Es 28 de agosto de 2020. 9:00 horas. “El Instituto Nacional de Estadísticas informa que el desempleo llegó al 12%, su peor nivel desde el retorno a la democracia”. Esta es la pesadilla que ronda al Gobierno, al Congreso y al país. Porque aunque todavía es solo un mal presagio, trae a la memoria crisis económicas tan duras como la de 1982, la peor de los últimos 80 años.

Y las perspectivas de los economistas apuntan a ese mal sueño, que podrían traducirse en riesgos no solo económicos, también sociales y políticos. Pero la autoridad tiene a mano posibles paliativos para enfrentarlo e incluso la opción de aprovechar la crisis como una oportunidad.

El INE dijo hoy que la desocupación en el trimestre móvil enero-marzo fue de 8,2%, más alto que en el periodo previo pero aún lejos de las peores cifras históricas. Aunque hay temor para los meses de invierno. “La tasa reaccionará fuerte al alza y superará los dos dígitos”, advierte Juan Bravo, investigador de Clapes UC. Los efectos se comenzarían a evidenciar desde abril, agrega Nathan Pincheira, profesor de la UFT. Esto, porque la incertidumbre del inicio de la pandemia llevó a que muchas empresas prefirieran esperar antes de realizar despidos.

Las predicciones para lo que viene no son fáciles. Primero, porque la encuesta del INE no es muy confiable. “Solo tenemos datos desde 2009 y no se han vivido crisis desde ahí”, dice Pincheira. Y, segundo, porque todo depende de cuánto dure la pandemia. “Si esto dura muchos meses, cada vez quebrarán más empresas y la recesión se profundizará”, agrega Bravo.

Si suponemos que habrá un shock varias veces más fuerte al del estallido social –cuando los despidos aumentaron en 200 mil– y hay menos capacidad de frenarlo con empleo informal, en los próximos meses se podrían perder unos 800.000 puestos, advierte Sebastián Díaz, de Pacífico Research. “El desempleo se acercaría a 15% en el trimestre abril-junio”.

Aunque será un dato contaminado por aquellas empresas que se acogieron a la Ley de Protección del Empleo, cuyos trabjadores no están en sus puestos pero tampoco rompieron la relación laboral. Un grupo de hasta ahora 516 mil personas que no pueden cifrarse como cesantes, pero tampoco como activos. Un área gris. Y hay otro ingrediente que dulcifica un poco los malos augurios: “La hipótesis por ahora es que el desempleo será alto pero breve”, dice Manuel Marfán, exministro de Hacienda de Frei Ruiz-Tagle (1999-2000), que asumió para enfrentar las consecuencias de la crisis asiática.

La alta cesantía es, más que un mal dato económico, un problema social y, por tanto, debe ser abordado desde lo técnico pero principalmente, desde la política pública, coinciden ex ministros y sociólogos. Y aquí las decisiones de los gobiernos son complejas pero determinantes. Es el Ejecutivo el que debe actuar para mitigar al máximo sus consecuencias. Más aún en el contexto actual, en que existe una perversa tríada de crisis: sanitaria, económica y social, que estalló el 18 de octubre pero se mantiene en letargo por la pandemia. Si no lo hace con eficacia, se enfrenta al riesgo de hacer temblar su agenda.

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Principales amenazas

La peor recesión de todas: Un mayor desempleo acarrea una lógica falta de poder adquisitivo y un alza, que podría ser feroz, de la pobreza. Chile se ha vanagloriado de una reducción record en sus índices de pobreza desde 1990 en adelante. Y hoy, por una crisis sanitaria de origen exógeno, se expone a retroceder mucho de lo avanzado. “El golpe económico que han tenido los trabajadores y las empresas ha sido muy grande (…) Esta crisis va a causar estragos sociales y la pregunta es cómo nos ponemos de pie”, dice Andrés Velasco, exministro de Hacienda de Michelle Bachelet (2006-2010), que enfrentó la crisis subprime, en un seminario de Itaú.

Es que las expectativas de los economistas están por el suelo. “No me cabe duda que tendremos una recesión peor que la de la Gran Crisis de los años 30”, asegura Luis Escobar Cerda, exministro de Hacienda de Pinochet (1984-85), que debió impulsar la recuperación tras la recesión de 1982. “Muchos analistas advierten que hay empleos que se van a destruir y no se podrán recuperar”, acota Manuel Marfán.

El rebrote de la convulsión social: Más cesantía y menos dinero son ingredientes necesarios pero no suficientes para desatar el descontento popular. El problema es que Chile vive un momento social desafiante, tras un sinfín de protestas y una desconfianza total en sus autoridades. “Y un alto desempleo genera desconfianza”, advierte el profesor de la U. de Chile experto en historia económica Ricardo French-Davis. “Aunque no hay relación causal entre desempleo y protesta política. No ocurrió tras la Gran Crisis del 32 en Inglaterra o Alemania. Tampoco en Estados Unidos con la crisis subprime. Eso depende de las condiciones de cada país. En Chile en 1983 vivíamos en dictadura. Y hoy venimos de una protesta fuerte el 18 de octubre, que fue peor de lo que pudiese haber sido, por la tardía reacción del gobierno”, explica el cientista político Carlos Huneeus, ex director de Cerc y profesor de la U. de Chile. “En nuestra historia, altos niveles de cesantía han incidido en caídas de gobiernos, como con Carlos Ibáñez del Campo en 1931, o en 1932 influyó en un período de gran anarquía política”, dice Patricio Bernedo, decano de Historia de la UC.

Si el desempleo llegara a dos dígitos, implica que habria cerca de un millón de personas en la calle. Un caldo de cultivo para que resurja la efervescencia social, que podría derivar en violencia. Para evitarla, es esencial la reorganización de prioridades del Ejecutivo. “El problema del presidente es que puedan rebrotar las protestas”, dice Huneeus. “Las personas que pierden su trabajo no solo dejan de percibir un ingreso; hay que sumarle emociones negativas que se gatillan (miedo, pena, incertidumbre), que se pueden reflejar en una gran frustración, y en un profundo descontento político contra el gobierno o contra el sistema económico”, añade Bernedo. Y bajo ese escenario, el exministro Escobar advierte: “El gobierno debe dar certeza de que está dispuesto a mantener el orden público, y eso no lo veo”.

El efecto electoral: Dentro del próximo año y medio, el calendario político se vuelve electoral. El 25 de octubre parte con el plebiscito constitucional y acaba el 21 de noviembre del 2021 con la elección presidencial, de senadores y diputados. Entre medio hay al menos otros cinco comicios.

Y las consecuencias electorales de un alza en la desocupación, si recordamos la historia chilena reciente, son lapidarias.

“Las crisis económicas han sido devastadoras y castigadoras para los gobiernos. La crisis del 82 afectó mucho a Pinochet. De hecho, en encuestas previas al plebiscito del 88, una de las razones del No era que la gente seguía enojada por eso. La crisis asiática fue una de las razones por las que Lavín casi le gana a Lagos el 2000. Y a Frei Ruiz-Tagle no se la perdonaron; cuando fue candidato por segunda vez, le fue mal”, recuerda Roberto Méndez, ex director de Adimark y profesor de la UC.

Aunque el escenario político actual es menos adverso para Piñera y sobre todo para su coalición, dado que el papel de la alianza, más allá de peleas menores, es solo apoyar al gobierno en una tarea que es eminentemente del Ejecutivo. Además, el momento de la oposición es tan débil que “no tiene nada que contar, más que una aprobación en el Congreso”, dice Huneeus. “La oposición ha ido de más a menos, sus figuras se han desdibujado y no se ve ni estructura ni liderazgo”, según Méndez. Así, la expectativa electoral queda abierta.

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Alternativas como sugerencia

Si hay coincidencia entre los consultados es que la economía debe volcarse a ayudar a sus ciudadanos. Y si se requieren recursos, hay que sacarlos para enfrentar la recesión, a la usanza keynesiana.

Subsidios directos efectivos: Aunque el gobierno se ha empeñado en la entrega de bonos y ayudas directas a las personas y de créditos blandos para las empresas, Méndez y Huneeus creen que aún falta un esfuerzo de implementación. “Hay un problema de operatividad, que la plata llegue de una vez”, dice Méndez, pese a que el bono covid ya se está entregando, según la autoridad. “Aquí veo que el gobierno no sabe implementar. No basta con un proyecto de ley. No puede ser que el Presidente o el ministro le tengan que pedir por favor a los bancos que operativicen los créditos”, dice Huneeus, quien pone el ejemplo de Alemania: “La canciller Merkel lanzó un gran paquete de ayuda, no tantas ideas por goteo como acá, y a cada alemán le llegó una trasnferencia electrónica directa a su cuenta”. Y si falta por cubrir, se tendrá que seguir abriendo la billetera, coinciden Ffrench-Davis y Velasco. “Tal vez se tiene que extender el seguro de cesantía e inyectar más recursos, porque la gente vulnerable tiene muy poco ahorrado, tienen salarios bajos y poco uso de cotizaciones”, dice el primero. “Es clave que el gobierno no se fije en gastos. Hay momentos para ahorrar y para gastar. En los países que tienen espacio para endeudarse es una muy buena oportunidad y hay una necesidad de hacerlo”, añade Velasco.

Inversión estatal: La construcción y las obras públicas son sectores que captan rápidamente mucho empleo, no necesariamente de especialidad, y al cual podrían recurrir las autoridades para mitigar los efectos laborales de la crisis. Incluso, con empleos de emergencia, en una especie de versión 3.0 del PEM y el POJH. “La dictadura de Pinochet fue extraordinariamente efectiva en el manejo de la crisis con estos programas de empleo comunitario y de obras públicas”, recuerda Huneeus. “El gobierno debe tener una actitud resuelta, aunque el sector privado esté decaído. El Estado tendrá que actuar como subsidiario, sin complejos doctrinarios. Una opción es fortalecer las obras públicas, pues tienen efecto multiplicador”, dice Escobar Cerda. “Las medidas reactivadoras deben dirigirse a inversión en varios sectores, sobre todo la construcción. Si la construcción se paraliza mucho tiempo,puede ser antesala de problemas del sector financiero”, acota Marfán.

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La gran oportunidad

Modernizar el Estado: ¿Por qué -se pregunta Patricio Meller, ex presidente de Fundación Chile y profesor de la U. de Chile- no podemos entregar directo un subsidio del Estado a todos los chilenos sin tener que ir a una oficina? “Esta es la oportunidad de modernizar al Estado”, dice Meller. Por ejemplo, a la hora de invertir para reactivar, que el Estado lo haga con un sesgo informático-digital. Podría, por tanto, aprovechar de emplear mucha gente para desplegar banda ancha a lo largo del país. “Digitalizar a todo el país y así enfrentar la pandemia. Como todo Chile teletrabaja, por qué el gobierno no telegobierna y operativiza vía internet todas sus medidas. Así, si este maldito virus dura hasta fin de año, podremos tener toda la información de los chilenos en línea en todas las reparticiones públicas”.

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