Es seria y creativa en su trabajo. De una colección a otra, Lupe Gajardo va cambiando su propuesta y es así como cumplió diez años de carrera siendo una de las diseñadoras de vestuario más respetadas en nuestro país.

Cerró su taller en abril de 2019 y viajó a San Francisco, en Estados Unidos, con ganas de retomar el trabajo artesanal. Volvió a Santiago en septiembre, para trabajar en la colección que celebra su aniversario, y cuando ya estaba definida la fecha para el desfile (17 de marzo), la irrupción del coronavirus lo impidió.

-¿Cómo te afectó suspender tu desfile?

-Ha sido de los bajones más grandes desde hace muchos años. Tenía —y quedó volando— energía encaminada hacia un objetivo, durante largo tiempo, y de pronto se cae todo por una fuerza muchísimo mayor. A esa altura no era solo yo, era un equipo enorme: el taller, modelos, productora, músicos, coreografía, marcas que apoyan… cancelamos 3 días antes. Lo más triste fue no poder darle fin a la colección de la manera que construí durante tanto tiempo. Para mí, una colección es una fantasía completa que termina en la pasarela y ves los trajes en movimiento, con la atmósfera que quise transmitir. Me gusta la conexión que se da entre la performance y el público.

Un gran patchwork

-¿Cuál es la idea/fuerza de la colección?

-Es una fantasía en un futuro escaso, donde creamos belleza desde lo menos. Trabajamos casi únicamente con retazos que teníamos en el taller. El tema de la escasez me interesa porque es una realidad en la industria nacional. Desde que partí he tenido que lidiar con no disponer de materias primas o no de la calidad que espero. Por lo tanto esa “escasez” me ha empujado a innovar, y diría que uno de nuestros sellos es justamente ese: la intervención textil, el mix de materiales, el trabajo de alta costura en algodón y materiales poco convencionales; eso, mezclado con técnicas artesanales, experimentales. Fue un gran patchwork, en el amplio sentido de la palabra. Punk-Futurista.

-¿Cuántas piezas tiene?

-47 looks. De estos, un tercio es unisex y el resto femenino. Es una colección atemporal donde priman vestidos y túnicas; también conjuntos, pantalones, tops. Juego mucho con siluetas asimétricas sueltas que desdibujan las líneas del cuerpo, y también con estructuras rígidas. Todos los vestidos fueron armados al maniquí (moulage). Hay algodones, gasa, gabardinas, denim, terciopelo, sedas varias y un sinfín de aplicaciones bordadas o reutilizadas. En looks más experimentales bañamos vestidos en acrílico y en resina de poliéster.

-Habitualmente, ¿cuántas tallas haces de cada pieza?

-En general hacemos solo piezas únicas y en particular, en esta colección, al ser trabajada con retazos es imposible lograr dos veces el mismo resultado. Es lo lindo de un trabajo exclusivo y no en serie, cada pieza se trata como un cuadro. Mientras está montada en el maniquí es muy fluida la forma en que se va armando y transformando; hay veces que un vestido sale en una hora y otras puede demorar meses. Generalmente nuestras piezas se pueden adaptar a tres tallas, también trabajamos muchas siluetas oversize.

-¿Cómo has trabajado en medio de la cuarentena?

-Estamos preparando el lanzamiento digital de la colección y empezando nuevos proyectos en este escenario local y global nuevo. En ese sentido estamos partiendo con acelerador junto a dos socios —Francisco Barros y Daniela Charad— un proyecto de mascarillas sanitarias para el mercado local. Y desde este año soy vicepresidenta de Moda Chile. Junto a Francisca Tornero, la presidenta, como gremio estamos súper comprometidos con los independientes y emprendedores del rubro para salir adelante juntos en este momento difícil.

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