Maximiliano Raide recién había inaugurado el Teatro C, con una inversión de 2 millones de dólares, cuando vino el estallido. Hoy, declarada la pandemia por la OMS, el empresario ligado al negocio gastronómico y cultural a través de una decena de locales —entre ellos los restaurantes Europeo, Jardín Secreto y Casa las Cujas en Cachagua—, cuenta que decidió cerrar momentáneamente el teatro y darle un nuevo sentido.

“Se lo ofrecí al alcalde Torrealba como centro de vacunación para adultos mayores. El lugar es ideal, en pleno corazón de la comuna y se pueden atender hasta 500 personas. También estará disponible por si la situación empeora y no quedan camas, como en Italia, aunque ojalá no lleguemos a eso”, señala este abogado, a la cabeza del grupo Liderazgo, junto a sus hermanos Domingo y Juan Pablo .

“No fue fácil cerrar el teatro. Era un proyecto que empezamos cuando mi papá, Jorge Raide, a quien todos conocían como Coke, todavía estaba vivo. Murió hace menos de un año. Por eso con mis hermanos le pusimos Teatro C, en honor a él”, dice sobre el hombre a quien recuerda cuando interpretaba a Los Beatles o Frank Sinatra. El rey de las celebraciones de fin de año. “Mi viejo era un gozador. Se habría vuelto loco en este infierno, encerrado por el coronavirus”, sonríe.

Antes de que se declarara el cierre de comercio y restaurantes —el viernes de la semana pasada—, los hermanos Raide ya se habían adelantado al cerrar el Europeo, uno de los más conspicuos del sector alto que, tras una remodelación que partió en enero, sería inaugurado —incluyendo la nueva carta— en marzo.

En cuanto al Jardín Secreto —ubicado a un costado del Europeo— y que recién abrió sus puertas en octubre, sobreviviendo con inusitado éxito al estallido, esta vez el temor al covid-19 fue más fuerte. “Contra todo pronóstico, el Jardín secreto fue un fenómeno; estaba lleno todos los días. Un espacio donde la gente se sentía cómoda. Gracias a eso pudimos darles una mano a otros restoranes, sobre todo a aquellos de Bellavista y Lastarria, los más golpeados por la crisis social; contratamos a sus cocineros y garzones que se habían formado en ellos por años. Pero ahora la crisis nos agarró a todos. Podríamos haber seguido como take away o delivery, pero en el sector oriente la gente no le está tomando el peso y ni siquiera respetan la cuarentena, estaba el riesgo de que se pudiera contagiar a los nuestros”.

Una preocupación que va más a allá de lo sanitario. “Seguiremos pagando y manteniendo sus contratos. Haremos todo lo que podamos hasta julio o más, aún con todos los locales cerrados. Mantendremos a nuestro equipo hasta el final. Vienen 90 días que serán fatales, en especial para la gastronomía, la entretención y el arte”.

Proyecto interrumpido

Parte de una generación de pequeñas y medianas empresas surgida hace diez años, en plena crisis subprime (“cuando nadie quería ser emprendedor”), Raide no oculta su orgullo ni la moral que los sustenta. “Todo lo que hemos logrado ha sido a pulso. Las 50 personas que trabajan acá son nuestra familia. Solo aquellos que se mantienen unidos logran salir adelante, sin importar la jerarquía. Vamos a seguir pagando todo lo que haya que pagar. Es un mensaje para otros empresarios”.

—¿Con qué recursos, si tuvieron que cerrar los restoranes y hasta se quedaron con la inversión del Europeo lista y sin estrenar?

—Íbamos a empezar con un proyecto de una cadena de cafeterías para deportistas. Hoy ese presupuesto será íntegramente para cuidar a nuestra gente. En cuanto a nuestros restoranes y el teatro, lo vamos a defender hasta el final, aunque tenga que vender mi auto.

“No somos corruptos”

Raide cuenta que fue su padrino, el empresario León Avayú (87) —fundador del grupo Indumotora, rubro en el que también se desempeñó su padre—, quien lo formó como emprendedor. “Él partió con sus hermanos, igual que nosotros. También tuvo períodos de alzas y bajas”.

—Nada comparado con esto…

—Esta crisis es lejos peor que la de octubre. Acá no hay dos visiones en pugna, sino que se trata de un desequilibrio global, que afecta a todos los sectores. Si no nos apoyamos entre todos, esta crisis se extenderá por muchos años y costará cada vez más salir. Por eso es muy importante transmitir el valor de ser solidarios, de apoyarnos entre nosotros, partiendo por nuestra propia gente.

—Sebastián Edwards dijo que el país se cae a pedazos. ¿Es pesimista?

—La pregunta es más profunda: lo que nos estamos jugando es si volveremos a ser un país subdesarrollado en las próximas décadas o si lograremos retomar la senda del desarrollo.

Apunta:

—A lo mejor no ha sido tan considerado en el análisis, pero hay una cuestión generacional muy importante: aquellos que estamos sobre los 30 o 40 años, que hemos hecho a pulso nuestros emprendimientos, debiéramos ser los que lideren este proceso. Somos una generación más limpia, menos corrupta, que ya no se cree el cuento de Chicago o del especulador que construye su fortuna a través de pasadas en la Bolsa. Demolimos el estereotipo del winner. Las generaciones anteriores querían ser ricos, no tenían códigos.

—Pero todo empresario busca ganar dinero.

—Nosotros creemos de verdad en la competencia, que significa no coludirnos. Somos distintos. Así como estamos dispuestos a vender el auto para levantar a nuestras empresas, también seremos los que levantemos a Chile de esta crisis. Es un cambio de paradigma y eso quedó demostrado con el estallido social de octubre, donde nos apoyamos como pudimos entre todos. Sin egos. Es esta nueva generación la que debe estar en la primera línea.

—¿Quiénes integrarían este frente?

—Alejandra Mustakis, presidenta de la Asech; Juan Sutil, a la cabeza de la CPC; Pablo Terrazas, en la vicepresidencia ejecutiva de la Corfo. En el Gobierno celebro a Ignacio Briones; está dando cátedra de manejo político; un ministro de derecha muy distinto, un gallo que estudió en Francia cuando aquí todos se van a EE.UU. y, aunque se diga que es populista, yo creo que tiene una sensibilidad más francesa. Destaco a Lucas Palacios que está dando una mirada mucho mejor que Juan Andrés Fontaine en Economía.

—Le paró el carro al CEO de Latam cuando estaba pidiendo financiamiento del Gobierno.

—Eso se llama ser creíble. Es muy difícil que le pasen recursos a la empresa del mejor amigo del Presidente. La generación más joven ve las cosas así.

—Andrónico Luksic movió el tablero cuando tras el estallido llamó a subir los sueldos de los trabajadores y ahora adelantó que los clientes de su banco podrán pasar las cuotas impagas de sus créditos al final del vencimiento.

—Esas son las señales que hay que dar. Se le puede criticar por muchos frentes pero lo que hizo fue muy potente. Si mi banco no hubiese seguido esa política, ya me habría cambiado al Chile.

Explica:

—Estamos hablando de ir en ayuda de alguien que está al borde de perder todo lo que ha construido a lo largo de los últimos 10 o 5 años. Qué decir por aquellos que se sacaron la cresta por salir de la línea de la pobreza, que hoy lograron con dificultad tener una situación mejor, integrarse a la clase media y que hoy están aterrados por volver a caer al no poder pagar sus deudas. Por eso digo que hay que cambiar el paradigma; a esa gente la vamos a tener que ayudar a través del gasto fiscal. A eso me refiero cuando digo si queremos ser un país desarrollado en las próximas décadas o uno subdesarrollado. Aquí todos estamos llamados a dar el ejemplo.

—En ese sentido, ¿qué le parece el paquete de medidas económicas anunciadas por el Gobierno?

—Debiera ser una línea superior al 5% de nuestro PIB. En Europa abrieron hasta un 15%. Claro, entiendo que no somos lo mismo ni contamos con los mismos recursos, pero acá ya veníamos de una crisis social donde se perdieron cerca de 400 mil trabajos y, si esta cuestión no funciona, dentro de 90 días habrá un millón más.

—¿Cree que también exista una nueva generación política que acompañe en este proceso?

—Es muy duro ver a la política en el 1% de aprobación… Tienen que reencontrar su rol en la sociedad, en esta nueva sociedad, o pasarán a un lugar nefasto. Es una oportunidad histórica de poder levantar al país. Es el minuto de generar una unidad respecto del Chile que se viene en los próximos 20 o 30 años. Porque te puede gustar o no este Presidente, pero salió elegido y tiene el deber de terminar su mandato y de buscar la paz social, levantar una economía que se va a ir al carajo en los siguientes 3 o 4 meses.

—¿Cómo lo hecho en general?

—Hace mucho rato que él se desconectó de la opinión pública. Aún así creo que es un error pedirle la renuncia. Todos sabemos dónde termina la historia de Chile cuando se producen quiebres republicanos.

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