“Imagínate si se contagian, son personas de altísimo riesgo, no me lo perdonaría nunca” Carolina de Lapeyra.

Son tres adultos chilenos y piden por favor que los saquen de Cuba. Podrían estar entre los turistas varados allá y tendrían todo el derecho a exigir que se cumpla lo que decían sus pasajes. Pero el caso es más dramático. No estaban de vacaciones. Son dos adultos mayores enfermos que acompañaban a su hijo de 46 años, el odontólogo y oficial de Sanidad del Ejército chileno Héctor Navarro, que es cardiópata y está en tratamiento de rehabilitación neurológica en La Habana. Han recurrido a las aerolíneas que llegan a la isla, a la jefatura del Ejército, al embajador y a la cónsul de Chile en Cuba, Mauricio Hurtado y María Angélica Masia, a la Cancillería chilena y al mismo Presidente Sebastián Piñera que los ayude a repatriar tanto a su familia como al centenar de chilenos varados allá. Pero aún nada.

“Nos dijeron en la embajada que este era un caso claro para aducir ese tipo de razones, así que solo pido que los traigan por razones humanitarias”, dijo Carolina de Lapeyra (46), esposa de Héctor, también odontóloga y docente en la UC.

Un año duro

El 17 de marzo de 2019, Héctor Navarro, un aficionado al rock y a las corridas, sufrió un paro (muerte súbita) al llegar a la meta de una maratón. Lo salvaron los paramédicos. Pero debió estar en coma inducido varias semanas y al despertar, su familia se dio cuenta que tenía graves secuelas físicas y neurológicas. Solo podía abrir los ojos. Vino una rehabilitación por casi tres meses, la vuelta a la casa y sufre un síncope el 2 de junio. Deben adelantar una operación a corazón abierto para corregir la anomalía que dejó el paro. Sale bien de la cirugía, pero los problemas motrices y su actividad cerebral sigue en problemas. Inicia una terapia en el Hospital Militar, pero no es suficiente. Y su esposa, haciendo un esfuerzo económico importante, tomando en cuenta que debe seguir con su casa y sus dos hijos de 15 y 11, lo decide llevar al Centro Internacional de Restauración Neurológica (Ciren) en La Habana.

-Desde un punto de vista histórico, es paradójico que un oficial del Ejército chileno se atienda en Cuba.

-Es cierto, pero nada que decir. Es un equipo a toda prueba. Muy distinto a como tratan acá a estos pacientes.

-¿Dónde radica la diferencia?

-En que se trata de un equipo multidisciplinario de profesionales que conversan entre ellos todos los días, por lo que las terapias son intensas, pero funcionan bien. Son ciclos de 28 días. En el caso de mi marido, en la primera semana se sentía incómodo y muy cansado (son sesiones entre las 8.30 y las 5 de la tarde). La segunda semana agarró el ritmo y a la tercera notamos cambios importantes.

-¿Ustedes estaban con él?

-Sí, claro. Es obligación que vaya con acompañante. Y yo, con la línea de crédito al tope, hice el esfuerzo para que fuéramos los cuatro (junto a mis dos hijos) al primer ciclo. Alojamos con él en el Ciren.

-¿Pero por qué son tus suegros los que quedan varados?

-Porque terminó su primer ciclo a fines de febrero y, como yo tenía que volver a trabajar y mis hijos al colegio, hicimos el cambio y fueron los padres de Héctor a acompañarlo para el segundo ciclo de la terapia que terminaba el 28 de marzo.

Los padres del mayor de Sanidad Héctor Navarro Cabezas, Sylvia Cabezas (76, diabética) y Héctor Navarro Carrasco (78, hipertenso), tenían pasajes para volver el 28 de marzo. Sylvia los intentó adelantar a mediados de mes, cuando Aeroméxico dio por cancelado su vuelo debido a las consecuencias de la pandemia de coronavirus. Pero Carolina les pidió que no lo hicieran para terminar el segundo ciclo de la terapia debido a que veía cambios sustantivos en Héctor y no quería que retrocediera. “En este tipo de tratamientos, avanzas dos pasos y puedes retroceder tres. Héctor ha avanzado mucho, pero vive en un mundo paralelo. No tiene idea de la plata que hemos gastado, de los esfuerzos hechos. Pero ya muestra deseos de ver a sus hijos y de trabajar”.

De la aerolínea les dijeron que no se preocuparan pues su vuelo quedaba para el día 29. Pero hoy no hay vuelos de ninguna compañía para volver.

“La situación en Cuba es muy difícil”, cuenta Carolina. “Es un país pobre y su infraestructura sanitaria no es tan adecuada para enfrentar una emergencia mundial como esta. Mis familiares están bien en el Ciren, pero no pueden estar mucho más tiempo. Imagínate si se contagia cualquiera de ellos, son personas de altísimo riesgo, no me lo perdonaría nunca. Yo les pedí que terminaran la terapia. Nunca imaginé lo que iba a ocurrir en el mundo en tan poco tiempo”.

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“Solo pensar que uno puede empeorar, perder a la familia y su proyecto de vida, es muy fuerte”

“Para los Covid (+) será útil dormir de guata? Lo voy a intentar...” puso en las redes sociales el lunes -en tono de broma- el jefe de los servicios de Urgencia de la Universidad Católica, Pablo Aguilera Fuenzalida.

Hace 13 días que el médico está en cuarentena en su casa y, hace tres, tiene certeza que es positivo de coronavirus tras haberse contagiado en una reunión de trabajo. Su esposa y sus hijos llevan más tiempo en aislamiento. Ello, porque los niños estudian en el Saint George y pudieron haber tenido contacto con el profesor de educación física de ese colegio que inició el contagio en el sector oriente.

“Estoy cuarenteneado y convaleciente” dice al teléfono en medio de reuniones on line para apoyar la gestión de las Urgencias de Marcoleta y de San Carlos de Apoquindo, además de ver la formación de los urgenciólogos de ese plantel.

Se le escucha animoso, pese a que la enfermedad ha ido evolucionando de a poco y ya se está manifestando con algo de tos y algún dolor muscular.

-¿Cómo te contagiaste?

-La semana del 16 de marzo participé en algunas reuniones en que, después, supe que una de las personas presentes estaba positiva. Así que a todos nos mandaron a cuarentena a la casa a partir del viernes 20. Y estando en cuarentena, el jueves 26 comencé con síntomas muy leves.

-¿Cuáles?

-Una pequeña tos de fumador, aunque yo no fumo. Y, por casualidad, me di cuenta que estaba sin olfato, que es uno de los síntomas. Es poco frecuente, pero está descrito. Ahí pensé que podría estar contagiado, así que el domingo me fui a hacer el test y salió positivo.

-Tuvo los primeros síntomas el 26 ¿por qué espero 3 días para el examen?

-Esperé que progresaran los síntomas, para tener la certeza del cuadro. Perder el olfato es bien raro, uno no se de cuenta, hay que tomar conciencia de no hueles nada para detectarlo. Yo me di cuenta porque mi hijo más chico usa la pelela y mi señora me comentó que su deposición olía muy mal, y yo no percibí ese olor. Ahí pensé: «oh-oh, problemas». Así que fui a oler un desodorante y después un perfume. No huelo nada. Pero no estoy congestionado, no tengo resfrío, ni mocos, nada de eso.

“Esto no es fácil”

El médico tiene tres hijos: una adolescente y otros dos más pequeños.

Precisamente el manejo emocional de todo esto con ellos ha sido uno de las cosas complejas. “Sería mentira decir que a uno esto no lo asusta, así que hay que tomar las medidas necesarias”, admite.

Por lo pronto, no tiene contacto físico con sus hijos, pese estar en la misma casa. Su esposa decidió irse a dormir a la pieza con los niños. Y si bien intentan seguir con la rutina de comer juntos, lo hacen de una forma bien peculiar: “ella y los niños en la mesa del comedor, y yo bien arrinconado en la misma pieza, a metros de distancia”.

El lavado de manos a cada rato y el uso de mascarilla es sagrado, agrega.

Lo más duro, dice, es no poder abrazarlos, no poder tocarlos. “El otro día uno de ellos quiso acercarse y acostarse a mi lado, para ver televisión, y le tuve que decir que no... esto no es fácil. Con mis niños siempre he sido cercano, de jugar, de mucha piel. Pero ahora no. El de 10 años, lo entiende aunque le cuesta aceptarlo. Y para el más chico, es más difícil. Les cuesta visualizar la magnitud de todo esto. ¡Y cómo no! si hasta a los adultos les cuesta”.

-¿Cómo contienen al más pequeño?

-La mamá tiene una labor fundamental. Al principio, cuando yo no estaba en cuarentena y llegaba del hospital, salía corriendo para abrazarme y me señora tenía que atajarlo. Igual, una lata. Ahí ella tenía que abrazarlo, contenerlo y decirle que el papá tenía que sacarse la ropa primero antes de abrazarlo. Ahora, la cosa es más compleja. Ha sido un cambio para todos. Lo que estamos viviendo es histórico no solo a nivel de salud pública, sino también social. Por primera vez, todos estamos obligados a pensar en el otro. Si no, esto nos va a colapsar en todos las ámbitos.

“Mirarnos la cara”

De la cuarentena, dice, su familia sabe mucho más que él porque comenzaron a vivirla antes: “los niños están estudiando en el Saint George y mi hijo chico pudo haber tenido contacto con el profesor del colegio que fue el caso índice. Ahí partió la cuarentena para ellos, porque yo seguía haciendo mi vida seminormal trabajando en la Católica, aunque con una serie de precauciones para no traer el virus para la casa”, dice.

-Pero igual lo trajo....

-Si. Tomé todas las medidas a mi alcance. Salía de mi casa con una muda de ropa limpia, que me cambiaba cuando me venía de vuelta del trabajo. Y cuando llegaba a la casa, antes de entrar, hacía casi un striptease sacándome toda la ropa para ir directo al baño a lavarme las manos. Claro, eso funcionó. Pero me contagié de otra forma, en una reunión.

-¿Tu familia alcanzó a salir de la cuarentena original, antes de entrar a la generada por usted?

-No, ya van para las 3 semanas. La convivencia evidentemente cuesta, pero ha sido también interesante aprender a estar todo el día con los niños, mirarnos la cara todo el rato con mi señora y salir de la máquina del día a día.

“¿Y si ando mal?”

-¿Qué pasa por la cabeza de alguien coronavirus positivo?

-Uno sabe que en la gran mayoría de la población esto puede ser un resfrío, que va a andar bien. Pero en el minuto en que uno lo tiene, uno se plantea ¿qué pasa si yo soy del poco porcentaje que anda mal? Los niños se afectan mucho, porque está en la mente de todos que el coronavirus está matando a un montón de personas.

-Tienes 39 años, en teoría no eres población de riesgo.

-Uno sabe que la probabilidad es baja, pero eso no quita que uno puede ser parte de la estadística, de esa gente joven que está cayendo a ventilación mecánica, que está grave. El mismo caso del profesor del colegio, tiene mi edad y cayó en ventilación mecánica. Hay que tenerle respeto.

-¿Te ha cambiado el covid19?

-Sí. Solo pensar que uno puede empeorar, perder a la familia y su proyecto de vida, es muy fuerte. En el día a día uno no piensa en lo frágil que podemos ser. Es tiempo de valorar, a la familia, los afectos, uno mismo. Y es duro también estar en la casa viendo cómo día a día se contagia más gente, ver que el equipo se contagia, que las personas están con miedo. No poder acompañarlos, es difícil.

Dice que “ante una pandemia como esta es difícil decir que uno está preparado, porque nunca había pasado. Sólo sabemos que viene una gran ola, que es una batalla que se anuncia, se anuncia... esperar el día que llegue genera angustia de no saber la magnitud de lo que se viene. Entonces es muy dar certezas y contener a los equipos. Sobre todo cuando los reportes internacionales hablan de muerte de muchos profesionales de la Salud por esto. Entonces, uno piensa: «el siguiente puedo ser yo»”.

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