Armando Uribe Echeverría gira en 180 grados su computador hacia el gran ventanal de su departamento parisino. “Ahí está, ¿la ves?”. Sobre los tejados grises y los edificios neoclásicos, en un rincón de la pantalla asoma la torre Eiffel. “Ha sido una compañía invaluable y un consuelo en esta cuarentena. Ya hay 22 mil muertos y la situación está muy complicada. Ahora se cerraron hasta las ferias libres”, comenta el abogado sobre uno de los hábitos más arraigados por los franceses.

Es el segundo hijo de los cinco que tuvo el poeta Armando Uribe con su mujer, Cecilia Echeverría. Obsesionado con la muerte los últimos años de su vida, el escritor “habría creído que moriría de coronavirus. Le temía a este tipo de cosas”, dice Uribe Echeverría .

.Armando hijo forjó su vida en Francia, país al que arribó a los 13 años, luego de que su padre—entonces embajador del gobierno de Salvador Allende en China— fuera expatriado tras el golpe militar de 1973.

La familia partió entonces a Bélgica y luego a París. En esas tierras, Armando Uribe Roa se concentró en su tarea como profesor titular en la Sorbona. Desde Europa fue un activo opositor del régimen de Pinochet.

Quien no lo pasaba muy bien era Cecilia Echeverría, hasta entonces una reconocida artista plástica. “Para mi madre fue muy difícil. Vivíamos en dos departamentos distintos, separados por algunas cuadras porque no había posibilidad de tenernos a todos juntos en un lugar más grande. Imagínate, mis padres más los 5 hijos y luego se sumó durante un tiempo mi abuela paterna. Ellos vivían con los dos más chicos y los mas grandes en otro lugar. Recuerdo ver a mi madre llegar todos los días con las bolsas de la compra luego de subir varios pisos. Para ella fue agotador; se encargó siempre de la familia. Mi papá nunca llevó una cuenta. Si bien ambos hablaban francés, jamás se acostumbraron a vivir lejos de su país”.

Con el regreso de la democracia, en 1990 retornaron a Santiago, menos Armando hijo que se mantuvo en el lugar que considera su patria y donde se casó y tuvo a sus cuatro hijas.

No fue hasta el 2012, con 52 años, que el abogado se instaló por primera vez en Chile, como representante de la Ile de France (algo así como nuestra Región Metropolitana) para encabezar las relaciones diplomáticas con Santiago. Llegó junto a su mujer y sus cuatro hijas, pero luego de cuatro años el gobierno francés optó por cerrar sus oficinas en nuestro país y reorientar su estrategia diplomática hacia China.

Sus hijas y su mujer volvieron a Francia. “No se acomodaron a Chile, un país minúsculo, con una sociedad cerrada donde todos se conocen desde chicos”.

Uribe Echeverría permaneció en Santiago. Continuó desempeñándose en una compañía de abogados y se fue a vivir con su padre —donde permaneció hasta 2018— en departamento de calle Ismael Valdés Vergara.

—¿Cómo recuerda ese tiempo?

—Entretenido, compartíamos lecturas. El era un padre bastante normal, aunque estuvo muy ausente durante gran parte de su vida profesional.

—Da la impresión de que fue un padre severo…

—Es cierto que se veía una persona muy dura y difícil, pero era afable, , no tenía una gota de cruel o violento. Decía cosas razonables con una cierta virulencia. Un hombre moderado, ni izquierdoso ni fascista. Me acuerdo que afirmaba: “yo no soy una persona de izquierda, pero el mundo se ha ido tan a la derecha que sin haberme movido me encuentro de acuerdo con la gente de izquierda”. Tampoco fue un católico intransigente.

—Pero era partidario de que las misas volvieran a ser en latín.

—Sí, pero por una posición estética. De hecho, no entendió nunca una palabra de latín.

—¿Usted también heredó su religiosidad?

—Soy católico y probablemente sea conservador como él. Son herencias; uno no elige donde nace. Con mi padre teníamos diferencias: él era contrario al aborto, por ejemplo, yo soy netamente favorable a que las mujeres decidan por sí solas, sin que se metan los hombres en lo que deben hacer con su cuerpo.

—Su padre cargaba con el peso del pecado. Solía hablar de eso en sus libros.

—Era su lado flagelante. Él se hacía un autoanálisis permanente. Le entretenía mucho la idea de la resurrección de la carne, tal cual.

Bombas en el Parque

El poeta murió el 22 de enero y desde su casa observó el estallido, que él había vaticinado: fue un duro detractor de la transición y el modelo económico. “Últimamente no hablábamos mucho de la situación política, aunque sabía que esto no daba para más… El estaba molesto con los gases lacrimógenos; sufría de serias dificultades respiratoria…”, dice por las protestas en el Parque Forestal. “No me extrañaría que eso influyera en que mi padre muriera a los 86 años y no un poco más tarde”.

El 10 de enero, casi dos semanas antes de su partida, Uribe hijo habló por última vez con su padre. “Yo estaba de cumpleaños. Me preguntó que quería de regalo y le pedí que eligiera entre los centenares de cuadernos que tenía escritos y me lo obsequiara para editarlo. De eso hablábamos… Dejó miles de páginas en las que habrá que trabajar algún día”.

Reconoce que no pudo venir al funeral de su papá. “Qué más puedo decir: no llegué y me pesa no haberlo hecho, pero hay prioridades y él lo sabía; acababan de confiarme en un nuevo puesto y no podía llegar y desaparecerme por una semana en la otra punta del mundo”.

Desde el encierro parisino, no pierde de vista a Chile: “Sería un error pensar que este desasosiego de la sociedad chilena se va a apagar con la pandemia. La protesta social va a seguir”.

LEER MÁS