“Esas viviendas sociales de los años 50 hasta el 70, sí que eran buenas”, dice Cristián Castillo Echeverría, sentado frente a un escritorio en el que se ven planos de los proyectos en los que trabaja actualmente. Formado en la Universidad Católica, es parte de la generación de arquitectos que aprendió en medio de la Reforma Universitaria de fines de los sesenta.

“Como estudiantes nos relacionábamos con toda la problemática de la vivienda de aquella época: participábamos en las tomas de terreno y, a la vez, realizábamos proyectos sobre ellas”, recuerda. De su padre, Fernando Castillo Velasco, destaca la capacidad de construir sueños, lo que pudo concretar en sus años como rector de la Universidad Católica —el primero y único elegido democráticamente— y alcalde de La Reina. Y de su madre, la complicidad con la forma más radical de ver los cambios necesarios en el país. Dice que en su casa se vivía un conflicto generacional parecido al que hoy pueden experimentar las familias con padres concertacionistas e hijos frenteamplistas.

“Mi padre era democratacristiano y nosotros, los hijos, éramos del MIR. Teníamos controversias fuertes, pero nuestras posiciones se acercaron durante la dictadura”, explica. Justo la mañana del 18 de octubre de 2019, dio una entrevista en la cual advirtió que los allegados y el hacinamiento en Chile eran una bomba de tiempo a punto de estallar. Ese día, en la tarde, su predicción se cumplió.

¿Cuál es la real dimensión del problema de los allegados en Chile?

Tenemos un millón de familias sin casas y ni el Estado ni los empresarios chilenos han querido asumir que deben responsabilizarse del problema. Son cinco millones de personas, el 25 por ciento de nuestro país no tiene un lugar digno donde vivir. En la época de Frei Montalva y de Allende éramos un país pobre; sin embargo, fuimos capaces de construir 50 mil viviendas al año. Hoy se hacen 10 mil, en un país que decimos que es rico. Necesitamos un programa serio para enfrentar el déficit habitacional y, por tanto, el hacinamiento, que es una de las problemáticas de la calle hoy en día. Mucha de la gente que está protestando reclama un espacio donde puedan construir una vida en dignidad.

El Gobierno anunció un proyecto de inversión importante...

Sí, y creo que este (Cristián Monckeberg) es un gran ministro. Ha planteado una política de acercamiento con las organizaciones de los sin casa que es inédita. Las ministras que tuvo Bachelet no lo hicieron, tampoco los anteriores de Piñera. Desde el retorno a la democracia, el Estado de Chile se ha caracterizado por tenerles terror a las organizaciones, pero ahora se ha asumido la alternativa de trabajar con ellas, y creo que eso va a dar un excelente resultado.

¿Cuáles son las causas del déficit actual en viviendas sociales?

La Constitución de la dictadura dejó a las familias, o sea a los privados, la responsabilidad de dar solución a todos los problemas que presenta la sociedad moderna, entre ellas la vivienda. A partir de ahí, esta se consideró una inversión no productiva y dejó de entenderse que la dignidad de las familias era lo central. Y cuando llegó la democracia, la vivienda se terminó de privatizar.

¿Cuáles son los supuestos con los que se proyectan actualmente las viviendas sociales en Chile?

Existen muchos prejuicios sobre los pobres. Por ejemplo, que no pueden vivir en condominios porque no tienen capacidad ni organización para responsabilizarse de sus espacios. Entonces los espacios de recreación, por ejemplo, tienen que ser públicos para que la municipalidad asuma la responsabilidad de mantenerlos. Además, los edificios no pueden ser de más de cinco pisos porque las viviendas sociales no pueden tener ascensor. De nuevo el argumento de que las familias no van a mantenerlo y se va a deteriorar, en vez de poner el ascensor e implementar una política de mantenimiento. Lo otro son las corrientes débiles, como cable o internet. Hasta hace poco la vivienda social no las consideraba y por eso los edificios se llenan de antenas y de cables colgando por las fachadas. El proyecto de Maestranza, que estamos terminando en un terreno que era de Ferrocarriles, en Estación Central, es el primero donde el gas llega directo a las cocinas, algo que tampoco se consideraba en las viviendas sociales, y por eso tenían que usar un balón. La explicación era que la gente pobre no paga las cuentas. Todavía nos encontramos con esa visión que separa esa responsabilidad en la sociedad entre ricos y pobres, cuando todos sabemos que eso no es verdad: hay pobres que pagan y otros que no, y hay ricos que pagan y otros que no.

¿Cómo ha sido el desarrollo del proyecto Matta Sur, que podría ubicarse al frente de la Villa Portales, una de las obras más emblemáticas de su padre?

Lo que nosotros hacemos es acompañar a los grupos de los sin casa desde que comienzan a organizarse y durante todo el proceso. Nuestro aporte es el anteproyecto, que es completamente gratis. Hacemos esto porque el Estado les exige dos cosas: tener visto un terreno y un anteproyecto. Sin eso no tienen opciones. En Matta Sur —que beneficiaría a 300 familias que viven en ese sector de la comuna de Santiago— buscamos el terreno y ubicamos uno que hoy ocupa la Armada y que es propiedad del Ministerio de Defensa, pero que tiene un gran paño eriazo que se puede usar para este fin. Con eso, el Estado puede ver que es factible por la densidad de ocupación, por las condiciones del financiamiento con subsidio y porque cumple con todas las normas de la ciudad. Uno no podría pensar que la Armada no entienda que tiene que cederlo, y que el Estado no asuma que este terreno eriazo tiene que servir para construir un proyecto digno. Yo no veo razón para oponerse a esto y quien se oponga es porque tiene la clara intención de que la situación de segregación e injusticia en la cual vivimos se mantenga.

¿Qué es lo más llamativo del trabajo con las comunidades?

Lo sorprendente es que hoy esta responsabilidad es casi total de las mujeres. En 2003 fui a una asamblea de las familias que vivían de allegadas y que se organizaron para construir un proyecto en Villa La Reina. Había unas 500 mujeres. Yo miré, con ese machismo con el cual nos criaron, y pensé que eso no resultaría porque no había hombres presentes en esta lucha. La gran mayoría de las dirigentas alrededor de los problemas de vivienda social tienen una capacidad de organización y de preparación fantástica. En el Congreso he escuchado discursos de dirigentas que son bastante más coherentes que los de cualquier diputado. Y eso es maravilloso porque le van a hacer mucho bien a este país.

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