“Me dicen que tengo corazón chileno, pero cuerpo gringo”, cuenta Ben Wood con su peculiar acento estadounidense chilenizado. “Hablo como un chileno más por supervivencia”, explica. Estudió Arte, trabajó en Inglaterra organizando conciertos, pero como su familia estuvo vinculada a la industria cervecera, terminó en EE.UU. dedicado al rubro. Se encantó, y quiso traer su proyecto cervecero a Chile en 2012, cuando llegó para estar más cerca de su hija, quien vive junto a su exmujer.

En 2013 inauguró su importadora Beervana, de los primeros en masificar las IPA (India Pale Ale). Son cervezas refinadas, con más lúpulos, amargas, aromáticas y de tonos cítricos que generan colores más opacos que una cerveza normal. Son de una alta graduación alcohólica.

“Cuando trajimos las IPA nos dio miedo. Muchos gringos nos dijeron que era mala idea, que perderíamos lo invertido. Que a los chilenos no les gustan estas cervezas, pero mi mentalidad es de desafiar este tipo de cosas y fui por ello. Pero también por algo medio egoísta, yo y mi socio queríamos tomar esas cervezas y no había muchas”, recuerda Wood mientras ríe.

Las cervecerías industriales les tienen miedo a las artesanales

“Mientras vivía en EE.UU. me di cuenta de que en el rubro del alcohol no hay recesiones. La cerveza y el vino siempre van a estar. La gente toma en matrimonios, nacimientos, funerales y divorcios. Si están de buena o de mala, se toma. Da lo mismo si hay crisis o no”, dice Wood.

Según cifras de Euromonitor, en 2018 se comercializaron 965 millones de litros de cerveza en Chile, lo que representa un alza de 6,6% respecto de las ventas 2017. A pesar del alto consumo, se dice que el chileno no tiene “cultura alcohólica”. “Yo creo que los chilenos les tienen miedo a los chilenos. Los extranjeros lo notamos. ¿Seguro que se vuelven más locos con más acceso al alcohol? Debe haber una cultura de tomar alcohol responsablemente, no una prohibición”, opina quien dicen es “el gurú de la cerveza”.

“En Beervana vendemos cervezas artesanales de todo el mundo. Al principio fue muy difícil. El chileno no estaba dispuesto a gastar más en una cerveza. Prefería las dulces y con mayor graduación alcohólica. Cuando importamos la Gulden Draak belga se nos abrieron las puertas”, relata mientras toma un vaso de agua Sierra Nevada.

Ben está orgulloso de ser parte del alza artesanal en el país. De acuerdo a la revista American Retail, el consumo de esta cerveza ha aumentado entre un 20% y 30% anual. “Nunca había visto un crecimiento así. Y nosotros somos parte de este movimiento, es súper bacán. La calidad mejora mes a mes. Cuando marcas como Royal o Kunstmann hacen sus propias IPA, sabes que estás haciendo algo bien. Las cervecerías industriales les tienen miedo a las artesanales”, añade.

Beervana se instaló con éxito en Los Leones esquina Providencia. El próximo paso era evidente: abrir un bar. “Buscando locales, conocí a Tom Tondraeu, quien tenía junto a unos socios un carrito de hamburguesas en el Persa Biobío, Franklin Burgers. Eran las mejores que había comido en Chile. Así que hablé para que Franklin se ocupara de la cocina y Beervana del bar. Me di cuenta de que íbamos a ser socios cuando con Tom fuimos a un concierto de rock y me quebré una pata. No nos conocíamos tanto, pero me acompañó en la ambulancia y me dijo que nunca se debe abandonar a una persona”, recuerda. Con esto nace El Honesto Mike.

¿Su fórmula? Buena comida, mucha cerveza y música fuerte. Al almuerzo, la fila puede ser de una hora.

Se viene el Pulento

En marzo, Mike prepara nueva inauguración: El Pulento Joe, en el Barrio Lastarria. “Si Mike es gringo, Joe es europeo. Pero hay que ver qué pasa en el país, el limbo de incertidumbre es lo peor”, advierte preocupado. ‘El Pulento' será la cuarta aventura de Wood en los negocios. Además de los tres mencionados, se suma Alameda Beer Company, su cerveza artesanal.

Es que, a pesar de los buenos resultados comerciales, ‘El Honesto' y Beervana sufrieron con el estallido. También Ben, vecino de la “zona cero”.

“Desde ese día me muevo en bici, boicot total al metro. Realmente, creo que el país necesitaba este charchazo, hay injusticias. Como la mala distribución de ingresos. Pero nunca había visto este nivel de rabia”, señala.

“Siendo un empresario con tres negocios exitosos debo ser autocrítico: soy responsable de 50 empleados. Y si el Gobierno me dice que el sueldo mínimo es x, yo voy a pagar x. Pero no hay información”, explica Ben.

“La incertidumbre fue lo más difícil. Siempre velo por la seguridad de nuestra gente y esos fueron momentos complicados. Obviamente, también hubo una baja en ventas. En Beervana no podíamos hacer envíos a regiones y los horarios de ‘El Honesto' eran acotados”.

Recibieron críticas por abrir en los días más complejos. “La gente que trabaja acá tiene que pagar cuentas. Hay que cuidarlos. Contratamos buses para todos por dos meses”, acota Ben.

“Sé lo que pasa, y defiendo a los que se manifiestan. Vivo en Plaza Italia y llegué a mi límite de lacrimógenas, pero empatizo con la situación. Aunque no puedo llevar a mi hija a mi casa porque puede haber un guanaco en la entrada. Tengo fe en que las cosas van a seguir cambiando para mejor”.

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