Por Luciano Jiménez

Son parte de la llamada “primera línea” que combate el coronavirus en los recintos hospitalarios del país

Los jefes de unidades de pacientes críticos (UPC) —que coordinan a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y la Unidad de Tratamiento Intermedio (UTI) en cada establecimiento— han tenido que lidiar con jornadas estresantes e interminables desde la crisis que estalló el 3 de marzo, cuando se dio a conocer por primera vez a un contagiado por covid-19 en Chile.

«La Segunda» consultó a las clínicas Las Condes, Alemana, Indisa, Santa María, Dávila, UC Christus y a los hospitales San José, Calvo Mackenna, Sótero del Río y la Posta Central para averiguar quiénes están a cargo de estas unidades de urgencia.

En su mayoría son hombres, mayores de 40 años, con estudios de diplomado y magíster y han especializado sus carreras en la medicina intensiva. Varios también son académicos en universidades.

Algunos han ocupado puestos de dirigentes —como el jefe de la UCI en Las Condes, Tomás Regueira, quien además es el presidente de la Sociedad de Medicina Intensiva— mientras que otros, como la jefa UPC del Sótero del Río, Carolina Ruiz, si bien tiene años de trabajo en el área, asumió la jefatura recién en marzo, justo cuando se dio el primer caso positivo en Chile.

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Un kinesiólogo que mantenga limpia la vía aérea del paciente y mueva sus articulaciones cada cierto tiempo, un paramédico que humecte sus ojos para evitar úlceras corneales y médicos y enfermeras que sepan manejar las máquinas, son solo algunos de los especialistas que requiere una persona conectada a ventilación mecánica.

La escasez de personal especializado en UCI preocupa a los especialistas, que adelantan que de aumentar el estrés al que están siendo sometidos podría crecer la tasa de mortalidad de los pacientes covid-19. “Lejos el factor limitante son las personas, más que los ventiladores y las camas”, sostiene Tomás Regueira, jefe del centro de pacientes críticos de la Clínica Las Condes. Cuando se abren nuevas camas y se debe recurrir a profesionales que no son especialistas en cuidado intensivo, “aumenta la posibilidad de error”. Por eso, el también presidente de la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva sugiere “poner a gente experta supervisando a gente inexperta, de manera que logremos los mejores resultados posibles.”

Un médico, acota, puede atender entre ocho y 10 pacientes, al igual que un kinesiólogo. Mientras que una enfermera y un técnico paramédico pueden ver a un máximo de tres.

Y aunque se han hecho capacitaciones, el personal realmente preparado para apoyar pacientes UCI (alrededor de 550 intensivistas) es limitado y está lidiando con cada vez más camas críticas. Anoche la ocupación de camas críticas en Santiago llegaba al 94%, quedando 58 cupos disponibles, según el reporte de la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva y de la U. Finis Terrae. Ello, a pesar de que el número de camas se incrementó desde 726 el 2 de abril a 1.874 el 17 de abril, saltando los pacientes de esas unidades desde 564 personas el 2 de abril a 1.035 el 1 de mayo y a 1531 ayer.

Ello ha obligado a trasladar pacientes fuera de Santiago por tierra y aire y a abrir espacios para adultos en UCI pediátricas o UCIP. Según un documento de la rama intensivo pediátrica de la Sociedad Chilena de Pediatría fechado el 16 de mayo, en las UCIP se han tratado 37 pacientes adultos con covid-19 y otros 9 con otras patologías, cuatro de los cuales han sido tratados íntegramente por equipos médicos pediátricos y más del 90% por intensivistas adultos o pediátricos con asesoría de unidades de adultos.

En las UCI de adultos la situación se sigue agravando. Según la Sochimi y la U. Finnis Terrae, los pacienten en PRONO (ventilados boca abajo dada su gravedad) y en Ecmo (membrana extracorpórea para los casos más difíciles) aumentaron 231% en 13 días, pasando de 74 el 4 de mayo a 245 el 17 de mayo.

Dificultad de traslados

La alternativa del traslado a regiones de pacientes de la RM es mirada con precaución por parte de los especialistas. Regueira recuerda que las regiones que ahora aparecen como no saturadas se debe a que ampliaron su capacidad de camas, “pero están más allá de su capacidad habitual. A nadie le sobra personal. Todos están en una situación exigida”.

Concuerda el decano de Medicina de la Finnis Terrae, Alberto Dougnac: “El problema es que a lo largo de todo el país existe requerimiento de UCI y basta con que yo mande un paciente hospitalizado en una UCI para inmovilizar a varios turnos diarios, cada uno de un médico, cuatro enfermeras y 8 auxiliares. Considerando todos los turnos, un hospitalizado ocupa seis médicos. Si no es un paciente, sino que son seis, necesito los mismos seis médicos, ocho enfermeras y 12 auxiliares”.

Y para ilustrar el fenómeno, reproduce un diálogo que tuvo con dos amigos médicos la semana pasada.

-Cardiólogo: ¿Cómo es posible que se lleve la enfermedad de Santiago a Concepción?

-Dougnac: ¿Qué quieres, si la capacidad en Santiago está copada? ¿Si no hay espacio para ese paciente, qué hacemos con él? Lo tenemos que llevar a lugares donde todavía hay capacidad.

-Cardiólogo: Bueno (dice dirigiéndose al director de clínica), abres más camas, transformas todas tus camas en UCI...

-Director de clínica de Santiago: ¿Con qué personal, con qué intensivistas, con qué enfermeras y con qué auxiliar, si no tengo más gente capacitada. Tengo las camas, los ventiladores los podemos conseguir, tengo las máquinas de anestesia listas para instalárselas a los paciente; el problema es que no tengo personal.

“Siempre la lucha, la discusión se centró en los respiradores, como si funcionaran solos. Funcionan si tengo el personal para operarlos. Si esto sigue creciendo a la velocidad que viene en el corto andar nuestra capacidad se va a copar, vamos a trasladar lo que se pueda a regiones, pero cuando eso ya esté copado nuestra posibilidad de crecer en más camas va a estar limitada por los equipos humanos”, agrega.

El estrés de los equipos

Dougnac comenta que los equipos médicos hoy están “bien complicados”, porque el 70% a 75% de los pacientes UCI están ventilados y “eso demanda un tremendo trabajo y un tremendo estrés, con la presión constante de los servicios de urgencia, hay un presión sicológica enorme y se te puede morir alguien y quieres reforzar un turno y a todo esto le sumas el riesgo de infectarte”.

Así lo confirma el testimonio de dos jefes de UCI. Carlos Romero, quien encabeza dicha unidad del hospital de la U. de Chile y past president Sochimi, dice que esto no se compara con ninguna emergencia anterior. “El personal sanitario tiene la mejor disposición, pero todo tiene un límite porque se necesita personal capacitado para atender a los paciente críticos y cuando eso es insuficiente es el mismo personal el que tiene que hacer más turnos, generando un desgaste físico que termina por pasar la cuenta a los funcionarios y a la calidad de la atención brindada”, señala.

Cuenta que en una primera fase incrementaron de 12 a 22 camas, luego 32 y ahora 42, las que han cubierto con los mismos funcionarios del hospital. “Hemos tenido la excelente disposición de equipos de otras unidades, como anestesiología, medicina interna y urgenciología, entre otros. Tenemos un poco más de 60 pacientes Covid (...) el tiempo puede comenzar a causar estragos en el personal y en algunas personas puede generar trastornos depresivos y un porcentaje además se puede ver contagiado o caer en cuarentenas preventivas”.

Carolina Ruiz, jefa de la Unidad de Pacientes Críticos del hospital Sótero del Río, señala que están funcionan con 42 camas UCI, de las 18 que tenían originalmente, que también han cubierto principalmente con personal interno. El hospital, que atiende a cerca del 10% de la población de Chile, cuenta con cinco intensivistas.

En la UCI trabajan 240 personas, pero por turno hay seis médicos, otros seis que se dedican a la “continuidad” de los pacientes y siete enfermeras.

Si bien estas han sido jornadas intensas en las que destaca la labor del equipo, dice que el Sótero es un hospital que siempre tiene alta demanda, por lo que la situación actual “es un poco lo habitual. Estamos entrenados en esto. Siempre tenemos ocupación de camas cerca de 90%”.

“La medicina intensiva es una especialidad de harto movimiento. Así como hay gente que le gusta la vida más tranquila y es dermatóloga, cuando vas a la UCI es porque te gusta una vida mas dinámica”, afirma Ruiz. La doctora cuenta que implementaron un método para comunicarse con los pacientes cuando comienzan a despertar: imprimen unas tablas con frases, que obtienen de internet, para que los pacientes indiquen con la mano cómo se sienten o qué necesitan.

Romero concuerda con Ruiz en que el intensivista trabaja por vocación en la UCI, pero advierte que hoy hay gente que no tenía esa inclinación especial y que debe apoyarlos.

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