“Me encantaría que pasaran a ser un actor político relevante, pero en la medida que quieran conversar”.

Uno de los líderes de la barra de Audax Italiano, Mario Díaz, tiene tatuado el rostro de la diputada RN Ximena Ossandón en la pantorrilla de la pierna derecha. El tatuaje emula una imagen de la Virgen de Guadalupe y, según una entrevista que el mismo Díaz dio a The Clinic, en julio de 2014, reflejaba la admiración que tenía por ella. “Es como la Virgen María para mí”, dijo a ese medio.

Los vínculos de “Nona” Ossandón con las barras surgieron en parte por los recorridos y encuentros en terreno que realizan los políticos en una campaña. A Díaz, por ejemplo, lo conoció a través del exconcejal de La Florida, Marcelo Zunino (RN), quien fue jugador de Audax.

Por lo general, son lazos que algunos prefieren esconder —más aún en el actual contexto donde las barras han tomado protagonismo en las protestas—, pero son relaciones que siempre han existido. De hecho, desde los años 90, que ciertos barristas han cumplido tareas como brigadistas para instalar propaganda o pintar muros con los nombres de los candidatos.

Ossandón, sin embargo, es de las pocas parlamentarias que reconoce esos vínculos. De ahí, tal vez, que ha logrado generar confianzas profundas, no solo con los referentes de la barra de Audax, también con el exlíder de la Garra Blanca, Francisco “Pancho Malo” Muñoz, quien hoy vive en EE.UU.

—¿Cómo un barrista llega a tatuarse su imagen?

—Creo que es el trato con ellos. Creer de verdad que somos todos iguales y uno tiene que tratarlos a todos iguales. Ese es el vínculo que se va dando. No veo otra explicación. Puede ser que sorprenda, porque hay mucho prejuicio en este país. Sorprende algo que debería ser muy natural, pero es el prejuicio que existe. Lamentablemente en Chile nos hemos transformado en una sociedad tan segregadora y tan llena de prejuicios.

—¿Su concepción religiosa, influye en su forma de relacionarse?

—Es el ejemplo de mis papás y también un tema socialcristiano. Una concepción de mirada no desde el punto de vista de la caridad, sino desde el punto de vista de la dignidad de las personas. Muchas veces se cree que lo religioso debe ser social y caritativo y esa es la peor de las “parás”, porque, para mi gusto, las grandes enseñanzas que uno ha tenido en la vida siempre vienen de la gente más pobre. Debiese ser una mirada social desde la dignidad de la persona y desde la responsabilidad de haber tenido una situación privilegiada.

—Tengo entendido que también conoció a “Pancho Malo”…

—Hasta el día de hoy yo converso con él. Nuestra relación fue buena, muchas veces me escribe. Recuerdo que una vez estaba en un zona bien complicada, a las 11 de la noche y llamé al alcalde (Rodolfo) Carter, y él no podía creer que estaba ahí y era porque yo estaba con el Pancho. Pero las cosas súper claras. Es un ser humano, que estuvo preso. Y yo soy una persona que dice las cosas que me parecen y las que no me parecen. No tengo ningún problema y, por eso mismo, se van creando(...), no sé si llamarlo vínculos de amistad. He estado en su casa, conozco a su guagua, fui de las que lo convencí para que tuviera guagua. En ese momento, Francisco Muñoz deja de ser el Pancho Malo. Se van creando vínculos humanos.

—¿Y ha generado lazos con otros grupos?

—Estuve con gente de la Católica, los del Audax, que son cabros bien encantadores, hemos estado cerca, pero ha cambiado el ambiente (…) Yo no hago negocios con ellos ni mucho menos, ni ando pasando plata ni nada. Pero cuando me parecen las cosas, soy capaz de conversarlas y las digo abiertamente y con mucho respeto. Jamás he tenido una relación ni de tipo comercial ni mucho de eso, pero en estas campañas, sobre todo en sectores populares como el mío, tu conoces mucha gente y de todo tipo. Conocí gente de Colo Colo, de Católica, de la U.

—El fenómeno de las barras no es nuevo, ¿qué cambió ahora que lo hace tan complejo de enfrentar?

—Las barras bravas son un tema que está hace mucho tiempo y del cual ningún gobierno se ha hecho cargo realmente. Antiguamente existían líderes que eran realmente respetados y seguidos por toda la barra, hoy en día eso está fragmentado, entonces se hace mucho más difícil negociar con ellos. Hoy se mezclan ambas cosas con el tema del estallido social, pero en el fondo están aprovechando para encausar esta frustración que ellos también sienten. A mí me encantaría que pasaran a ser un actor político relevante, pero en la medida que quieran conversar. Las barras son importantes, pero están tremendamente divididas. Hoy tienen muchos líderes, están muy fraccionadas. Antiguamente, lo que decía uno, era lo que se hacía, para bien y para mal, pero existía un liderazgo. Ahí te das cuenta que incluso la institución de las barras está dañada.

—¿Y Ud. está haciendo algo hoy?

—En el pasado me reuní con algunos de ellos , pero no con los que están hoy día. Hoy no tengo ninguna conexión, pero creo que, dado que tenemos que regular la paz social y ellos están siendo un agente importante en este tema, yo creo que es importante sentarse a conversar.

—¿Y los ve como actores sociales?

—Hay cosas que son muy sociales. Esto no es un tema de pasar plata. Tampoco es un tema de comprarse a los hinchas. Los hinchas también son gente de mucha responsabilidad social. Hay muchos que están pidiendo, por ejemplo, entradas liberadas para adultos mayores, que vuelva la mirada más social de este deporte, que se ha transformado en un negocio. Yo no estoy hablando de plata para que los mantengan, como lamentablemente existía anteriormente. Al menos las demandas que yo conozco y manejo, van en el orden social.

—¿Y la violencia?

—La violencia la van realizando de distintas formas. Hoy están en el estallido social, otras veces estaban en el estadio, otras veces en las mismas poblaciones, pero claramente siempre ha existido un tema en la relación con Carabineros, que no es nuevo.

—¿Y ahora con la muerte de Jorge Mora por Carabineros fuera del Estadio Monumental?

—Es un hecho tremendo y tan poco oportuno que vuelve a aflorar un sentimiento de rabia muy potente. Hay que ponerse en los pies de los barristas de que es un amigo el que fue arrollado, independientemente que el carabinero se haya asustado, terminó en lo peor que te puede pasar. Lo único que no se puede recuperar. Claramente es causa-efecto, pasó esto y uno sabía que iba a aumentar la violencia como lo hemos visto.

—Pero al final, ¿usted es optimista de la situación?

—Yo tengo esperanza, no sé si soy ingenua, de que se pueda dialogar de aquí a marzo, con alguno de estos jefes, para entender qué pretenden y ojalá invitarlos a que sean parte activa de la solución y recuperación del orden público. De hecho, ya lo propuse con mi equipo territorial y si existe alguna posibilidad de diálogo, lo vamos a tener. Siempre hay que escuchar para entender. A pesar de que uno tiene un diagnóstico, es importante escuchar las demandas e ir despejando a los que realmente son anarquistas de aquellos que se comportan en este minuto de esta forma violenta, pero tienen demandas sociales pertinentes.

—¿Estaría dispuesta a liderar u organizar una convocatoria a las barras?

—Yo tengo mis caminos, mi gente y mis contactos. Estas cosas tienen que ser con mucha prudencia, para que realmente sea un diálogo fecundo de verdad. Yo lo voy a hacer, pero a través de mis mecanismos. Tengo mucha esperanza de que este tema constitucional llegue a buen puerto, por eso tenemos que jugarnos todas las cartas con todos los actores que estén en la calle. No puede ser que se nos diga que el plebiscito no va a realizarse o no va a ser legítimo por la violencia en la calle.

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