Un súper supermaterial hecho

con desechos plásticos

Un material diez mil veces más fino que un cabello humano y tan fuerte que puede soportar una carga de cientos de toneladas está revolucionando el mundo de la ciencia y la tecnología. Se trata de los nanotubos de carbono, que gracias a sus propiedades mecánicas y eléctricas podría reemplazar al cobre. Su uso está siendo estudiado para un sinnúmero de industrias.

Dos académicos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la Universidad de Chile dieron un paso más allá en relación a este súper material y lograron obtenerlo a partir de residuos plásticos y usando energía solar, lo que genera una ventaja estratégica respecto de otros países.

El proyecto fue impulsado y desarrollado por los doctores Francisco Gracia, director del Departamento de Ingeniería Química, Biotecnología y Materiales de la FCFM, y Mauricio Morel, quien se desempeñaba como investigador posdoctoral de esa facultad en la época en que fue formulado.

“La idea nace con la finalidad de aportar en la eliminación de aquellas materias que ya no puedan ingresar en el proceso de reciclaje”, explica Gracia. En ese sentido, esta innovación contribuye a desarrollar una economía circular y a mitigar el cambio climático.

La contribución —agrega el académico de la U. de Chile— se encuentra en “alargar la vida útil y postergar la disposición de un residuo, en este caso plásticos. Además, la producción de nanotubos de carbono transforma el plástico en carbono y prácticamente lo retira de la cadena de generación de CO2. Otro punto importante es que uno de los subproductos producidos es hidrógeno, así que podría contribuir a la matriz de producción de este combustible limpio”.

Los investigadores también decidieron utilizar energía solar, porque —considerando que es fundamental en el futuro para Chile— creen que se debe generar la mayor cantidad de conocimiento en torno a esta energía renovable. Asimismo, su uso hace más factible la producción de los nanotubos de carbono, ya que la energía es uno de los costos principales junto con el catalizador.

Esta tecnología ya cuenta con la patente en Chile, y actualmente la Vicerrectoría de Innovación y Desarrollo (VID) de la U. de Chile está asesorando y apoyando la tramitación para su protección en el extranjero.

Respecto de su uso, Gracia comenta que quizá en Chile estamos un poco atrasados en cuanto a conceptos referentes a nanociencia, pero en el mundo “ya se habla de nano-industria y no por el tamaño, sino que son grandes consorcios que están focalizados en la producción de nanomateriales para nuevas tecnologías, electrónica, medicina, energía, automotriz, aeronáutica. Es claro que gran parte de la tecnología a futuro tendrá componentes de escala nanométrica”.

Francisco Gracia.

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Cada vez hay más conciencia en Chile sobre la urgencia de ahorrar agua, en especial en las labores agrícolas y forestales, que consumen cerca del 70% del recurso a nivel nacional. De ahí la importancia de que las tecnologías para este propósito sean usadas de forma eficiente, tanto por los grandes como por los pequeños agricultores.

Con ese objetivo, el Centro de Investigación y Trasferencia en Riego y Agroclimatología (CITRA) de la Universidad de Talca desarrolló la plataforma IrrigatiON - SAT, que gracias al procesamiento de información satelital y trabajo en terreno permite determinar con exactitud dónde y cuándo se debe regar.“Implementamos tecnología para que la agricultura se adapte a la menor disponibilidad de agua”, resume el director del CITRA, doctor Samuel Ortega.

El IrrigatiON - SAT es producto de más de 15 años de investigación aplicada, con una inversión cercana a US$ 1.500.000, financiados con proyectos Fondef y Fondecyt, entre otros, además de aportes internacionales. Ortega comenta que en las asesorías a empresas productoras de olivos, avellana europea, manzanas y viñas han obtenido ahorros de entre 30% y 60% de agua gracias a esta tecnología, lo que además conlleva un importante ahorro de energía.

“Esta menor cantidad de agua no afecta los rendimientos, lo que quiere decir que el agricultor está aplicando más agua de la que necesita”, explica el académico.

Agrega que en la Región del Maule, donde se vive una fuerte sequía, “muchos agricultores aún no están utilizando herramientas en forma apropiada para usar en forma más racional el agua. La situación en algunos casos se vuelve crítica”.

Para abordar esta realidad, el CITRA desarrolló el Sistema Integral para la Gestión Hídrica (Sigesh), dirigido a pequeños agricultores, quienes no adoptan fácilmente las nuevas tecnologías. “Un tema importantísimo acá es la Transferencia Tecnológica, donde también involucramos aspectos sociales, para lo cual trabajamos con sociólogos y sicólogos. En el fondo, buscamos mecanismos para que la tecnología llegue al agricultor y la use, y con el Sigesh demostramos que se puede”, subraya el profesor de la U. de Talca.

Para este efecto, además de la información satelital han implementado unidades de validación, como la de San Clemente, donde hay plantaciones de uvas, arándanos, manzanas y frambuesas con distintos sistemas de riego, paneles solares y estaciones meteorológicas, que usan como unidad demostrativa para pequeños agricultores, a quienes se les enseñan cosas básicas de riego, y sirve como práctica para los estudiantes del liceo agrícola, lo que les permite a los jóvenes egresar con mejores competencias al mercado laboral.

“La tecnología por sí misma no sirve si no tenemos recurso humano capacitado”, concluye Ortega.

El incremento de la temperatura ambiental y la alta frecuencia de olas de calor y mayores niveles de radiación solar han provocado serios problemas en los cultivos frutícolas.

A modo de ejemplo, el “golpe de sol” o quemaduras solares en las manzanas puede significar pérdidas de hasta US$ 100 millones anuales para esta industria, en la cual cerca de 40% de la producción queda en descarte por esa causa. Así lo explica el doctor Richard Bastías, profesor de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, quien investigó para encontrar una solución a este problema. De ese modo desarrolló las mallas fotoselectivas, diseñadas para transferir la radiación de forma que la planta reciba la luz que necesita, sin que un exceso de sombra le impida ser productiva. Esto se logra modificando el tramado de los hilos, la distancia y, especialmente, los colores, siendo lo más efectivo la combinación azul-gris.

Cuenta el investigador que se desarrollaron tres prototipos, que fueron validados en huertos de manzanos gracias a un proyecto financiado por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y en el que participaron como asociados FDF, Delsantek S.A., exportadoras y productores de manzanas.

Esta tecnología, que fue patentada y licenciada a través de gestiones de la Oficina de Transferencia y Licenciamiento (OTL) de la UdeC, se está evaluando para reducir el estrés en otras especies, tales como arándanos y cerezos.

Además, se encuentra en proceso de internacionalización a México, a través de la gestión realizada por Andes Pacific Technology Access (APTA), un Hub de Transferencia Tecnológica. Del mismo modo, cree Bastías, esta tecnología se podría transferir a otros países como Perú y Estados Unidos, donde los productores de frutas están teniendo los mismos problemas climáticos que en Chile.

El científico subraya que esta tecnología busca adaptar la fruticultura al cambio climático, que según algunas investigaciones ya se trata de una emergencia climática. “En este sentido, el desarrollo de innovación que proviene desde el conocimiento de las universidades, a mi modo de entender, es trascendental. No podemos quedarnos paralizados, y es rol importante nuestro accionar como académicos e investigadores en buscar soluciones tecnológicas para mitigar y adaptarnos a los nuevos desafíos que enfrentamos como sociedad en un contexto de clima cambiante”, dice Bastías.

Agrega que “esta tecnología que hemos desarrollado como U. de Concepción da cuenta de ello, pero para que exista una transferencia efectiva de este tipo de tecnológicas desde las universidades al sector productivo, la articulación de los investigadores con unidades como las OTLs y el HUB-APTA es fundamental”.

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