Hay que tener el corazón bien puesto para hacer una película como “Un buen día en el vecindario”. La cineasta independiente Marielle Heller (“Diario de una adolescente”) toma como punto de partida un artículo publicado en la revista Esquire en el año 1998. El autor es el periodista Tom Junod, un tipo agudo y cínico que solía resaltar los aspectos más oscuros de sus retratados (en el 2001 generó controversias al inventar de la nada un perfil de Michael Stipe, de R.E.M.). Su objeto de observación —tarea encomendada por su editora— fue Fred Rogers, educador y presentador de la televisión que estaba a cargo de un extraño programa infantil llamado “Mister Rogers' Neighborhood”.

Heller rompe el lugar común de revelar aspectos sombríos de un personaje pulcro y se centra más bien en las dificultades que tiene el periodista para encontrar fisuras y contradicciones tras la figura mediática. Junod —renombrado aquí Lloyd Vogel— experimentará más bien un cambio en su mirada del mundo gracias a los consejos de Rogers y, principalmente, se replanteará el concepto que tiene de paternidad tras años de batallas encendidas en contra de su padre.

“Un buen día en el vecindario” es una película sobre aprendizajes que no abusa de los golpes emocionales ni de las moralejas. Heller apuesta por la contención, la sobriedad y la bondad. Y lo hace de la mano de un Tom Hanks entrañable, quien está nominado al Oscar por su actuación.

“Un buen día en el vecindario”. Dirección: Marielle Heller. Con Tom Hanks, Matthew Rhys. China/EE.UU., 2019. Duración: 1 hora 49. BUENA.

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“Parasite” llega a la cartelera chilena antecedida de la Palma de Oro en Cannes, varios puñados de premios internacionales (Globos de Oro, BAFTA, SAG, etc..) y 6 nominaciones a los Oscar. Fenómeno indiscutible de temporada, la película reafirma la buena salud del cine surcoreano y el talento indiscutible de Bong Joon-ho, cineasta que ha incursionado en diversos géneros sin perder el sentido de riesgo (atentos a “Memories of Murder” y “The Host”).

Lo que propone ahora es justamente un cóctel de operaciones genéricas que, siguiendo las jugarretas de Alfred Hitchcock, manipulan al espectador de principio a fin. Esto ocurre desde la presentación de los personajes protagónicos: una familia pobre que vive en un sótano lleno de insectos y sobreviven doblando cajas de pizza para un negocio cercano. Es tanta la miseria de estos seres hacinados que la empatía del espectador debería surgir en estas escenas, amparada por las dinámicas del cine social.

Cuando Joon-ho conecta a estos personajes con una familia adinerada que vive en el lado más privilegiado de la ciudad (“la gente en el metro huele raro”, lanza el padre en una escena), cambia las dinámicas del juego. “Parasite” se convierte entonces en un thriller de impostores que, motivados por la lucha de clase, llegan a arruinar la apacibilidad de un hogar lujoso repleto de electrodomésticos ultratecnológicos y obras de arte contemporáneo. El director no se detendrá ahí e irá develando nuevas aristas en una película que funciona como una muñeca rusa. Una crónica sangrienta sobre la desigualdad social.

Quien quiera encontrar referentes debería mirar hacia Hitchcock (el voyerismo, el suspenso, los giros narrativos) o hacia esa gran película que es “El sirviente”, de Joseph Losey, aunque “Parasite” sostiene su singularidad a través de un cóctel posmoderno de intenciones y maniobras formales que no dan respiro. Joon-ho está probablemente en las antípodas del cine intimista y personal de su compatriota Hong Sang-soo (“En la playa sola de noche”, “La cámara de Claire”). Lo autoral en “Parasite” se mide por su capacidad para retorcer y mezclar convenciones. Su efectividad se debe, en tanto, a su ritmo trepidante y una trama que nunca se vuelve predecible.

“Parasite”. Dirección: Bong Joon-ho. Con Song Hang-ho, Lee Sun-kyun. Corea del Sur, 2019. Duración: 2 horas 12. BUENA.

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“‘Historia de un matrimonio' (Netflix). A partir de un quiebre surge un concepto que está muy escondido: ¿Qué tanto nos conocemos para poder amar? ¿Qué tanto entendemos lo que nos pasa internamente?”.

El periodista y actor es parte del elenco de la comedia “Cosas de hombres”.

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En la vertiginosa película “Good Time”, los hermanos Benny y Josh Safdie demostraron su capacidad para bajar a estrellas del cine (en ese caso, Robert Pattinson) a la suciedad de los bajofondos que suelen retratar. En “Uncut Gems”, estrenada en Netflix, el mérito es mayor porque el escogido para ser sometido a un proceso de realidad y ajamiento es Adam Sandler, comediante de pocos matices que ahora brilla en un papel dramático.

Flaco, con mal cutis y dentadura, el actor encarna a Howard Ratner, el dueño una joyería ubicada en el barrio de diamantes de Manhattan que está a punto de cerrar un negocio millonario que implica una alta cuota de riesgo. La cámara lo acompaña en esta aventura urbana que bebe del cine de Martin Scorsese (quien oficia de productor) pero lleva también la marca semi-documental y deslavada de dos hermanos que vienen haciendo películas interesantes desde el año 2005.

“Uncut Gems” es un viaje cargado de tensión que muestra al mejor Sandler (injustamente ignorado en los Oscar). Otra sorpresa inesperada financiada por Netflix.

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