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Luis Sepúlveda, escritor.

Todos los grandes medios de Europa reproducen hoy la misma triste noticia: esta mañana, a los 70 años, ha fallecido el escritor chileno Luis Sepúlveda, víctima del coronavirus.

Nacido en Ovalle en 1949, permanecía ingresado desde finales de febrero en el Hospital Universitario Central de Asturias, en Oviedo, tras haber contraído el virus en un festival literario en Portugal, aunque eso nunca llegó a confirmarse.

Tras 48 días en la UCI del recinto —período que en su mayoría pasó conectado a un respirador artificial— murió a las 10.18 horas, horario español, madrugada de Chile

El autor de “Un viejo que leía novelas de amor”, “Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar”, entre más de 30 libros, traducidos en decenas de idiomas, deja a su mujer, la poeta Carmen Yáñez, y seis hijos, Carlos, Paulina, Sebastián, Max, León y Jorge.

Carmen, a quien nunca se le diagnosticó covid-19 con certeza, también estuvo en el centro hospitalario con síntomas que sólo se describieron como “una fiebre aguda”, y volvió a su hogar en Gijón el 18 de marzo, tras guardar la cuarentena.

Por su parte Sepúlveda, una vez que fue conectado a respirador, el 29 de febrero, no volvió a recobrar la conciencia. Incluso se rumoreó que había caído en coma, pero estuvo relativamente estable durante 12 días, hasta que volvió a recaer.

“Alcanzamos a tener esperanza de que se podía recuperar. Ya se había ido el virus, ya no tenía fiebre, pero lamentablemente los pulmones estaban colapsados”, reconoce Víctor de la Fuente, su gran amigo en Chile, director de Le Monde Diplomatique.

Su condición empeoró súbitamente a comienzos de esta semana.

Conscientes de lo inevitable, los doctores permitieron por primera vez que su mujer y su hijo mayor, Carlos, lo visitaran el martes pasado. Ambos se pudieron despedir.

“Nos fuimos preparando poco a poco, pero nunca vas a estar preparado del todo para algo así”, apunta De la Fuente, quien ayer pudo conversar con Carmen. La trató de consolar, pero ninguno pudo hilvanar una conversación. “Es el llamado más triste que he tenido en mi vida”, cuenta.

Batacazo para Hispanoamérica

El 12 de marzo Sepúlveda iba a estar en una Feria Literaria en Milán. Y, al día siguiente, en Nápoles.

A los 70 años el escritor chileno no sólo se mantenía plenamente activo, sino que era una verdadera estrella literaria en Europa.

“En el fondo, Luis era un contador de historias, y ese contacto con su público era lo que lo mantenía vivo”, dice De La Fuente, con quien se reuniría este 30 de mayo en Portugal, en una cita de las ediciones internacionales de Le Monde.

De hecho, con su proyecto más reconocido, el Salón del Libro de Gijón que fundó hace 18 años, solía visitar cárceles y colegios.

“Lo echaremos mucho de menos, aunque no nació aquí, era un asturiano de adopción, creador del gran taller literario que tenemos en esta comunidad”, apunta Martín Mucha, escritor peruano afincado en España que reseñó varias de sus novelas para El Mundo. “Se nos ha ido un escritor importantísimo, uno de los últimos grandes best-sellers en español del último tiempo”.

“Es probablemente la mayor figura intelectual que se ha despedido por culpa de esta maldita enfermedad. Para Hispanoamérica este es un gran batacazo”.

Como un astro del fútbol

Era idolatrado por sus lectores. “En Italia era un verdadero rockstar. La gente lo paraba en la calle, se agotaban las entradas para sus encuentros y charlas. Me tocó acompañarlo un par de veces y era impresionante”, agrega De La Fuente. “De hecho, sus últimos libros, que fueron más fábulas cortas para niños, se publicaron primero en italiano que en español”.

Poco tenía que ver con el mundillo literario chileno. El escritor Mauricio Electorat, con quien compartió muchos encuentros en el viejo continente, explica: “El era universalmente famoso. Desde Neruda, no debe haber escritor tan famoso como Sepúlveda. Vi en Roma cómo los dueños de restaurantes en la Plaza Navona cerraban el local para él y sus amigos. Entré a comprar ropa a una tienda y cuando vamos a pagar la dueña dice: ‘¡No!, esto es para el maestro'. Y saca de abajo de la caja registradora un libro de la ‘Historia de una gaviota...' y le pide que se lo firme. La gente lo paraba en la calle como a un astro del fútbol. El mundillo literario chileno suele ser muy mezquino, no perdona el éxito afuera. Solo se rinde cuando el éxito ya es incontestable. Pasó con Bolaño e Isabel Allende. Ellos completan ese trío de fama”.

En los 90', cuando ambos vivían en París, se veían mucho. Sepúlveda lo invitaba a su festival literario en Gijón y Electorat lo invitó también a ser jurado en un premio literario en Roma. “Conversamos mucho y nos peleábamos también”, recuerda.

“Extremadamente generoso con sus amigos y con desconocidos. Llegaba y te pasaba plata. Recuerdo que en Madrid nos fuimos a tomar unas copas y ya era muy tarde, yo me quería ir y no tenía plata. Quise ir a un cajero. Y me dice: ‘¡No hermano!' Y me pone un billete de 500 euros en la chaqueta. Así era. Y esa misma generosidad la tenía literariamente. El me consiguió mi primer contrato de traducción en Italia”, dice Electorat.

En su casa en Gijón siempre había mucha gente. “Siempre un asado, una gran cena, baile, era muy cariñoso… Todo era desmesurado con Lucho. De una generosidad sin límite, pero de rabias coléricas y de enemistarse a muerte con personas”, cuenta el escritor.

Estuvo 7 años detenido en dictadura. “Lucho tenía una distancia profunda con Chile porque fue violentamente torturado. Elo molieron. Lo tuvieron que rehacer por entero en Alemania, arrastraba en el cuerpo bastantes secuelas de la tortura. Y lo que le quedó permanente fue un odio parido por la dictadura y por toda la gente que calló”, dice Electorat.

Sepúlveda escribió el prólogo de “Habla Avila”, el último libro de Nelson Ávila. “Su muerte me llegó como un tiro”, dijo esta mañana. El fue otro de los invitados al famoso festival de Gijón, poco antes de salir del Senado. “En Europa Luis alcanzó un nivel de devoción que en Chile no se conoce. Era impresionante. El pagaba los pasajes y hospedajes a gran nivel de todos sus invitados, de diversas partes del mundo. Invitaciones a los mejores restaurantes. Lo que revela su asombrosa generosidad y también su nivel de ingresos por derechos de sus obras. Y era de una imaginación extraordinariamente fértil”.

El ex senador recuerda cuando invitó a almorzar a Sepúlveda a su casa en Rinconada de Los Andes, donde vive hasta ahora. “Vino con un hijo y con Víctor Hugo. Terminado el almuerzo, nos quedamos haciendo chistes y ya a las 5 de la tarde cuando vio las gallinas, dijo que le encantaría probar esos huevos. Las fascinación de ese hombre por los huevos a la copa de esas ‘aves libres' como las llamó, era increíble”.

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