“Por favor tutéame, me carga que me traten de usted, los profesores también me tutean”, pide al teléfono John Mackenzie. Tras las actividades escolares suspendidas hace poco más de dos meses, el rector del colegio Dunalastair (hace 19 años) no ha “puesto un pie” en sus tres sedes ubicadas en Las Condes, Chicureo y Peñalolén.

Mackenzie tiene 70 años y desde que el 3 de marzo llegó el coronavirus a Chile está en cuarentena junto a su señora. Padre de cuatro hijos y diez nietos, con tono pausado comenta que desde su casa en La Reina tiene “un sinfín” de reuniones por Zoom. “Hablamos a diario sobre las clases online, pagos de colegiaturas, y el posible regreso a clases”, cuenta.

Nacido en Chile y con doble nacionalidad (chilena y británica), el académico también fue rector del Grange (entre 1997 y 2001) y en los ochenta hizo clases de Filosofía en el Santiago College. Con casi 40 años de experiencia educativa, este virus lo tiene reflexionando sobre la movilidad que ha producido en el sector educativo. “La lección principal del coronavirus es no vivir como si las certezas fueran eternas”, comenta.

-Debe ser extraño ver un establecimiento escolar sin alumnos y docentes.

-El ambiente sin sus chiquillos y profesores es bien desolador. Cuando los niños están de vacaciones los colegios son como edificios sin alma. De ser espacios llenos de vida hoy tienen dimensiones casi de cementerio.

A la fecha el rector ha sabido de seis apoderados contagiados y del mismo número de profesores infectados en el colegio que dirige. “No les pedimos a los padres informarnos si ellos o sus hijos están infectados. Desconfío de los catastros por la misma razón que el Gobierno no revela las identidades de los casos positivos. Cuando se entregan datos, hay gente que lo ha pasado pésimo, incluso recibiendo piedrazos en sus casas”, dice.

Uno de los accionistas del Dunalastair es el empresario Andrés Navarro (presidente de Sonda), mientras su hija Rosario es miembro del directorio del colegio. “Ella es fan número uno de nuestra revolución pedagógica que comenzamos en 2016. Nuestra transición a clases virtuales se hizo relativamente fácil, pues habíamos implementado cursos en línea para apoyar nuestros procesos de innovación a través del Sistema de Gestión del Aprendizaje (LMS, su sigla en inglés)”, comenta.

Actualmente este establecimiento utiliza la “Plataforma de Aprendizaje Remoto” (Brightspace), un campus virtual con información centralizada donde los alumnos, desde primero a cuarto medio, acceden a los contenidos del currículum nacional.

-¿Trasladar el colegio con 4.500 alumnos al modo online no fue caótico?

-Para nada, una semana después de cerrar teníamos montados los colegios en línea. Con el coronavirus se nos adelantó el futuro, será imposible volver a clases como si nada hubiese pasado. No sabemos a ciencia cierta qué tan efectivos han sido los aprendizajes en línea, pero tenemos muchos reportes de padres impresionados con la autonomía académica de sus hijos.

-¿Este año se vuelve a clases?

-Es difícil responder en plena alza de los casos, pero si mejora significativamente el control del coronavirus podríamos intentar regresar a clases.

Allende, marihuana y el Che Guevara

Su padre, quien combatió en la Segunda Guerra Mundial, era dueño de la imprenta “Casa Mackenzie” en la calle San Francisco y que fundó su abuelo en Valparaíso a comienzos de 1900. “Soy el menor de cuatro hermanos; no tuvimos una vida de privaciones, estudié en el Grange, un colegio de élite”, comenta.

A los 18 años usaba el pelo hasta la espalda y una barba colorina “larguísima”. “En los sesenta no tenía ideas sobre políticas públicas, solo sueños de un mundo mejor. También admiraba al Che Guevara; me tocó fuerte que entregara su vida por otros”.

Mackenzie vivió tres años en el “taquillero” campus de la Universidad de Essex (al este de Londres) donde egresó de Sociología en 1972. “En Gran Bretaña vi chiquillos dispuestos a inyectarse, fumar y masticar todo lo que viniera. No soy para nada moralista, pero nunca me vino bien el tema de las drogas. Probé una vez la marihuana y me dio una taquicardia horrorosa”, relata

A su regreso, poco antes del golpe militar, trabajó en el gobierno de Allende en lo que sería un futuro ministerio de comercio exterior. “La oficina fue allanada llegando a un violento termino en 1973. Fui opositor a la dictadura y simpatizante de Allende. Hoy, aunque no apoyaría ese proceso político de igual forma, mantengo mi adhesión a una justicia social que sigue en deuda”.

-¿Qué queda del John transgresor?

-No soy ni de cerca quien era el año 73. Pero hay valores que no renegaría nunca como el concepto de justicia que trabajamos en nuestros colegios. El de una sociedad que debiera tener una cancha pareja o mucho más pareja.

-¿Cómo se nivela la pista en la educación chilena?

-La diferencia entre la pública y privada en Chile es brutal. Si quieres un mínimo de igualdad de oportunidades debes tener un sistema con una educación de calidad para todos. Ha habido progresos con subvenciones especiales a niños vulnerables para compensar las gigantescas diferencias de cuna. Se han metido muchas lucas para sacar adelante a esos chiquillos. Pero, como decía José Joaquín Brunner, aumentar la calidad de la educación con esta desigualdad es dificilísimo. Temo que por un buen tiempo esta crisis nos hará pedalear atrás en esto. Hoy los ojos están puestos en la vuelta a clases.

“No debiera haber repitencia”

-Esta semana los colegios comenzaron a recibir orientaciones del Ministerio de Educación sobre qué hacer con los contenidos curriculares, pues este año será más corto. José Joaquín Brunner plantea que un ajuste es prioritario. ¿Estás de acuerdo?

-Totalmente, más allá de los contenidos curriculares habrá otros aprendizajes que no anticipábamos. Ninguno sabe cómo será el mundo al cual saldrán nuestros estudiantes más jóvenes. Por eso, nuestra enseñanza enfatiza las habilidades del siglo XXI que enmarcan las cognitivas, emocionales y ciertas actitudes. Que son difíciles de reforzar ante la recarga de contenidos de nuestro currículo nacional.

-Ante un eventual regreso preocupa el distanciamiento social en los establecimientos.

-Así es, me llegaron por WhatsApp unas muestras de escritorios, como cubículos, para que los chiquillos estén separados, pero no le veo mucho sentido. Y está el problema de los recreos. Anda a decirles a los chicos que conserven el metro de distancia si lo que más quieren es jugar con sus amigos. Si regresamos tendremos que ver qué reglas nos imponen. Tenemos cursos de 30 niños, son salas holgadas, pero habría que estudiar cómo tener más cantidad. Lo que supondría también un aumento de profesores. Además, si el Gobierno decide que en dos meses más regresemos, no sabemos si los padres querrán mandar a sus hijos a clases.

-¿Muchos apoderados que no quieren seguir pagando las colegiaturas?

-Hay varios, lo más ingrato es que algunos vean la relación entre padres y colegios como una simple transacción comercial y no como una comunidad. Donde yo te doy mensualmente un monto y tú me debes pasar de vuelta tanto. Eso hace que la gente diga: “Si no me prestas el servicio que espero, no te pago y te denuncio a la Superintendencia. No hemos llegado a instancias judiciales, pero aumentó la morosidad. Varios nos están pidiendo descuentos, sin embargo, eso no sería solidario. Todos tendrían un poco, pero quienes más lo necesitan no recibirían lo que necesitan. Hemos destinado bastante más que nuestros ahorros a un fondo de ayuda de emergencia con becas; hemos dado cerca de 200.

-La Mesa Social Covid-19 planteó que este año ningún alumno repita, pero el ministro Figueroa dijo que habrá casos extremos que sí lo ameriten.

-No sé qué extremos excepcionales está pensando el ministro. La repitencia ocurre por falta de asistencia o calificaciones deficientes y las circunstancias actuales afectan a ambas variables. No debiera haber repitencia y no digo que los alumnos no sean evaluados. Es un deber de los colegios intentar saber cuánto aprendizaje ocurre en esta crisis. Pero el nuevo decreto de evaluación del Ministerio de Educación facultó a la dirección de los colegios a no dejar repitiendo a un alumno automáticamente por calificaciones. Además, hay un porcentaje de la población sin acceso a la educación online, lo que afectaría las asistencias.

-Esta misma Mesa pidió que este 2020 no se hiciera el Simce, pero el Gobierno determinó que se realizará. ¿Crees que es adecuado hacerlo o requiere cambios importantes?

-Se anunció que se hará con un sentido más de diagnóstico. Eché de menos que no se considerara uno muestral. Con posturas más propositivas que aprovecharan su aplicación orientándolo a recoger información útil para los investigadores del sistema educacional. Si bien recopilará información, creo que se está perdiendo la oportunidad de un rediseño atendiendo las circunstancias.

“Paternalismo conservador”

-Te educaste en un colegio de élite y diriges un establecimiento pagado particular, ¿te gustaría trabajar en la educación pública?

-La pregunta que hay que hacerse es por qué no hemos sido capaces de tener una educación de calidad para el 93 por ciento que representa la educación pública. A esos niños vulnerables, les fallamos como sociedad al no darles una educación de excelencia. Desde el informe Coleman, de los sesenta, se sabe que el indicador más potente de rendimiento escolar es el ingreso familiar. Contrarrestar esto probablemente requerirá de cambios sociales importantes.

-Algunos colegios pagados están abiertos a discutir la “Ley Machuca de Lavín” donde establecimientos más ricos podrían recibir a alumnos de sectores vulnerables, ¿lo has considerado?

-No les tengo mucha confianza a los experimentos sociales en educación. Tiene un tufillo al paternalismo conservador de tiempos pasados, como llevar fueguinos a la corte de la reina Victoria. En Gran Bretaña ese tipo de incorporación de jóvenes de menores recursos se hace vía becas de excelencia. Pueden ser académicas, deportivas o musicales. Pero no por un dictamen que indique que una proporción de las matrículas privadas deben ir a alumnos de escasos recursos. Esos planteamientos no se hacen cargo de las dificultades de integración que puedan generarse para esos alumnos y sus familias.

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