Guillermo Scallan no para. No lo hace desde que hace 27 años, cuando cursaba su penúltimo año de Derecho en la Universidad de Buenos Aires, se topó con uno de los padres de la Antroposofía en Chile, Claudio Rauch, y de ahí tomó la decisión de venirse a Chile a estudiar pedagogía Waldorf. “Lo escuché (a Rauch) y dije: ‘estoy perdiendo el tiempo, esto es lo que quiero'. Fue muy loco tomar la decisión de dejar la carrera, a un año y medio de terminar. Me vine a Chile con la idea de estudiar dos o tres años y volverme a Argentina. Pero me ofrecieron tomar el primero básico del Colegio Waldorf Giordano Bruno. Tomé un grupo de niños en 1994 y los dejé en 2001”.

Y de ahí en adelante, sus aventuras en Chile, impulsando múltiples causas, han marcado su vida. La primera fue formar con sus exalumnos del colegio la Fundación Cultiva, que se dedica a la reforestación con árboles nativos. Hoy, la Fundación trabaja con 30.000 jóvenes en Chile y está contribuyendo para formar un nuevo parque metropolitano en los cerros de Renca.

En el camino también decidió traer al país una colección de 2.000 pizarrones que usaba el creador de la educación Waldorf, Rudolf Steiner, y ahí se enteró que la poetisa chilena Gabriela Mistral fue cercana a él. “Empecé a investigar a Gabriela y me di cuenta de que tomó la decisión de que todos los dineros por derechos de autor que se recaudaran en Latinoamérica se los donaba a los niños pobres del pueblo de Montegrande. Leí eso, hablé con la directora del colegio de Montegrande y me dijo que la plata no estaba llegando”. Por lo mismo, y tras dar una pelea que duró más de 7 años, logró restituir esos derechos y se transformó en albacea de la poetisa tras la muerte de Doris Dana. Por su gestión y la de su amigo Luis Binimelis, Chile logró repatriar desde EE.UU. más de 40.000 originales de la poetisa. Hace tres años, junto con otros amigos, creó la Escuela Waldorf Gabriela Mistral que busca reconocer y honrar a la premio Nobel.

Pero lo que llena sus días hoy es su trabajo como director de Operaciones de la Fundación Avina, formada por un empresario suizo que se llama Stephan Schmidheiny, al que apodan como el “Bill Gates Suizo”. Esta organización se dedica al desarrollo sustentable de América Latina y África y desde ahí Scallan maneja diez programas de impacto a escala, entre los cuales está la Fundación Dinero y Conciencia que, a través de la Plataforma Doble Impacto, solicitará este año la licencia a la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) para transformarse en banco.

“Financiaremos solo proyectos buenos para la sociedad”

Hace cinco años que Scallan y su equipo están invitando a Chile a Joan Melé —fundador de la banca ética en España, el Triodos Bank— para darle forma a lo que será la banca ética local. Hasta el momento, otorgan financiamiento a través de la plataforma de inversiones Doble Impacto y este año pedirán licencia bancaria, una vez que logren levantar el capital regulatorio de 800.000 UF (US$ 28 millones). Hoy trabajan en lo que será el futuro banco 35 profesionales de diferentes sectores. “Para cursar un crédito, hay alguien que sabe de evaluación de riesgos y de cómo se otorga un crédito y también personas que entienden muy bien el sector en que trabajaremos. Por ejemplo, qué podemos pedirle a una película que queremos financiar. Para eso se necesitan profesionales del sector, que entiendan muy bien cómo funcionan las áreas”, explica Scallan. La idea es financiar tres grandes sectores: medio ambiente, educación y cultura y social. Sobre este último, uno los focos está puesto en los adultos mayores y en cómo ayudar al desarrollo de un mercado de organizaciones que se preocupe de acoger a personas de la tercera edad, con costos razonables.

—La banca ética ¿funcionará como un banco tradicional?

—Queremos tener todos los servicios de la banca e invitar a todos a unirse. Eso sí, financiaremos solo proyectos que son buenos para la sociedad y el medio ambiente. Tenemos criterios de inversión y de “no inversión”.

—¿Entregarán créditos a personas?

—No de consumo, pero sí cuenta corriente con tarjeta de crédito. También tendremos créditos hipotecarios, pero bajo un parámetro de sustentabilidad, evaluando construcciones más verdes, por ejemplo, cómo será la preocupación por el jardín de la casa y la eficiencia energética. Queremos ayudar a financiar eso.

—¿Piensan entrar a competir a precios de mercado y siguiendo las lógicas de la industria bancaria?

—Seremos un banco que ojalá ayude a transformar la industria, para que los otros bancos sean como este.

—¿Cuál será el destino de las utilidades que consigan con la operación de la banca ética?

—Se trata de armar un banco que tenga razonables niveles de utilidades, que irán a la Fundación y a los accionistas. Los accionistas tienen un retorno sobre su inversión, que la Fundación tiene que garantizar. Tenemos una doble gobernanza. La Fundación Dinero y Conciencia es la dueña de la plataforma de inversiones Doble Impacto. La plataforma es una empresa que tiene un directorio y tiene que garantizar hacia dónde va este banco y que no pierda su propósito.

—¿Cuál es ese propósito?

—Que todo lo que se genera como créditos sea positivo para la sociedad, el medio ambiente y con una transparencia radical. Que se sepa hasta el último centavo en qué está invertida la plata. Eso es algo que hoy es imposible saber en la banca. Ahora, si seremos competitivos o no, depende. Si el resto de la banca quiere financiar armas, nosotros no seremos competitivos en eso.

—¿Cómo contarán con activos suficientes para invertir, si se considera que en Chile no hay tantas empresas que tengan doble o triple impacto?

—El mercado y el mundo se están moviendo en esa dirección y las inversiones también. Los grandes fondos, como BlackRock, exigen este tipo de impacto.

—Pero en Chile no todas las empresas adscriben a esas prácticas.

—Ojalá podamos financiar a los empresarios tradicionales, porque si no, estamos jodidos. Si los grandes patrimonios siguen siendo demonizados y no generan lo que tienen que generar, estamos mal. Estoy convencido de que muchos empresarios quieren hacer las cosas bien y ojalá vayan transformando el sector hacia ello.

—¿Ve algún cambio en concreto? Hasta el momento se ven grandes declaraciones de algunos sectores, pero poca puesta en marcha.

—Veo cada vez más señales de que las cosas se irán haciendo mejor y la idea de este banco es colaborar con todo eso, pero también venir a provocar, sobre todo a la banca tradicional, a mostrarles que las cosas reguladamente se pueden hacer distintas. Que se puede tener menos utilidad, pero financiar lo que el mundo necesita y que hoy la banca no está financiando porque tiene un alto riesgo, porque es un riesgo que no quieren medir. Hay un montón de organizaciones que son claves para el mundo y que hoy no están siendo financiadas.

Valores trastocados

—En Chile, el sistema económico actual se instauró en dictadura. ¿Qué urgencia hay de hacer algún cambio mayor al modelo? Cuando se habla de “botar” al modelo, la primera alternativa que suena es el comunismo.

—Los dos modelos fracasaron. Para mí, el mejor diagnóstico es que ambos (capitalismo y comunismo) están terminando con los militares en las calles. Esa es la mejor forma de entender el problema en el que estamos. Por lo tanto, necesitamos creatividad para tener un modelo distinto. ¿Por qué tiene que ser uno u otro si ya estamos viendo lo que generan? Los dos modelos no fueron capaces de crear bienestar y bien común en el mundo. Ambos generaron 4.000 millones de personas que viven fuera del sistema, es decir, más de la mitad del mundo sufre profundamente con estos modelos.

—¿Cuáles cree usted que han sido los principales problemas de ambos modelos económicos?

—El modelo neoliberal pone como el valor central de la economía a la libertad, el libre mercado. El modelo comunista, pone como valor de la economía la igualdad. Para mí, ninguno de los dos dio con el valor que va en la economía, que es la fraternidad, y que es lo que busca traer un banco ético. La igualdad tiene que estar en lo jurídico-político de una sociedad, todos tenemos que ser iguales ante la ley. Y la libertad tiene que estar en lo cultural. Que todos seamos distintos, que haya diferentes religiones, libertad de educación. Entonces estamos llevando los valores a los lugares incorrectos. La libertad tiene que ser el valor de la vida cultural espiritual de una sociedad, no de la vida económica de una sociedad.

—¿Cómo se explica la fraternidad como valor central de la economía?

—Por ejemplo, cuando viajo en un avión que no sé pilotear, si alguien no me lleva no puedo tomar ese avión. Existe una dependencia mutua en lo económico y tiene como sustento fundamental la fraternidad. Todos tienen que generar diferentes condiciones para una vida en conjunto. Pero estamos todo el tiempo trastocando las cosas. La libertad en lo económico te hace destrozar a los demás. Yo me preocupo por mí, que cada uno se preocupe de sí mismo y así tenemos el mundo que tenemos. Entonces claramente necesitamos otro modelo. Volver a uno u otro es ridículo, y ahí necesitamos la creatividad humana que se tiene que desarrollar en la educación.

—¿A qué atribuye la crisis social que se vive en Chile?

—Esto no está pasando solo en Chile, sino que en toda la región. De hecho, no entiendo cómo no ha explotado el mundo entero. Los números macro son un escándalo: Hay 7.500 millones de habitantes en el mundo. Cerca de 4.000 millones, más de la mitad de la población mundial, vive con menos de US$ 2 diarios. Hay un séptimo de la población mundial viviendo sin agua, mil millones de personas; hay 2.500 millones de habitantes en el mundo, es decir, un tercio de la población, sin un baño. La situación actual de Chile era evidente que en algún momento tenía que explotar y que tendrá que explotar en todo el mundo. Lo que tenemos es insostenible.

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