No solo será una barrera física, sino que reducirá cualquier posibilidad de contagio”.

Aarón Cortés, investigador de

la U. de Chile.

Un estudio publicado el 17 de abril por el New England Journal of Medicine comprobó que, en medio de esta pandemia mundial, la gran solución puede ser el cobre.

La investigación estadounidense reveló que este metal hace desaparecer cualquier rastro del SARS-CoV-2 (el virus que genera el coronavirus) en un plazo de 4 horas, inferior a lo que pasa en el cartón (24 horas), el acero inoxidable (48 horas) y el plástico (72 horas).

Resultados que supusieron el impulso definitivo para un grupo de investigadores chilenos que se ha planteado llegar, en un mes, a crear la primera mascarilla que efectivamente pueda contraatacar a esta pandemia y poner un coto a su cadena de propagación.

“Cuando el cobre entra en contacto con un microorganismo hace un intercambio iónico, que en la bacteria hace como el jabón con la grasa, rompe la membrana que contiene al virus y lo deja inviable”, apunta Aarón Cortés, psicólogo de la U. de Chile y doctor en Psiconeuroinmunología de la Universidad de Nottingham.

“Hace 10, 15 años, se viene estudiando la capacidad antiviral que tiene el cobre y se confirma que por sus propiedades es un antimicrobiano de amplio espectro, capaz de destruir partículas de distinto tipo”, agrega. “En la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile justo estábamos probando esto con un polímero que contiene nanopartículas de cobre, para ver cómo actuaba sobre el virus del VIH. Y lo estábamos terminando cuando explotó esto del coronavirus, y entonces dijimos “si esto inactiva el VIH, definitivamente le va a hacer algo al SARS-CoV-2”.

Por eso, con otros seis investigadores de las áreas de medicina, bioquímica e ingeniería postularon exitosamente a un fondo Corfo a través del departamento de investigación de la Universidad de los Andes, que él dirige.

“Lo que ahora queremos hacer es probar este material, pero en forma de mascarilla, para ver en cuánto tiempo va a inactivar al virus”, explica Cortés.

A diferencia de otras que se encuentran en el mercado, esta es una mascarilla con un filtro de seguridad y su gran ventaja es que “al estar hecha de un material que es bioactivo, como este polímero con nanopartículas de cobre, va a ir eliminando al virus constantemente”.

Esto es clave porque, si todo sale como creen, ya a fines de mayo podrían producirlas para que se empiece a usar en los centros médicos del país. “Las mascarillas quirúrgicas normales, por ejemplo, tienen una vida relativamente corta, un par de horas, al cabo de lo cual se transforman en un vector infeccioso porque pueden acumular virus en la superficie. Pero con este material se solucionaría ese problema, porque el virus, al ir depositándose en la mascarilla iría siendo eliminado por el cobre”, apunta. “No solo será una barrera física, sino que además reducirá significativamente cualquier posibilidad de contagio. Eso es algo que vimos en las experiencias de Italia y España, por ejemplo: que mientras más aumenta la cantidad de pacientes, también aumenta la cantidad de personal médico que está enfermando, y se producía un círculo vicioso”.

—¿Cuánto sería su vida útil?

El polímero puede durar fácil entre 8 o 10 años, lo único que habría que cambiar son los filtros en el respiradero, porque aunque también tendrá cobre, esa tela tiene un vida útil más corta. Está pensado en que sea adaptada al nivel que sea útil para un profesional de la salud con contacto con pacientes, la primera línea por así decirlo. Y si entrega ese nivel de seguridad, te puedes imaginar el impacto que podría llegar a tener en la población general.

Su vida útil puede ser de entre 8 y 10 años.

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