En enero de este año Andrea García tomó el vuelo más significativo de su vida. Un viaje que tendría un retorno incierto y que se ha convertido en una pesadilla. Esta psicóloga, oriunda de San Pedro de la Paz, había concluido recién un máster en París y junto a Ignacio -su pareja- decidieron viajar a la India, un sueño anhelado.

Pero tal como en un guión de terror, una fuerza antagónica brutal fue amenazando la aventura. La explosión del coronavirus los pilló en la ciudad santa de Benarés (India) y a partir de ese momento han vivido una escalada vertiginosa. El punto de inflexión fue el 20 de marzo. Ese día los habitantes indios comenzaron a gritarles en la calle, porque los consideraban portadores del virus. Era el momento de volver a Chile, pero su propio país era un destino tan lejano como imposible.

Esa misma noche encontraron pasajes a Santiago con escala en Phuket, una paradisíaca isla de Tailandia (hoy en cuarentena) que resultó ser todo menos un paraíso para la joven pareja. Hace 16 años, en 2004, allí se produjo un terremoto de magnitud 9,3 Ritcher y un tsunami que dejó de 230 mil fallecidos, entre ellos una chilena, Francisca Cooper, quien había ido de luna de miel a la isla Phi Phi.

A la isla Andrea y su pareja llegaron el 21 de marzo, en espera del vuelo a Chile, que saldría el 24 de marzo vía Emirates.

Pero el 23 en la noche la aerolínea les canceló el vuelo y desde ese día están “varados”, con miedo, recursos limitados y una insoportable sensación de incertidumbre. Si bien las autoridades chilenas han gestionado el regreso de cientos de chilenos, en el Sudeste Asiático el escenario es distinto (ver recuadro).

-¿Qué pasó el 20 de marzo en India?

-La gente comenzó a gritarnos “coronavirus” en la calle, porque como éramos extranjeros, nos consideraban portadores del virus. Ese mismo día, el gobierno local nos echó de un restorán y más tarde el dueño del hostal donde nos quedábamos nos dijo que ya no podían recibir más turistas. Así que decidimos volver a Chile.

-¿Cómo han enfrentado estos momentos de encierro en Tailandia?

-Ha sido muy estresante y muy intensos a nivel emocional. Phuket es el lugar donde hay más contagios y al principio fue terrible, porque no nos dejaban salir del hostal para comprar comida. La administradora se ubicaba en la puerta y nos empezaba a gritar, diciéndonos que ella no se iba a meter en problemas por nuestra culpa. Me hizo llorar. En otra oportunidad, el dueño nos dijo que estaba cansado de nosotros... Cuando pudimos salir a comprar, teníamos que caminar dos horas y media, porque el gobierno prohibió el arriendo de motos a extranjeros.

-¿Dónde se están quedando?

-Al principio en el hostal y ahora en un departamento con cocina. También querían echarnos del departamento, pero pudimos convencer al dueño.

-¿Se han organizado con otros chilenos?

-Cuando nos cancelaron el vuelo, nos dimos cuenta de que éramos muchísimos chilenos que iban en ese avión, porque era el último de la compañía. El vuelo estaba lleno y mucha gente se quedó tirada. Así que nos unimos y estamos organizados por país, cada uno con su propio vocero. Estamos en India, Tailandia, Camboya, Laos, Vietnam y Myanmar. Yo soy la vocera de los chilenos en Tailandia.

“Fue terrible cuando murió el abuelo de mi pololo”

-¿Qué ha sido lo más difícil para ustedes como pareja?

-Cuando falleció el abuelo de mi pololo. Fue terrible, porque ellos eran muy cercanos y no se pudieron despedir. Murió el 27 de marzo y es complicado el tema. Sé que le hicieron el examen de covid pero nunca entregaron los resultados.

-¿Te comunicas con tu familia?

-Nos comunicamos por WhatsApp, tenemos muy buen acceso a internet. El único problema son las 11 horas de diferencia. Desde allá, mi familia y mis amigos me están ayudando emocionalmente.

-¿Y las autoridades chilenas?

-La cónsul Rosario Araneda ha tenido muy buena disposición, pero no tiene competencias para asignar recursos o ayudarnos a salir de aquí. Hemos estado en constante contacto con Cancillería, pero ellos ya no responden los correos y lo más fuerte fue cuando el canciller nos declaró como “legiones perdidas” en una entrevista. Eso nos desmoralizó, porque la única forma de volver era con la Cancillería y no nos ayudaron. Ya dejamos de pedir ayuda porque los portazos nos llegaban en la cara y fue súper triste. Aquí hay una niña que estuvo grave, con dengue, y otro chileno que tiene sida.

-¿Qué alternativas barajan?

-Cotizamos tres chárter y los precios eran entre 700 mil dólares hasta 1 millón 200 mil dólares. Es decir, 3.500 dólares por pasajero y eso excede el presupuesto. Y la aerolínea no nos ha devuelto la plata.

-¿A qué te aferras en este tiempo?

-Lo más fuerte ha sido la sensación de desamparo y engaño, pero el apoyo entre los chilenos que estamos acá ha sido muy bonito. Cuando hay alguien triste, nos encargamos de subirle el ánimo. Estamos tranquilos porque también sabemos que nadie nos va a ayudar y eso nos sirve para empoderarnos.

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Aunque hasta el cierre de esta edición no se pudo obtener respuesta desde el ministerio de Relaciones Exteriores, el lunes el Canciller Teodoro Ribera se refirió a este tema. En Radio Pauta reconoció que “nuestro gran problema es Asia”.

Y ejemplificó precisamente con el caso de India, país donde Andrea comenzó su travesía intentando volver. “India es un subcontinente y cuando uno tiene desperdigadas 100 personas es difícil”, dijo. Y dio cuenta de los mismos problemas que relata la chilena varada: “En India está suspendido el servicio de trenes, de buses, de aviones. Estamos en contacto y seguimos tratando de, o bien sacarlos, o darles ayuda humanitaria en albergues, alimentación o asistencia médica”.

En esa entrevista, el Canciller reconoció que una de las alternativas que analizan es “armar un charter” con otros sudamericanos que estén en una situación parecida para intentar acercarlos al continente.

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