Ángela Johnson es dueña de casa y nunca ha sido buena para salir de su hogar. Como todo el mundo, vive contra el tiempo deseando que el día tenga 40 horas. Pero su intimidad familiar claramente no es como la mayoría: lleva 28 años casada con José Miguel Romero y juntos tienen 17 hijos.

A los 23 años tuvo a Rafael (el primogénito). Luego vino María de los Ángeles, José Miguel, Gabriel, Tomás, Santiago, Sebastián, María Victoria, Consuelo, Margarita, Amalia, Juan, Matías, Pedro, Elena, Pablo y Sofía, que es la menor, con seis años.

Tres de los hijos ya se independizaron y “solo 14” viven bajo el mismo techo, número suficiente para poner la casa patas para arriba en la cuarentena. Junto a ellos, también vive la suegra de Ángela, que con 97 años está debidamente resguardada en una habitación independiente de la casa. Finalmente, cierran el círculo familiar cuatro perros: Bobby, Chica, Kika y Thor, sindicado por fuentes cercanas como el que se come las plantas del jardín.

¿Cómo es el encierro de la familia Romero-Johnson?

Ángela lo tiene claro y no se demora en revelar el plan maestro: “Un grande se hace cargo de un chico”, afirma con visión de estadista familiar. Durante las primeras horas de cuarentena, esta familia de Quintero tuvo que hacer una suerte de «reunión estratégica» para planificarse. Tomando en cuenta las afinidades entre hermanos, Ángela armó un equipo donde los mayores se harían cargo de los más pequeños para abordar las tareas del colegio y algunas responsabilidades domésticas como hacer las camas.

Como primera medida logística, el living y el comedor desaparecieron. En su reemplazo, instalaron «escritorios de campaña» para las tareas de los niños y los compromisos laborales de su marido, quien trabaja (a distancia) en un banco.

Al principio no fue fácil, admite. La falta de computadores suficientes generó discusiones y en más de alguna ocasión disputas que requirieron de un juez. Para Ángela, mantener la paz cuando surgen diferencias entre todos su hijos ha sido lo más difícil de la cuarentena. Hay demasiadas voces, muchas opiniones y ella debe mantener la calma, a pesar de los momentos de frustración y caos que se generan con las obligaciones online. Su misión –lo dice con convicción– es adelantarse a los conflictos, por ejemplo, organizando horarios para que los computadores alcancen para todos. Con el paso de las semanas, cuenta, ha mantenido la cordura viviendo el día a día a pasitos cortos y sin que la planificación se dispare mucho a futuro. Pero hay algo claro: si esta familia fuera un país, Ángela sería su presidenta con un nivel de aprobación de 100 por ciento.

Desayunos por turnos

Cada mañana la cocina recibe a 14 almas hambrientas. Como Ángela es la primera en levantarse, se preocupa de dejar todo listo para recibir por turnos a la multitud. Los más pequeños primero y luego los más grandes en forma escalonada. La rutina diaria es tomar desayuno, lavarse los dientes, vestirse y hacer la cama. Como hay un solo calefón, algunos se duchan en la mañana y otros en la noche. En este caso, también han surgido roces con los que se quedan dormidos y exigen el desayuno más tarde. Pero las reglas son claras y todos han realizado esfuerzos para que el sistema funcione.

Los más chicos saben que no pueden estar en clases con pijama, ni tampoco comer a cualquier hora. Para eso Ángela implementó un sistema de colaciones a media mañana: una fruta o un pan con queso. Su idea es mantener una rutina con clases y recreos, que pueda compensar la falta de clases presenciales.

Ciclos de cine, deporte y fiestas de disfraces

Hasta antes del covid-19, Ángela vivía en función de la cocina, el lavado y el planchado. Y pese a mantener el orden de su casa con la ayuda de todos, esta pandemia le ha permitido correr el cerco de sus prioridades.

Hace un par de semanas, el improvisado «comité de entretención» de sus hijos comenzó a organizar ciclos de cine familiares. Al principio ella se negó a participar, sus preocupaciones domésticas eran un obstáculo y sentía que debía mantenerse al margen. Pero poco a poco se fue entusiasmando y terminó seducida por su familia para asistir a panoramas que antes no estaban dentro de sus planes. Hoy ya es fanática de Shrek, Brooklyn 99 y la saga de Rápido y Furioso. Su conclusión es tan clara como sincera: “Hay que pasar el tiempo con los niños”.

Pero los niños también han invertido tiempo con sus padres en esta cuarentena. Dos viernes al mes ellos organizan una fiesta temática, que si bien partió como una humorada, ahora es una de las actividades más esperadas por todo el grupo.

El primer viernes fue una fiesta de gala. Instalaron una alfombra roja, ambientaron la casa como si fuera un casino y cada uno se vistió con elegancia. Usando la creatividad y estrujando los clósets, lograron hacer del encierro una válvula de escape frente a la amenaza del coronavirus. Pero fueron por más. Fue tan exitosa la idea, que el viernes subsiguiente organizaron una fiesta de disfraces.

Nuevamente el ingenio, el reciclaje y la motivación convirtieron un día más de confinamiento en una jornada memorable. Por el living de la casa desfilaron Thor, Vanellope von Schweetz (Ralph el Demoledor), Masha y el Oso, Bender (Futurama), Capitán América y once disfraces más. Ángela se convirtió en una Frida Kahlo bastante realista.

Para este viernes la apuesta será gastronómica y el evento anunciado es una «competencia de panes». Algunos ya están escogiendo sus recetas. Pero hay más. Todas las semanas, el «comité de deporte» de sus hijos organiza sesiones de gimnasia para mantenerse en forma.

Ángela cuenta que desde el colegio no practicaba este tipo de ejercicios, y que a pesar de los dolores musculares, los disfruta, los agradece y la hacen sentir profundamente conectada con su familia.

El covid-19 está cambiando la rutina planetaria. Dice que ella nunca ha sido buena para salir de su casa, y en tiempos de cuarentena, está lejos de necesitarlo. Y que la pandemia también puede ser vista como una oportunidad única para establecer nuevos vínculos sociales y familiares. “Hay mucho aún que enseñarles a los niños, como también mucho que tengo que aprender de ellos”, cuenta. A esta “presidenta familiar”, aún le quedan muchos períodos por delante.

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