Tenemos el deber de proteger a nuestros trabajadores, clientes y a la comunidad”.

Marcelo Cicali, Bar Liguria

A las 19.36 de ayer la cuenta twitter de Marcelo Cicali, dueño de los Liguria, publicó el siguiente mensaje: “A toda la comunidad: Hemos decidido cerrar nuestros boliches hasta nuevo aviso. Tenemos el deber de proteger a nuestros trabajadores, clientes, proveedores, vecinos y a toda la comunidad en general”.

De esta forma el tradicional local de Providencia se sumaba a la tendencia de los últimos dos días entre los restaurantes de Santiago, de cerrar al menos por dos semanas por el coronavirus.

De acuerdo a un recuento de MG800, unas 25 empresas de la industria gastronómica han dejado de atender, entre ellas lugares tan premiados como 99 y De Patio. Algunos, como Ambrosía Bistró y los de Borderío, han optado por el sistema de delivery o el take away.

Las Lanzas, en la Plaza Ñuñoa, dejó de atender desde ayer. “Al ser un sitio familiar, se acostumbra el saludo con la mano, el abrazo, el beso y la gente se chocó cuando uno rechazaba eso. Se sentían mal y más de alguno se enojó, alegando que éramos alharacos”, dice Manuel Vidal, el dueño.

En Las Lanzas trabajan 20 personas y estarán cerrados una semana y luego evaluarán.“Veníamos llegando de febrero, que cerramos por vacaciones, cosa que no es lo más habitual. Había un mal arrastre y esto nos va a complicar. Pero hay que jugársela. ¿Cuánto tiempo? Depende de lo que podamos apretarnos el bolsillo, y la generosidad del banco donde pidamos un préstamo, ojalá con algún interés preferente. Nos dedicamos a vender alegría y diversión, no féretros. Así que era lo que teníamos que hacer”, explica Vidal, quien no recuerda un cierre tan prolongado, ni siquiera para los terremotos de 1985 y 2010.

Alonso de Córdova y Nueva Costanera casi desiertas

José Luis Ansoleaga es el dueño de La Cabrera, que está en Alonso de Córdova, y del Piegari, que está en Nueva Costanera. Ambos son franquicias y bajaron el telón. El primero es una parrilla y Ansoleaga cuenta que hasta ayer el famoso y premiado recinto original en Buenos Aires seguía abierto. Manila y Asunción ya habían cerrado. “El domingo notamos una disminución de un 20 por ciento de clientes; el lunes ya fue de un 50 % y el martes peor”, describe Ansoleaga .“Evaluamos que si seguíamos abiertos íbamos a hacer correr el riesgo a nuestro personal, a la misma gente que va. Y con qué ganancia si a la larga nos quedaríamos sin clientes'.

“Vimos que a los restaurantes que están alrededor tampoco entra gente. Entonces no valía la pena insistir si no hay nada que ganar. Todo lo que podemos conseguir es perder”, describe el dueño de La Cabrera, quien dice además que el cierre busca colaborar a impedir el contagio en la zona, que tiene uno de sus focos en bares, restaurantes y cines.

Ansoleaga cree que el resto de los locales del sector seguirá la misma idea. “No me cabe duda que van a imitar la medida. Nosotros pensamos que es por dos semanas, aunque comunicamos que será indefinido, porque no queremos generar expectativas a la gente. Decidimos darnos un plazo y evaluar las condiciones en que sigue la enfermedad”, declara.

Sobre cuáles serán los efectos, comenta: “Mantener cerrados dos restaurantes grandes, donde hay 120 trabajadores, con arriendos costosos, es muy fuerte. Espero que el gobierno salga al rescate de empresas como las nuestras. Yo participo en un chat de una asociación de propietarios y están desesperados. Va a salir damnificado un porcentaje importante de quienes participan del negocio. Nosotros podemos estar más preparados, porque no nos afectó el estallido social, pero hay otros que vienen muy debilitados desde el 18-O. Y con este problema es el golpe de gracia. Los va sin duda a liquidar”, dice.

De hecho, el cronista gastronómico y editor de MG800 Darío Córdova cree que el efecto de la crisis será profundo, que se va a extender a los proveedores, como la industria del vino, que ya resintió sus exportaciones a China a comienzos de año con el comienzo del virus. “El panorama es malo porque marzo y abril eran meses buenos para la industria, porque la gente puede aprovechar las terrazas, después de un mes malo como febrero debido a las vacaciones. Pasado abril ya viene el invierno en que el público disminuye”, explica. A eso, añade la debacle en el negocio gastronómico por el estallido social. “Esto va a ser catastrófico en el corto plazo”, dice.

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