Apoyó a la Izquierda Cristiana. Aparece con Rafael Agustín Gumucio y Sergio Aguiló, entre otros.

“No me diga usted que me queda mucha vida por delante, eso es casi una maldición.” Así habló Armando Uribe, premio nacional de Literatura 2004, en su última entrevista con el diario La Segunda el 25 de mayo de 2018. Hasta que llegó el momento que esperaba. El poeta falleció debido a una insuficiencia pulmonar que arrastraba hace un tiempo.

Católico ferviente, hombre de izquierda, intransable en sus convicciones, cascarrabias, irreverente y siempre austero y agudo, estuvo casi 19 años recluido en su departamento en el Parque Forestal, esperando reencontrarse con su mujer, Cecilia, quien fue una dimensión insuperable de su vida y que murió en 2001. A ella le dedicó sus celebradas memorias.

Quien será recordado como uno de los grandes escritores y poetas del país genera reacciones en el mundo de la literatura. “Teníamos una relación singular. Era muy considerado, tenía bastante mal humor. Se enojaba con facilidad por temas que le importaban. Teníamos una relación pacífica que partió como profesional y luego muy personal. Siempre fue intenso, generoso y paciente”, recuerda Iván Quezada, periodista, poeta y escritor, quien editó cinco libros con Uribe.

Además de ser un reconocido literato, con piezas cumbres como “Odio lo que odio, rabio como rabio” (1998) y “Contra la voluntad” (2000), Uribe será recordado como una personalidad potente en política. Fue un duro opositor a Pinochet, pero mantuvo igual distancia con la Concertación, a la que acusó de transar, manteniendo el modelo económico y político de la dictadura. En cierto sentido, fue de los intelectuales que alertó sobre las fracturas del sistema, que provocaron finalmente el estallido social de octubre.

Fue diplomático, embajador de Chile en China designado por Salvador Allende, y militante de la Izquierda Cristiana. Un constante crítico del neoliberalismo y abierto juzgador de la llamada transición y los caudillos de la Concertación. Además de sus constantes ataques al pinochetismo y el legado de este hasta el día de hoy en la sociedad.

También fue generoso con las nuevas generaciones. “Recuerdo cuando me dio aliento para publicar mi primer libro. Como escritor novato tenía muchas dudas, el me apuntaló y motivó a seguir mis sueños. Siempre estará asociado a mis inicios, fue un maestro”, relata Quezada, quién lo conoció cuando lo entrevistó en su juventud.

Otro que lo conoció de cerca es el poeta Raúl Zurita. “Va a pasar a la historia como uno de los mejores escritores de nuestro país, no me cabe duda. Era absolutamente notable. Muy sensible y buena persona con sus amigos cercanos, que no eran muchos. Siempre tuvo esa personalidad fuerte”, comenta el Premio Nacional.

“Aportó mucho a la tradición latina, española. Sacudió a la poesía chilena de los elementos folclóricos que tenía, retóricos. Era más musical. Pero uno de sus grandes aportes es la insolencia, su capacidad de reírse de si mismo, de burlarse de cosas sagradas como la muerte. Y esto siendo una persona sumamente religioso”, cuenta Matías Rivas, poeta y editor.

Uribe, nacido en Santiago el 28 de octubre de 1933, comenzó a publicar poemas a los 17 años. En 1957 se casó con Cecilia Echeverría. Tuvieron 5 hijos juntos. Y tras estudiar Leyes, viajó a Europa para continuar sus estudios.

Rivas destaca su labor como “traductor fundamental e intelectual de peso”, pero a la vez releva su carácter indomable. “Era ególatra, le gustaba ser escuchado. Un tipo peculiar lleno de celos. Asolado por los pecados, atormentado. Sus dos libros de memoria son muy importantes”

“Como escritor tenia una personalidad muy marcada, me imagino que esa personalidad la desarrolló para defenderse de los poetas poderosos de su misma generación: Nicanor Parra, Jorge Tellier”, agrega Rivas.

“Dentro de él había muchas contradicciones”

El editor desclasifica la incomodidad íntima que la provocaba su clase. “Fue muy crítico de la clase alta chilena, de los caballeros chilenos. Dentro de él habían muchas contradicciones. Hablaba del odio, la estupidez, la injusticia. Siempre fue crítico en una época complicada. Su poesía donde vincula el sexo y la muerte son muy celebradas”.

Como abogado experto en derecho minero, fue un férreo opositor a las políticas que privatizaron la minería en los 80. Con el tiempo, incluso, su voz se hizo más crítica y no dejó de hablar contra el imperialismo norteamericano.

Convertirse en viudo, y otras pérdidas familiares, fueron claves en su vida. “La muerte lo marcó, trabajó en eso toda su vida. Le gusta que lo recuerden así. Tiene un lugar fundamental comparado con otros autores chilenos. Era menos simpática su poesía, un tipo reconocido fuera de Chile. Un tipo muy peculiar que con los años será cada vez mejor recordado”, concluye Rivas.

Y Raúl Zurita comparte esta visión: “Después de la muerte de su mujer se encerró a esperar su muerte. Lo encuentro bello y profundamente tremendo”.

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