Desde que los históricos barrios Lastarria y Bellas Artes, cunas del turismo tradicional, se convirtieron en parte de la zona cero, la vida vecinal y comercial se detiene a las 20 horas. Después de ello, solo Dios, la policía y los manifestantes sabrán lo que viene. Anecdóticamente, los bares se han adaptado e ironizan con la situación: “Lacrimógena” es el nombre de un cóctel en el restaurante Quitral.

La preparación incluye vodka, pimienta, limón y agua tónica, entre otros. Llega montado en una base donde se simula una barricada y recrea el gas lacrimógeno con humo. Eso sí, el aroma que expira el trago no es nada molesto.

“Acá tiran gases todo el tiempo, entonces intentamos crear este cóctel en base a lo que estaba pasando. Si existe un terremoto, ¿por qué no la lacrimógena? La semana pasada tiraron una al bulevar porque pensaron que había manifestantes escondidos adentro. Está mal porque la gente arranca, los turistas se van y nosotros también porque ya no está funcionando esto”, indica Julio César Garcés, bartender y creador del cóctel Quitral.

El barrio se desgasta con semáforos ausentes, monumentos rayados, constante presencia policial, aire contaminado con gas lacrimógeno y veredas mojadas. Ya no queda espacio en las murallas sin mensajes de protesta. Abundan los escritos en contra de Carabineros y el Presidente Sebastián Piñera, a la vez de ilustraciones sobre ojos mutilados por perdigones. El paso de personas en situación de calle pidiendo monedas es constante. Las mantas en las veredas de jóvenes vendedores también.

El horario de cierre de los locales y negocios es intermitente, ya que sumado a las protestas, el paso de las Fuerzas Especiales es cotidiano. Es más, el bar Liguria Lastarria bajó sus cortinas el 16 de noviembre.

Carla Quintal, administradora del restaurante Hogs, indica que durante “la maratón entre carabineros y los que protestan en la calle, en definitiva hay que cerrar, porque hubo una oportunidad en que tiraron una lacrimógena en la entrada del local. Por más atrás que nos fuimos, nos estábamos asfixiando. Algunos vomitaron”. Añade que en ocasiones, “solo son dos jóvenes los que están corriendo y entran igual los carros. Ya no se puede hacer mucho, intentamos no meternos”.

A sus palabras, se suma Claudio Morales, dueño del local Emporio Lastarria, en calle Merced. “De repente, no hay ni manifestantes y empiezan el show los señores carabineros. Mojan y tiran sus gases, pero no hay nada”, comenta.

Carta a Carabineros

La calle José Victorino Lastarria, es utilizada por los manifestantes como un punto estratégico de pasadizo para llegar hasta la Alameda desde Merced. Lo estrecho de las vías y las grandes estructuras arquitectónicas, hacen del barrio un ambiente cerrado y no óptimo de recibimiento de los gases lacrimógenos.

Más críticos son los cinco vecinos que accedieron a reunirse con “La Segunda” en un café de Lastarria, para relatar la compleja situación que viven a diario desde el 18 de octubre. Se organizaron previamente y se bautizaron como Asamblea Autoconvocada Winkul. Deciden resguardar su anonimato. Sienten miedo.

“Nuestra sensación, es que los carabineros están aburridos y empiezan a gasear el barrio y a mojarnos con el guanaco. Nos tienen psicológicamente hechos mierda. Estamos resistiendo, no viviendo, en esta jungla”, cuenta el grupo.

En los últimos días, han pasado sus noches en completa oscuridad. El Parque Forestal ya no enciende sus luces, y alberga al “acecho” unidades policiales uniformadas y civiles. “Queda más la embarrada porque los carabineros se esconden ahí”, cuenta Morales, del Emporio Lastarria.

“Se nos dijo primero, como vecinos, que las luces las habían roto los vándalos. Pero resulta que cuando salíamos a pasear a los perros por las tardes, estaban encendidas. Entonces ¿qué es lo que ocurre? ¿Estamos frente a una acción del municipio en complicidad con Carabineros? Alguien tiene que explicarnos, porque eso les permite hacer lo que quieran sin que haya visibilidad”, indica uno de los vecinos.

Hace unos días, parte de la Asamblea Winkul fue hasta el Congreso a declarar sobre la situación, ante la acusación constitucional que se hizo al intendente de la Región Metropolitana, Felipe Guevara. Allí buscaban respuestas para detener lo que están viviendo en el barrio. Además, la junta de vecinos envió una carta a Carabineros para solicitar el retiro de las fuerzas especiales del lugar, o al menos limitar la represión policial a los protocolos que se exigen. El coronel a cargo accedió a una reunión con el grupo. Hasta ahora, no se ha concretado.

Según el Protocolo de la Actuación Policial en Chile (2019) —en el que se basa Carabineros para actuar—, se indica que el carro lanzaagua solo debe ser ocupado con “previa advertencia de los funcionarios policiales en aquellos casos en que quienes participen de una manifestación ilícita no acogieren dichas advertencias”. En el caso del zorrillo, se deberá utilizar ante “manifestaciones ilícitas, con uso diferenciado y gradual de la fuerza, protegiendo a los transeúntes, manifestantes y carabineros que se encuentren en el lugar”.

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