Propagandistas:

Los registros se suben a las redes sociales, para publicitar y/o denunciar.

Peñasqueros y honderos:

Fuerza de ataque abastecida de peñascos por los pirquineros.

Lucha artesanal:

Se refleja en la fabricación de escudos con antenas satelitales, barriles, señaléticas.

Vallas papales:

las toman “prestadas” de Carabineros y del municipio unas horas antes del enfrentamiento.

Planchas de madera: Extraída de algún local comercial, que la usaba para su protección.

El cierre de calles es una de las tácticas imitadas a las movilizaciones de Hong Kong.

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Plaza Italia, 16.15. Aún queda un par de horas para la habitual convocatoria de los viernes a manifestarse, cuando seis jóvenes con los rostros tapados cierran la Alameda en dirección oriente, justo en la esquina con calle Doctor Ramón Corvalán. Utilizan unas vallas papales que toman “prestadas” de la policía y que sacan de las afueras de las galerías comerciales del Crowne Plaza.

“Es una táctica imitada de los manifestantes de Hong Kong”, dice la antropóloga Magdalena Claude, quien durante dos meses observó y entrevistó a miembros de la “primera línea”. “Cierran las calles para impedir que pase el zorrillo o el guanaco”, añade.

En la zona cero no hay ningún uniformado a la vista. Tanto la acusación constitucional contra el intendente Felipe Guevara como la estrategia de copamiento quedaron en el pasado.

La vigilia

“Estaba en el piso cuando un paco llega y me pone la patada en las costillas”, le cuenta un hombre con camiseta de Colo Colo a otro más joven que lo escucha atentamente. “Me pegó aquí y acá”, dice mientras se toca el abdomen y el rostro. Conversan de pie en las afueras de una clásica pizzería ubicada en la punta de diamante que divide la Alameda y Monjitas. Como ellos, hay decenas de personas que se van apostando en las inmediaciones de Plaza Italia. Algunos sentados en el Parque Forestal, otros, en hilera sobre la cuneta norte de la Alameda. Hay hombres, mujeres, adolescentes e incluso niños.

Están a la espera de que llegue las 6 de la tarde y las manifestaciones tomen forma. Uno que otro está sin polera para capear el calor. En los alrededores suenan los bocinazos de los autos que se comienzan atochar en todas direcciones. La cumbia va armando ambiente, también el hip hop, las risas, el murmullo de las conversaciones animadas.

“¡Agüita, chelas heladas!”, grita un comerciante ambulante instalado en el sector. Son más de una veintena los que llegan cada viernes a levantar su negocio: jugos, empanadas, pizzas, completos, vasos con Aperol, son algunos de los productos que se pueden encontrar en este mercado pop up —como dirían los publicistas—. También antiparras, hondas con bolones de acero “para defenderse de los pacos”, bandanas con consignas alusivas al movimiento social y capuchas con diseños coloridos.

“Esto es casi al nivel de los espectáculos futbolísticos”, dice el sociólogo experto en publicidad Claudio Garrido. “El comercio que, de alguna manera, tiende a posicionar este fenómeno como un número dentro de un espectáculo mayor, tiene que ver con lo propio de la sociedad de consumo, que espectaculariza, establece y media en la relación audiencia-protagonistas. Al comprar, la gente se hace parte”, añade.

Otro grupo se reúne en la esquina de la Alameda con calle Irene Morales. Allí se encuentra la animita de Mauricio Fredes, el hombre de 33 años que murió asfixiado tras caer y sumergirse en una fosa de casi dos metros de profundidad al intentar escapar del carro lanzaaguas. En el lugar, se mezclan arreglos florales y peluches con restos de bombas lacrimógenas, que están dispuestos a modo de recordatorio. “Sin penas ni gloria no se escribe la historia… ¡Hasta la victoria!”, reza un pequeño lienzo instalado entre los objetos.

En las paredes de todos los inmuebles que dan a la Alameda, al menos hasta estación Santa Lucía, se despliega la iconografía del movimiento casi a modo de manifiesto. Murales, afiches con los rostros de otros ‘caídos' (Catrillanca, Gatica, la payasita ‘Mimo', entre otros), consignas del movimiento feminista, guiños a la Primera Línea, a ministros, a la dictadura. “Todos los afiches tienen un sentido, no se hacen porque sí”, le explica una mujer a otras tres, mientras se fotografían al lado de uno que muestra una imagen intervenida de Quentin Tarantino junto a Brad Pitt. Este último lleva el uniforme de Carabineros, mientras el director sostiene una claqueta que dice “Malditos bastardos”. “Lucha sobrio”, reza otro slogan.

La acción

Son las 19.36 y un Chapulín Colorado con una máscara antigás abre paso entre la gente a una de las brigadas de salud que presta auxilio en el sector. Cargan a un herido en camilla, que se va entre aplausos. Comenzó el enfrentamiento.

La Primera Línea derribó parte de los bloques de cemento —de unos 3 metros de altura— que se habían instalado para impedir el paso a la Plaza de Carabineros, donde los efectivos policiales levantan, desde el inicio del estallido social, una de sus bases de operaciones para el control de manifestaciones. La escena incluye el lanzamiento de objetos contundentes y molotovs, por parte de los manifestantes. Desde el otro lado, disparos de gases y lacrimógenas. Muchas de estas últimas golpean en los techos de edificios colindantes y al caer provocan la estampida de personas que observan el enfrentamiento en la Alameda. Entre ellos, turistas, padres e hijos, que contemplan la acción al tiempo que comen un trozo de choclo con mantequilla.

A unos metros de los disturbios, se ve el trabajo de los pirquineros, uno de los tantos roles dentro de la Primera Línea. Con una pequeña pica picotean veredas y otros espacios para conseguir elementos que, luego, son utilizados por los peñasqueros y honderos. Estos son las fuerzas de ataque de los manifestantes en contra de Carabineros. También están los escuderos, los encargados de proteger al resto del grupo de los disparos y proyectiles de los efectivos policiales. “Usan escudos artesanales que hacen con antenas satelitales, barriles, señaléticas o lo que pillen y pueda servir”, describe Magdalena Claude. Quizás el más reconocido de los escuderos es “Pareman”, uno de los miembros de la Primera Línea que se transformó en ícono, a través de las redes sociales, por utilizar como escudo un disco pare.

“Al principio, las tácticas violentas pueden ser bienvenidas por parte de la población, porque enarbolan un romanticismo y un idealismo que refresca el aire. Pero, después, se empieza a imponer el cansancio y una apreciación un poco más neutral de los daños y molestias que genera. Disminuye el componente idealista”, dice el investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) Nicolás Somma, quien además sostiene que el uso de la violencia como medio de manifestación responde a que se trata de “un grupo con bajo capital político, con poco que perder y más para ganar”.

Los antigases, encargados de ahogar las bombas lacrimógenas en bidones de agua, los punteros, que buscan dificultar la visión de los uniformados utilizando dispositivos láseres —que se pueden comprar en el mercado ambulante del sector, a 5 mil pesos—, y los hidratadores, son los otros roles de una Primera Línea cuyos movimientos rememoran a los vistos en producciones cinematográficas como ‘Corazón Valiente' o ‘Vikings'. Sin embargo, según plantea Claude, ésta se coordina de forma “improvisada”, a punta de gritos y ruidos que se van entendiendo a fuerza de costumbre al ir a pelear los viernes y que alertan de los movimientos de la fuerza policial. “No hay líderes ni una centralización”, dice la antropóloga. “Se compone de clanes, como ellos mismos llaman, que son grupos de amigos, familiares o gente que se ha conocido en las marchas. Hay de todos los estratos sociales y edades. Dependiendo del día, se pueden ver niños de 12 años o personas que se suman a la salida de sus trabajos. Los une la rabia contra la desigualdad social”, complementa.

Somma sostiene que “las demandas de la Primera Línea aparecen bastante desdibujadas, no hay consignas claras, probablemente cada miembro tiene su propia demanda”. En esa línea, el académico de la UC asegura que esta organización no busca “derribar” al Estado. “Esa es una idea sin pies ni cabeza, ya que la desproporción de recursos (frente a la policía) por más organizados que estén, es enorme”, sostiene. ¿Cuál es su objetivo, entonces?

Para el sociólogo está en el campo de la simbología. “¿Qué más simbólico que dominar el centro de la capital de un país y poder generar un orden que desafía las normas del Estado? Ese ‘logro' es algo que yo, al menos, no había visto”, subraya.

El enfrentamiento del viernes 7 de febrero, que fuimos a presenciar, terminó con decenas de heridos, detenidos y parte del Museo Violeta Parra afectado por un incendio.

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