Leonardo Soto Godoy (48) médico intensivista y jefe técnico de la Unidad de Paciente Crítico de Clínica Las Condes contesta el teléfono con la voz entrecortada. “Me escucho agitado porque estoy subiendo las escaleras. Como medida, y para evitar enfermarme del covid-19, no estoy usando el ascensor; pues debemos establecer un distanciamiento social de al menos un metro”, comenta.

Soto trabaja entre el tercer y sexto piso del recinto hospitalario de Estoril. Esta mañana de marzo, cuando Chile alcanza la fase 4 del coronavirus, la cuarta y última propagación del virus, el médico saluda a un par de funcionarios llevándose una de sus manos al corazón. Es el nuevo saludo institucional de la clínica para prevenir la pandemia. “Por protocolo dejamos de darnos la mano entre colegas y pacientes”, cuenta.

En Chile el covid-19 fue detectado por primera vez el 3 de marzo y según el informe del Minsal del 18 de marzo los casos van en 238. Crecida exponencial que llevó este miércoles al Gobierno a decretar estado de excepción constitucional de catástrofe por noventa días. “Tanto esta medida como las anteriores son necesarias pero atemporales. La evolución del coronavirus desde que se produjo el primer caso en nuestro país, sumado a la experiencia de Europa, preveía un escenario desastroso”, opina.

Es la primera pandemia que este médico de la Universidad de Chile (1995) enfrenta en la práctica. En su formación clínica estudió la viruela y otras epidemias como la influenza europea o gripe española de principios del siglo veinte. “Lo que estamos viviendo con el coronavirus es un momento histórico para la medicina y para la humanidad. Con las pandemias la capacidad de mutación de los gérmenes, particularmente de los virus, es de alto impacto. Sobre todo, porque en la actualidad la movilidad de las personas es impresionante. No es lo mismo una influenza en la Europa de 1900 que una infección respiratoria como el covid-19 en el siglo 21; la rapidez de expansión es incomparable”, enfatiza.

—Con 25 años como médico y quince trabajando con pacientes en estado crítico, ¿cómo afronta esta pandemia?

—En estas unidades es habitual que me enfrente con la muerte; atiendo a los pacientes críticos y somos el último bastión de los pacientes más graves. Pero el coronavirus llegó como un nuevo brote para recordarnos lo frágiles que somos. Para decirnos que todo lo que construimos está inmerso en una naturaleza todavía indómita. Este virus nos debe hacer repensar las relaciones humanas, que somos finitos. Además, el problema se viene fuerte, pues pronto llegará el otoño y el invierno con otras enfermedades respiratorias asociadas.

—¿Está consciente de que su vida corre peligro?

—Sí, los privados y la salud pública nos estamos preparando como un samurái para combatir a un enemigo poderoso. Sabemos que corremos el riesgo de enfermarnos y morir también. Estamos en la primera línea preservando la salud de nuestra población. Ya cerré mis consultas y estoy disponible tiempo completo para luchar contra esta pandemia.

Desgaste físico y emocional

De acuerdo a recientes artículos publicados en revistas médicas sobre esta enfermedad, Soto dice que alrededor de un ochenta por ciento de los infectados tendrá síntomas similares a un resfrío o una gripe. El resto de los enfermos podría ser hospitalizado y un quince por ciento utilizará camas básicas, requiriendo al menos oxígeno e infusiones intravenosas. “Un cinco por ciento necesitará alguna máquina de soporte para apoyar su función ventilatoria. El tema es que haya suficiente abastecimiento para intentar salvarlos de la muerte”, advierte.

Sobre los casos de covid-19 que la Clínica Las Condes ha recibido, Leonardo Soto prefiere no ahondar, pues el protocolo del establecimiento lo prohíbe. Al médico le ha tocado atender casos leves y extremos del virus. “Cada día tengo más trabajo porque el número va en aumento. El máximo riesgo lo corre el personal de salud, porque estamos atendiendo directamente a quienes tienen el germen y por lo tanto las medidas de seguridad son absolutamente necesarias. Debemos usar antiparras, mascarillas especiales con filtro N95, delantales y guantes. Si uno hace un procedimiento invasivo incluso se pueden utilizar especies de escudos, escafandras, que permiten aún más seguridad”, explica.

Pese a su experiencia, exponerse al primer caso de coronavirus debió conllevar un estrés adicional.

—Sin duda, el enfrentarse a un germen así de contagioso y virulento provoca sensaciones encontradas. Históricamente el ser humano ha respondido ante estos fenómenos de pandemia con pánico y ganas de huir; están los miedos ancestrales propios de una enfermedad infectocontagiosa. Pero también está el desafío de encontrar la forma de vencer racionalmente esos temores. Es muy importante lograr la templanza necesaria, pues con exceso de estrés existe el riesgo de cometer errores. Por eso es fundamental tratar de ejercitar con anticipación cómo uno atenderá a estos pacientes. Una de estas herramientas es prever las condiciones de seguridad personal como la vestimenta.

—En Italia el desgaste para los profesionales de la salud ha sido grande; para usted está comenzando un trabajo arduo.

—Sí, ha habido un cansancio físico y emocional. Desde enero estamos preparándonos, estudiando y simulando la atención que les daríamos a los casos que ingresarían a las unidades de intensivo. Semanas antes que se declarara pandemia estábamos comenzando a concientizar al personal de salud y administrativo de la clínica. La información científica y las conversaciones con nuestros colegas europeos nos han ido angustiando, pues el virus se está comportando agresivamente como lo suponíamos. Una situación complicada, porque los trabajadores de la salud estamos comprometidos emocionalmente con los pacientes infectados.

—Me imagino que también ha resguardado a su familia.

—Por supuesto, antes de salir de la clínica para regresar a mi casa hago un cambio de ropa y un buen lavado de manos e higienización. En este período he evitado el contacto físico con mis tres hijos y mi esposa, lo que lógicamente trae consecuencias familiares. Cuando mi hija menor me quiere abrazar, le explico las razones que lo impiden. Soy bien de piel, pero he tenido que cumplir ciertas distancias. Aunque podría parecer exagerado tendré este comportamiento por todo el período que el virus se mantenga en su crecimiento exponencial. El peak podría verse entre seis a doce semanas. El peor escenario, que plantea el Ministerio de Salud con 100 mil casos, podría ser estimativamente posible.

“Estamos contra reloj”

—En Chile contamos con dos sistema de salud: público y privado. ¿Fusionar ambos en red potenciaría la atención de esta epidemia?

—Para enfrentar el coronavirus se creó una comisión ministerial donde participa la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva de la cual formo parte. La mesa está trabajando para que esta alianza sea aún más fluida en la atención del virus. Se estima que las camas críticas en el país entre ambos sistemas bordean las 1.500 y esa capacidad podría aumentar en 600 más. Pero sin ser alarmista, si el peak de enfermos se da en un tiempo acotado, se puede ver sobrepasada esa capacidad. Además, en las unidades críticas donde se reciben los casos de coronavirus también están los pacientes graves con otras patologías, quienes se seguirán enfermando.

—Aparte de decisiones técnicas y políticas para enfrentar esta epidemia, un tema es la cultura del país. ¿Cómo ha sido el comportamiento de los chilenos ante el coronavirus?

—La disciplina asiática de Corea del Sur no es comparable con la nuestra. La conducta chilena ante el covid19 refleja el exceso de individualismo y poca solidaridad de nuestra sociedad. Si a los chilenos no les impacta directamente lo que ocurre no toman suficiente conciencia de lo que implican las medidas de una pandemia; se lo toman a la ligera. Muchos chilenos han pecado de soberbia para enfrentar el coronavirus.

—Pero usted trabaja en una clínica privada con pacientes con mejor educación, quienes probablemente manejan más información de este virus.

—Yo pensaba que quienes tendrían mayor acceso a un sistema sanitario de mayor calidad estarían más preocupados, pero en la práctica, no ocurre así. Sé que hace pocos días muchos han estado en reuniones sociales, que jóvenes aprovecharon estar sin clases para hacer más carretes. No sé hasta dónde llega su real comprensión de la situación. Algunos decían: “Si me enfermo tengo un buen seguro y una buena clínica”. Pero, así como vamos, si la gente no respeta las recomendaciones de los expertos, la situación de Italia se ve como un escenario posible.

—Todavía se ve a gente paseando por las calles, trotando, andando en bicicleta.

—Aún no se han implementado medidas de estado de emergencia como en otros países. Sobre todo, porque hay quienes no están cumpliendo esa cuarentena. El virus no se contagia vía área, pero viaja en las gotitas de saliva y se ha descrito que puede permanecer en las superficies hasta cerca de nueve horas. Si fuéramos más restrictivos recomiendo no salir a la calle, porque está circulando gente asintomática que puede estar secretando el virus.

—Entonces, quien pueda quedarse en la casa que lo haga.

—Así es, estamos contra reloj y por el bien de todos debemos ahora tomar medidas como no saludarnos de beso, no darnos la mano y quedarnos en la casa. Queremos ganar tiempo, porque al menos la mitad de la población del mundo se va a infectar. Este bicho se quedará. Es como la influenza H1N1 que vino el año 2009 y todos los años debemos vacunarnos. En esta primera exposición a este virus nadie tiene anticuerpos porque no lo conocemos. Lo importante es que quienes se enfermen no lo hagan en un tiempo corto para no saturar el sistema de salud; necesitamos urgentemente hacer más lento el aumento de contagiados.

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