los Prisioneros maduró bien. Pasó de la incomprensión a la veneración. Y abrió una puerta a una nueva sonoridad, que 15 años después fue aprovechada por artistas como Javiera Mena, Gepe o Álex Anwandter, puntales de una escena pop independiente que ha cautivado a la industria musical internacional. Chalo González cuenta que, al momento de grabar álbumes, Corazones es referencia obligada. Lo ha visto trabajando con Francisca Valenzuela, Los Bunkers, Manuel García y tantas otras bandas. Por ello, el sonidista y productor resalta la visión del líder del trío. “Tú ves entrevistas de Jorge y siempre está hablando como diez años antes de lo que va a pasar. Imagínate... han pasado 30 años y el nivel de influencia que tiene este disco en Chile y en América es gigante, es impresionante”.

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