En 1918, cuando Osvaldo Olivares Álvarez nació en la casa de sus padres en Taltal, dos pandemias azotaban al mundo: la gripe española y el tifus exantemático. Males asociados a la Primera Guerra Mundial, que llegaron a Chile en barco, cuando los europeos viajaron en masa a buscar salitre. “No es casualidad que hoy estemos frente a otro virus que se está llevando gente. La ciencia muestra que cada un siglo aparecen virus nuevos o mutan en peores versiones, como si la naturaleza quisiera defenderse de los males que los hombres le hacen”, advierte, como en una alusión propia, porque si es así, él ha visto al menos una de esas mutaciones.

El Dr. Olivares hoy tiene 101 años y 9 meses, y desde la televisión y el balcón del departamento compartido con su esposa en Providencia —que huele a desinfección— ve pasar el coronavirus. Cinco epidemias han marcado su vida, pero esta es la primera vez que la vive encerrado. “Tengo 101 años y es primera vez que vivo una cuarentena así”.

Nació en el norte porque su padre, médico santiaguino, fue enviado en 1901 a erradicar la viruela en las oficinas salitreras. “El viejo quemó las casas y las ropas de los enfermos, y consiguió importar una vacuna muy buena. Murió mucha gente, pero vacunó a todo el mundo y se acabó”.

En 1928, cuando tenía 10 años, vio venir desde las salitreras trenes llenos de personas portadoras de tifus. Un virus que se contagia a través de los piojos corporales y que produce además de fiebre y malestar, pequeñas hemorragias en todo el cuerpo llamadas petequias. “Yo era muy niño y vi a gente que mandaban a morir. Se los llevaron por barco hasta Valparaíso y de ahí ellos se fueron a Santiago. Así se esparció la enfermedad por la mitad del país”.

Esa escena de muerte y de pobreza lo llevó, según él, a tomar dos decisiones de vida: ser médico y socialista.

En 1934, a los 15 años, se matriculó en Medicina. Mientras se formaba como internista en el Hospital San Vicente de la U. de Chile, se descubría la penicilina.

Mientras trabajaba en el Hospital José Joaquín Aguirre, durante la década del 50, se enfrentó por primera vez como profesional a una epidemia: la “gripe asiática”, que mató a 40 mil chilenos. “Al menos durante un mes, no hubo día en que no hiciera un certificado de defunción, los médicos no dábamos abasto. La noche de un viernes hospitalicé a 70 personas. Pasábamos a los pacientes con fiebre por radioscopía y, si tenían manchas pulmonares, se quedaban”.

Al día siguiente, cuenta, “caímos enfermos mi señora, mis tres hijos y yo. Pero era un cuadro, dentro de todo, benigno, que era posible tratar con antibióticos. Una semana después me levanté de la cama y pasé 10 horas haciendo domicilios. Todo Santiago estaba enfermo”.

Su opción socialista lo llevó a sacar carnet de militancia en los años 70, luego fue secretario de la Facultad de Medicina de la U. de Chile y representante del Colegio Médico en la Unidad Popular. Pero también le costó el exilio en Colombia, a contar de 1974. Allá, dirigiendo el Hospital de Tolima, se enfrentó en 1982 a un enfermo gravísimo: “Un joven llegó con una fiebre altísima y compromiso cerebral. Se murió a los dos días. Yo sabía algo del VIH, hablé con la mamá y la convencí de que le hiciéramos autopsia y mandáramos los resultados a Bogotá. Fue el primer caso de sida que vi en mi vida y fue el primer caso de la provincia”.

“Este es un virus distinto”

En 1990, Olivares regresó del exilio. Combinó su trabajo de médico clínico con el de administrativo: primero como asesor científico y luego en el Compin, donde llegó a ser director. Por esos años, el cólera llegó a Chile desde Perú, una bacteria que vive en aguas servidas que puede provocar la muerte, como lo hizo con 170 chilenos en ocho años. “En Chile, más que atacar las enfermedades infecciosas porque fueran masivas, se hicieron campañas para enseñar medidas de higiene. El cólera se controló rápido”.

¿Y se hizo una campaña similar a la de hoy en cuanto a insistir con el lavado de manos , uso de cloro y alcohol?

—No, esta es la primera vez que veo que se insiste en medidas que van desde lavarse las manos insistentemente hasta cambiarse de ropa para entrar a la casa. Porque es un virus distinto de los que hemos conocido. En Chile, el covid-19 es la peor epidemia que he vivido, tanto por la gravedad del virus como por la extensión del territorio contagiado.

—Esta es la primera vez que vive una cuarentena. ¿Es una medida inédita?—Creo que no se tomó antes porque no se sabía la importancia que tiene el aislamiento, que a mi juicio es lo mejor.

Dice que los virus reaparecen sobrecargados cada 100 años, ¿algo así pasa hoy?

—Este es un virus desconocido hasta ahora. Muy contagioso. No sabemos si los que se curan pueden volver a infectarse. La medida mundial más importante en salud pública ha sido la creación de vacunas. Creo que mientras no se encuentre una, o algún buen medicamento que lo ataque, esto va a durar harto tiempo.

¿En qué se diferencia de la actual pandemia de la gripe?

—El virus de la gripe ataca, enferma, baja defensas y ahí llegan las bacterias pulmonares y hacen la superinfección, que es tratable con antibióticos. Pero el coronavirus es capaz por sí mismo de producir neumonía, lo que es gravísimo. Las neumonías virales necrosan el pulmón, producen hemorragias y son muy difíciles de tratar.

¿En las epidemias anteriores existió la medida de distanciamiento social?

—Vivía mucho menos gente en el país, así que la gente no andaba pegada para subirse al bus por ejemplo. Pero esto de no poder saludarse o andar con mascarilla en la calle es algo muy nuevo. Hoy vemos dos extremos: la gente que tiene miedo a morirse y la que no le toma el peso a lo que es este virus.

¿ Había visto alguna vez que la gente aplaudiera a los médicos?

—Es común que te feliciten personalmente los pacientes que has salvado o sus familias. Pero estos reconocimientos masivos en los balcones es algo que no había visto y es muy emocionante. Los tratan como héroes.

¿Y usted cree que son héroes?

—En ocasiones, sí. Hay que ser verdaderamente un héroe para meterse a una sala de infecciosos de este tipo, donde uno sabe que puede contagiarse y morir. Nuestra profesión es difícil, ahora han agredido a profesionales de la salud y eso es inusitado. Antes había un respeto por los que trabajábamos en hospitales, era muy digno.

“El sistema está malo”

El Dr. Olivares dejó de ejercer formalmente la medicina hace 15 años, pero fue la revista del Colegio Médico la que lo declaró oficialmente “el doctor más viejo de Chile” en 2018, cuando cumplió un siglo. Y aunque el delantal está colgado, siguen recurriendo a él por su ojo clínico. Hace poco tiempo atrás, le diagnosticó cáncer al pulmón a un familiar cuyo único síntoma era que de un día para otro no podía mover las manos y los traumatólogos no daban con la causa.

A sus años, el doctor está físicamente bien, ostenta una lucidez envidiable y se mantiene al día en la actualidad n acional e internacional.

En estas últimas semanas, ha monitoreado por teléfono el coronavirus del que se contagió su hijo de casi 70 años, que vive en Londres. “Pero fue un cuadro benigno. Menos mal que no le pasó lo del rubio (Boris) Johnson, que se salvó gracias a la salud pública”.

¿Cómo ha manejado la pandemia este gobierno?

—A veces parecen desorientados en cuál camino tomar, pero no es fácil estar allí. Lo de querer volver a clases me parece muy mala idea. Al parecer, la cuarentena parcial ha resultado, pero hace que la gente no le tome la gravedad a lo que está pasando. Sabiendo que están enfermos, van al supermercado o a pasear al perro. La gripe ha ido mutando... Contra este bicho nada nos protege.

¿Qué medida recomendaría si fuera parte del consejo asesor?

—Habría hecho una cuarentena total y masiva por un mes con las fronteras cerradas por un buen rato. Y si una persona se enferma, le haría la prueba de covid-19 a todos sus cercanos. En las casas de reposo los pobres viejos se están muriendo por una persona que llegó enferma desde afuera. ¿Y los 33 haitianos enfermos en un cité? Llévenlos a Espacio Riesco y atiéndanlos. Para eso lo arrendaron, para mejorar a la gente.

¿Y cómo nos inmunizaríamos con cuarentena total?

—Si hay cuarentena total, no hay nuevos contagios y no hay enfermedad. Cerrar comunas de a poco es enfermar de a poco. En Nueva Zelandia funcionó la cuarentena masiva, pero solo tienen tres millones de habitantes. No podemos saber si sirve para Chile, pero me parece lo más seguro.

El ministro Mañalich ha dicho que tenemos el mejor sistema de salud del mundo…

—El sistema está malo. ¿Cuántos hospitales hay en Santiago? Ñuñoa no tiene hospital ni clínicas. Todo el sector oriente depende del Hospital Salvador y el resto es privado. Los policlínicos pasaron a los municipios y bajaron el nivel. Se descuidaron con la salud todos los gobiernos últimos; el Colegio Médico lo ha planteado bien. Necesitamos tener un sistema central de salud reconocido por la Constitución, con conciencia de los seres humanos.

¿ Hay algún país que le llame la atención en esta crisis?

—En Nueva York, casi todo el sistema es privado y la gente está muy mal, mientras que el de Inglaterra, que es público y nacional, ha funcionado bien. En China, con medidas muy enérgicas controlaron lo de Wuhan. Me extraña lo de España e Italia. Parece que en las ciudades más juergueras hay más enfermos. La gente debe entender que cuidarse es por ellos y también para no contagiar a los que se pueden morir. Eso es ser comunidad.

¿Y usted cómo ha experimentado la cuarentena?

—Si los mayores de 80 no pueden salir, qué voy a poder salir yo que estoy “re” pasado (de esa edad). Me hace falta ver a mi familia, a mis amigos, ir al club. Me gusta tanto salir y caminar. Pero no voy a contravenir las reglas. Así que me doy vueltas aquí, me informo, conversamos con mi señora y leo mucho, siempre. Hace 15 años que quería leer de nuevo La Fiesta del Chivo (el libro de Mario Vargas Llosa). Mi hijo me lo trajo. Tiene 500 páginas y me lo leí en una semana. Pucha que me dio gusto.

¿Tiene miedo al coronavirus?

—No tengo miedo a morirme, ya pasé harto de largo. Pero no me gustaría morirme entubado y aislado de los que quiero. Así que vengan a verme.

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