Conversamos el jueves pasado. Han pasado casi tres semanas desde la muerte, el domingo 19 de abril en la noche, de su papá Sergio Onofre Jarpa, figura histórica de la derecha chilena. Francisco se escucha tranquilo e incluso entusiasmado de repasar la larga vida de su padre, quien falleció a los 99 años. Estaba en una casa de reposo, Senior Suite, de calle Charles Hamilton, en Las Condes. La última semana lo diagnosticaron coronavirus.

Desde su oficina en Quilicura, donde se dedica a la importación de repuestos de autos y a sus negocios agrícolas, repasa –en una conversación telefónica– cómo fue la vida de Jarpa desde que dejó la política activa y se fue a su campo en Pencahue, hace 25 años atrás.

Francisco (62) es el tercero de cuatro hijos que tuvo el exsenador. Su papá dejó 16 nietos, 16 bisnietos y una choznonieta.

“Mi mamá murió a los 49 años, cuando yo tenía 18. Era el segundo matrimonio del papá. El primero fue con la tía Lucy Gerhard, mamá de mis dos hermanos mayores, Sergio, el que era almirante, murió hace 7 años. El papá era bien fuerte y no le gustaba demostrar mucho sus emociones… Fue “la” vez que lo he visto triste en mi vida. Él consideraba que era injusto que Sergio se fuera primero que él… Mi hermano tenía un cáncer que apareció muchos años antes, nadie sabe si fue en su época de submarinismo, en Inglaterra y EE.UU., pero primero le cortaron un dedo, luego le sacaron parte de un pulmón. Estuvo muchos años en eso y lo llevaba muy bien… Tenía un hijo minusválido, que nació con asfixia, Sergito, que era su motivo de vida; le dio neumonía en un minuto y como era un muchacho débil físicamente no logró sobrevivir y murió. Ahí a mi hermano le dio una pena tremenda y le bajaron las defensas y el cáncer se le fue con todo. Duró seis meses, después de haber llevado su enfermedad unos 8 años”.

Su otro hermano del primer matrimonio, Jorge, es publicista y nunca se dedicó al campo. Francisco y su hermana Isabel (los Jarpa Moreno) sí se quedaron en la zona de sus amores que su padre dividió en 4 hijuelas, para conservar la tradición familiar. “Mi hermana trabaja con nogales, arándanos y cerezos. Yo todas las semanas estoy dos o tres días en Santiago y dos o tres en el campo. En período de cosecha estoy más, y me ayuda mi hija Josefina que es ingeniero agrícola, y se dedica al tema de las abejas y a la agricultura sustentable”.

“Decía: No pienso salir del Congreso arrastrando los pies”

“El papá se levantaba todos los días como a las 6.30 de la mañana, nos despertaba con sus zapatos huasos golpeando el piso. Ahí salía a ver cuáles eran las actividades del día y distribuía a la gente. Volvía a tomar desayuno y don Ramiro le ensillaba su caballo. Salían y recorrían las siembras. Volvía a las 12, almorzaba, veía noticias un rato y pasado el calor, como a las cuatro y media de la tarde, salía de nuevo dos horas y luego se quedaba en su casa. Todos estos años vivió en una casa que él mismo construyó con dos maestros, una casa chica de adobe chicoteado… Él fue el arquitecto e ingeniero. Era súper sencilla, bonita, pero de teja con corredor hecha a mano. La imagen del papá es del gran latifundista y nada que ver. Para el terremoto del 2010 le dije a mi señora: “Espero que el papá no haya estado en el campo, porque si alguna casa se cayó en Pencahue es la suya”. Y me tuve que retractar porque fue la única a la que no le pasó nada”.

-¿Alguna vez les dijo por qué decidió salirse de la política e irse al campo? Se especuló mucho que se había peleado con Andrés Allamand. Y que no le gustaban los liberales de RN que se estaban tomando el partido.

-El papá le dio varias vueltas al tema y consideró que ya estaba cumplida su etapa. Como decía él, “no pienso salir del Congreso arrastrando los pies”. Pero no creo que necesariamente haya sido eso (el tema liberal en RN). Él vio que como se manejaban los temas en política era distinto a su época. Yo fui el único de los hijos que le tocó vivir la parte política del papá. Estuve en la juventud del Partido Nacional el año 72 o 73, con 12 años. Y después participé en la formación de RN y el fracaso de la unión con la UDI. El Partido Nacional fue un partido hecho de clase media, profes, pequeños agricultores. Era el origen del papá, él se sentía cómodo con ese ambiente, era muy sencillo. Los negocios no eran tema en su mente. Y se me ocurre que cuando se dieron peleas tan importantes, como sacar a Chile adelante de la UP, de la crisis económica, y haber ayudado a evitar una guerra con Argentina, lo que él más valoraba… La forma de hacer política en algún minuto cambió, hubo muchos intereses personales más que pensando en el país, y en esa forma de hacer política él no iba a enganchar.

-Cuentan que una vez se cayó de un caballo; si le preguntaban, decía que el animal no lo botó, que el caballo se cayó y él se cayó con él. O sea, que a él no lo dejó la política, sino que él la dejó…

-Sí, de alguna manera, cuando los escenarios cambian y no te acomodas dices hasta acá llego, ya cumplí… La anécdota es cierta. Él estaba recorriendo los animales en invierno y había una acequia en el potrero tapada con la maleza. La yegua no vio y se cayó dentro. Y el papá quedó arriba de la yegua, y con sus dos piernas atrapadas entre la montura y la zanja. Tuvieron que sacarlo y tuvo algunos problemas de cojera bastante tiempo. En otra oportunidad estaba recorriendo el campo en una ladera, también en invierno, y la yegua se resbaló y se cayó, le aplastó una pierna, pero al pararse la yegua el papá siguió arriba de la montura, así que se paró con ella. Por eso decía que nunca lo había botado un caballo.

-¿Quiénes lo iban a ver esos años?

-Alberto Cardemil iba seguido. Tenía amigos en Talca, como don Gastón Pozo, que también era director en la feria de agricultores. También tenía en un minuto un grupo que se juntaba una vez al mes, donde participaban Bruno Siebert, Alberto Ríos, Gonzalo Eguiguren, y comentaban temas nacionales, pero no activamente. Fueron reuniones que duraron unos dos o tres años.

-¿Conversaba de política con él?

-A veces me quedaba a alojar en la casa del papá, para comer con él, y le preguntaba muchas cosas que no se saben. Le preguntaba temas de Argentina, de Pinochet, de Aylwin, era bien interesante porque tenía mucha información. Una vez le dije que tenía que dejar esos antecedentes, escribir sus memorias, y me dijo: “jamás lo voy a hacer, porque voy a afectar a hijos o nietos de personajes que pensaban distinto”. De él se tiene una imagen como del momio que no se mueve, que no ve el futuro. Y al contrario, el papá miraba el futuro con mucho más apertura que otros. Y tampoco era sesgado.

-¿En qué momento deciden traerlo a Santiago y por qué?

-El papá estuvo bien vigente y presente hasta los 95 o 96 años. Estaba 10 días en el campo y volvía, y otros 10 con mi hermana en Santiago. Y los fines de semana llegaba donde la Guillermina Huerta, que era su pareja los últimos 20 años, a quien queremos mucho y quiso mucho al papá, así que estamos muy agradecidos de ella. Pero en el último tiempo, y cuando pensábamos que estaba feliz en el campo, en realidad no salía de la casa. Los doctores nos dijeron que los viajes de tres horas y media o cuatro de ida y de vuelta eran complejos para él. Y que ya daba lo mismo dónde estuviera, porque el papá estaba muy hacia adentro. Esté donde esté va a estar igual, dijeron, no va a reconocer. Y en la última etapa, los últimos 8 meses, necesitaba bastante asistencia, tenía que estar con una persona que lo cuidara en el día y la noche, y ahí es donde decidimos por su bien llevarlo al Senior Suite, que quedaba a media cuadra de la casa de mi hermana. Ahí estuvo los últimos meses con todos los cuidados y nosotros muy cerca. Íbamos en la mañana, en la tarde, iban los nietos el fin de semana.

-¿Los reconocía? ¿ Podía establecer un diálogo?

-Es una incógnita, porque como era una persona inteligente se las sabía sacar. Uno llegaba a verlo y decía “qué bueno que está acá, cómo le ha ido”. Y uno no sabía si reconocía que era el hijo o quién. Sabía que era un pariente y llevaba la conversación hacia el lado que le convenía. Después se fue apagando. Le fallaba la memoria. Los últimos dos meses estaba bastante callado y más desconectado. Lo echaremos de menos, pero si hubiese sido por él, habría preferido irse mucho antes.

“Empezó con tos seca, se hizo exámenes y dio positivo”

-En un minuto la residencia donde estaba debe haber impedido el ingreso de familiares, por la pandemia.

-Fueron días bien tristes. No nos dejaron visitarlo. A mi hermana, que es la que se preocupaba permanentemente de él, la dejaron visitar al papá dos días antes. Y a la Guillermina Huerta el día antes. Eso fue más bien una despedida. Nos quedamos tranquilos porque el papá a esas alturas no estaba realmente con nosotros. Y definitivamente ahora está donde él hubiese preferido estar hace tiempo. Él era una persona muy independiente, y si hubiese estado tan consciente de todo lo que había que asistirlo, no le habría gustado. Fue justo, 99 años en el cuerpo, qué más le podíamos pedir. El vivió sus pasiones, vivió la política, vivió su campo, sus proyectos.

-Cuando les avisan que tiene covid-19, ¿les ofrecen hospitalizarlo?

-El papá empezó con tos seca, se le hicieron exámenes y dio positivo. Pero eso (hospitalizarlo) no tenía mucho sentido, el papá no hubiese querido y nosotros conversamos con mis hermanos y decidimos que Dios decidirá y que se le diera la asistencia básica. Sabemos perfectamente que si hubiera estado consciente de la situación en que estaba habría dicho no me hagan nada, déjenme ir tranquilo. Y así lo hicimos. Sus últimos días fueron tranquilos, no tuvo mucha tos, no le dio fiebre permanente ni muy alta. Se apagó de a poco.

-Ustedes hicieron el duelo lejos de él, a distancia del cuerpo.

-El papá nunca le tuvo miedo a la muerte. Él era muy creyente y tenía claro que son etapas. Sabemos que nos vamos a ver de nuevo. Uno hubiese estado feliz de estar justo en ese momento en que se despedía, pero sentimos que estuvimos igual de cerca. No tenemos problema con eso. Mi hermana pudo ir a despedirse y la Guillermina Huerta también. Y ese mismo día en la tarde falleció muy tranquilo. Nos quedamos muy tranquilos, porque sabemos de casos de personas con coronavirus que mueren con fiebre, ahogados, en condiciones muy malas. Y estamos agradecidos de que haya muerto en paz.

-¿Y cómo fue el funeral, en plena cuarentena?

-Fue lo que nos gustó que hubiera sido. Si bien el papá fue un personaje público y mucha gente hubiera querido ir a despedirse, eso te quita mucha intimidad familiar. Fue lo justo. Fuimos sus tres hijos vivos y sus nietos, no había posibilidad de más porque solo eran 20 personas. Lamentablemente dos de los nietos quedaron afuera. Fue una ceremonia muy íntima. Le cantamos una tonada, la canción nacional, sus buenos rezos y lo despedimos y quedamos todos muy tranquilos. Fue una despedida muy nuestra, que no se hubiera dado en otras condiciones. Y lo agradecemos.

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