Fueron tres cánceres y párkinson, las batallas del abogado y defensor de derechos humanos, José “Pepe” Zalaquett. Falleció el 15 de febrero, a los 77 años, y reunió a un centenar de personas en su funeral —previo a su cremación— en el Cementerio Parque del Recuerdo de Recoleta.

Fue en esta ceremonia donde su hija menor, la fotógrafa Valeria Zalaquett, lo despidió y enfatizó en lo cercano que fue su padre con el mundo artístico.

“Él era un gran contemplador. La gente que conoce solo el personaje público, quizá no lo sabe. Él decía: ‘yo en el fondo, si pudiera elegir, sería un mago y estaría mirando la naturaleza todo el día'. Ese es el otro lado de José Zalaquett, de su profunda sensibilidad. Eso habla de un alma conectada en otra esfera”, contó Valeria.

Y es que el jurídico, entre 1997 y el 2003, se encargó de las críticas de artes visuales que eran publicadas en las revistas Capital y Qué Pasa. Incluso, publicó un libro donde recopila todas estas notas en “Una pasión predominante. Crítica de artes visuales” (2018).

“Hablaba con sencillez

de la pintura”

La “Generación de los 80”, de pintores neoexpresionistas chilenos como Samy Benmayor, Matías Pinto D'Aguiar, Carlos “Bororo” Maturana y Pablo Domínguez, agradecieron letra por letra las críticas de José Zalaquett.

Y es que en 1984, el abogado se plantó frente a Benmayor para decirle cuánto le habían gustado sus obras y para recomendarle alguna a un amigo.

“Me sorprendió mucho porque sabía lo importante que era el personaje. Hablaba con sencillez de la pintura, pese a que conocía bastante. Él había sabido de nuestro grupo por la prensa, entonces le interesó este fenómeno de artistas. De a poco se fue haciendo nuestro amigo”, cuenta Benmayor. “Lo amamos rápidamente”, agrega Bororo.

El cuarteto de amigos se reunía, al menos una o dos veces a la semana, a almorzar con Zalaquett en el taller ubicado en la calle Santa Victoria. El contexto lo ameritaba: en ese entonces, recopilaba los relatos para el Informe Rettig.

Según Bororo, José decía “que era tan triste lo que hacía en su pega, que nosotros éramos como un bálsamo a lo que estaba escuchando acerca de la dictadura. Nos gustaba comer, chupar no tanto, porque él no tomaba ya que después se tenía que ir a trabajar. Tenía el encanto de poder hablar con jóvenes medios revoltosos y curados”.

Zalaquett incluyó las críticas sobre las obras de sus amigos en su último libro, y publicó diversas pinturas de ellos en Twitter.

Para Pinto D'Aguiar, “más que un crítico, él era una persona muy sensible, aún viniendo del mundo de la abogacía. Fue amigo nuestro, pero también conoció a los pintores más jóvenes una vez que nosotros nos fuimos poniendo viejos. Era una persona realmente interesada en el arte”.

Samy añade que “hay ciertos críticos que le hablan a cierta élite que ellos imaginan, pero José realmente hacia un esfuerzo por acercar el arte desde su crítica. Él comprendía que no todos los lectores son filósofos ni seguidores de Lacan, sino que la verdad es que existe un publico bastante desinformado”.

Según Bororo, en el grupo estaban “orgullosos de que él nos analizara. Pepe nos celebraba que fuéramos tan patudos de pintar como pintábamos. De los catálogos más lindos que me ha escrito alguien, fueron los de él. Me puse a llorar porque no solamente me dejaba como rey, sino como perseverante. Decía que yo era un pintor que acertaba a veces, y se equivocaba en otras. Él me enseñó cosas que no sabía, de forma muy natural, no con la arrogancia del que sabe. Era una especie de ‘papi' que teníamos”.

Tanto Benmayor, como Bororo y Pinto, se encontraban fuera de Santiago al momento de la muerte de José Zalaquett. Samy relata: “Reviví tantas cosas que pasamos juntos y sentí el privilegio de haberlo conocido. Sentí la maravilla de haber estado tan cerca de una persona tan grande, fuerte y valiente”.

El “Senecio” de Paul Klee

La mayoría de quienes conocían a José Zalaquett sabían de su admiración por el pintor Paul Klee y la anécdota del grabado de la obra “Senecio”.

En 1967, el abogado lo compró con un cheque a fecha por 800 dólares en Estados Unidos, y lo expuso por 24 años en su hogar, rodeado de decenas de libros del mismo artista suizo. Pero dada las vueltas de la vida, Zalaquett tuvo que venderlo y lo avaluó a 85 mil dólares (casi 69 millones hoy), según contó en El Mercurio en 2017. Con ese dinero compró parte del que era su departamento en Providencia.

José Miguel Insulza, su amigo de juventud, cuenta que “luego de venderlo, quedó igual con la idea metida en la cabeza (de su gusto por el autor), y una vez que tuvo la oportunidad de viajar a Suiza, fue a visitar a la esposa y viuda de Paul Klee”.

El jurista llevaba una vida activa en Twitter. Su avatar tiene la imagen de la cabeza fragmentada del Senecio. Su descripción en la plataforma también. Él dividía su personalidad en tres: el derecho, sus pasiones: el arte, y sus adicciones: el ajedrez.

Ilustración de Pablo Zalaquett.

Alfredo Cáceres

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