Entre los muchos rayados y carteles que hay en la fachada del Centro Cultural Gabriela Mistral, a metros de la zona cero, aparece la imagen de la poetisa sosteniendo una bandera de Chile negra y estrella blanca, con jeans ajustados, bototos negros, el simbólico pañuelo verde y una polera blanca con el mensaje “Nous sommes rockers sudamerican” mientras agarra la Constitución invertida en su mano derecha. La imagen, que desafía los recuerdos de una Mistral en traje de dos piezas y de gesto duro, es una propuesta del artista chileno Fabián Ciraolo y representa a una mujer revolucionaria que en el último período se ha tomado las calles del centro de Santiago.

Hoy, tras esos muros rayados, el centro cultural ofrece otra faceta más de la primera escritora latinoamericana en ganar el Nobel de Literatura. Se trata de la obra Mistral, Gabriela (1945), creada por el dramaturgo, doctor en Historia y director artístico del Teatro UC, Andrés Kalawski. La fantasía es arriesgada: poco tiempo antes de recibir el Nobel, Mistral es capturada por un grupo de feministas en Petrópolis, Brasil, que le exigen que use los privilegios que le dará la visibilidad mundial para dignificar el rol de la mujer en la sociedad. Mistral se resiste. Ella y su secuestradora debaten en una pieza sencilla, en la que se ve alumbrada por un foco de luz intensa, mientras de fondo, simulando el exterior, se desarrolla un ruidoso operativo policial. La conversación se corta por el sonido de los balazos, explosiones y un helicóptero que sobrevuela el lugar.

En medio del caos, ante la incertidumbre y la insistencia de su captora, la poetisa hace un recuento que entremezcla una crítica al sistema con la enumeración de sus propios conflictos personales: la infancia y la desdicha, la dignidad de los menos aventajados, la conciencia social y la búsqueda de la felicidad. Todos, temas que por estos días están más vigentes que nunca. “La idea del secuestro me permitía tener espacio y tiempo para que Mistral dialogara con otra mirada ajena. Una situación que de alguna manera es muy íntima y en la cual nadie más iba a entrar, pero al mismo tiempo, las tiene en constante peligro”, dice el dramaturgo.

Siempre se ha dicho de Mistral que era una mujer ambigua y difícil de leer: desde su vida íntima hasta sus posturas políticas. ¿Por qué se forma este mito de ambigüedad?

En Puerto Rico, en los años 30, tuvo una actitud muy crítica hacia los estudiantes que se manifestaban y más bien amparó el actuar policial, pero por otra parte, más tarde apoyó a los sandinistas. Fue fieramente antiyankee, pero vivió 15 años en EE.UU. de lo más bien. Hoy, con todas esas contradicciones, probablemente todos estaríamos enojados con ella. Si escribiera columnas, todas serían trending topic, porque encontraríamos de todos los lados que está equivocada, pero no por amarilla, sino porque miraría las cosas de una manera radicalmente distinta. Hace poco hicimos un taller de traducción de esta obra en Inglaterra y conversaba con la actriz que interpretaba a Alicia (la secuestradora). Ella decía que el tema de la obra era el mismo que tenía con su mamá cuando la pensaba como una feminista imperfecta. Decía: “Pienso, por una parte, en su cualidad heroica porque le tocó ser feminista en un tiempo mucho más difícil que el mío, y por otra parte, la rabia que me da que no sea feminista de la misma manera que yo”. Esa dualidad que uno siempre tiene con los personajes históricos es la que me interesaba. Más allá de la ambigüedad, leerlos a partir de su contexto. ¿Cuánto podemos juzgar desde el ahora y cuánto desde su momento?

DECONSTRUIR LO POLÍTICAMENTE CORRECTO

Que el texto escrito por Kalawski llegara a manos de Aliocha de la Sotta (47) no fue casualidad. Es más, él lo pidió. Directora de la compañía La mala clase, sus obras en los últimos años la han transformado en una maestra a la hora de poner los procesos sociales que vive Chile sobre un escenario. En Mala clase (2009) abordó el tema de la educación, pero también del exitismo, y en La chancha (2012) profundizó en la crisis de la salud mental a través del suicidio. En El Dylan (2017), en tanto, se enfrentó a la historia de un joven transexual que lucha por ser mujer.

Cuando la idea de devolverle la vida a Mistral llegó a sus manos, recordó las imágenes que ella reconocía de inmediato. Unas más bien opacas. “Yo fui al colegio durante la dictadura y siento que el relato que se estableció era el que le acomodaba al régimen de entonces: la premio Nobel, la premio nacional, la maestra rural vinculada a los niños, la poetisa, sin indagar mucho en qué era lo que realmente decía su poesía. Era una construcción estructurada, que se resume perfectamente en el billete de cinco lucas: políticamente correcta, heteronormada, lo más maternal posible, de largas faldas, siempre vinculando el ser mujer a ser madre o a la profesora al cuidado de los niños. Entonces, cuando entré a este proyecto aluciné con sus escritos políticos, de opinión en diarios extranjeros. Lo que se ha construido sobre la figura de Mistral no es suficiente”, dice.

Gabriela Mistral es una mujer transgresora.

Totalmente. Y creo que eso no alcanza a llegar todavía a las escuelas. Nosotros hicimos un trabajo con unos colegios el año pasado y les preguntamos a los alumnos qué sabían sobre Mistral. Sabían poco, lo mismo que yo y los del equipo, que somos de distintas generaciones, pero que salimos del colegio hace rato. Creo que ahora, en este último tiempo, los movimientos LGBTIQ+ han ido tomando la figura para resignificarla. Mistral se ha empezado a abrir. La Alameda está llena de rayados de ella, se le reconoce como feminista, como figura histórica potente, como alguien que le pertenece a la calle. Su relación con las mujeres es mucho más estrecha, porque hay preguntas que ella se hizo sobre la maternidad, por ejemplo, que son las mismas que hoy se hacen mis estudiantes.

¿Y cuál es su aporte, sobre todo pensando en el contexto actual, respecto del rol de la mujer en la política?

Luego de hacer esta obra me quedo con la pregunta, tan contingente, de ¿puede existir democracia sin paridad? ¿Puede existir democracia sin mujeres? Sobre todo porque estamos por iniciar un proceso constituyente. ¿Qué es realmente la democracia? Ir a votar, que alguien te represente, lo que sucede en las bases o los territorios. ¿Va a seguir la democracia sustentada en políticos a los cuales se ha comprobado que ya nadie les cree? Esa pregunta me parece súper actual.

EN EL CUERPO DEL CONFLICTO

Solange Lackington (57) se puede demorar hasta tres horas en ser maquillada y peinada para entrar en el cuerpo de Gabriela Mistral. Se emociona cuando habla de la poetisa y cada vez que termina una función se la dedica: “Hoy te aman en Chile”, piensa con los ojos cerrados. Un Chile que, a su juicio, la ninguneó y despreció. “Cuando comencé a estudiarla descubrí no solo su prolijidad intelectual, sino que además que era una mujer con capacidades inmensas de querer y de preocuparse por el prójimo, por los obreros, los niños y las mujeres. Algo que se desliza en su obra, pero que ella ocultaba bajo una coraza de protección súper grande para que no le hicieran daño”.

¿Por qué se protegía tanto?

Por una gran razón: creo que ella tenía mucho prejuicio. Era muy “culpógena”. Muy conservadora dentro de lo vanguardista que podía ser. Tenía un resentimiento social muy grande. Era una pobre cabra que se crió en un cerro, que aprendió sola, que a los once años la apedrearon en el colegio porque robaba papel para escribir y seguramente súmale el bullying de la época. Nació con un padre ausente, una madre analfabeta, pero con una conexión muy grande con su tierra, el Valle del Elqui, el cielo, las estrellas, el olor del mar que se sentía a lo lejos. Tenía una conexión muy sensible con el entorno de esa región. Después defendió férreamente su intimidad, su privacidad, porque tenía miedo de volver a ser atacada. Por eso sintió que en el extranjero podría ser libre.

¿Y crees que lo fue?

La libertad está en uno. Cuando tú no eres libre en un lugar, es difícil que lo seas en otro lado. En la obra hay un texto en el que Mistral cuenta una anécdota con una de sus amantes: “¿Sabes cuántas veces tuve que parar a Palma en Portugal de contestar las obscenidades que nos gritaban en un callejón? ¿Sabes cuánto rentista ocioso se nos acercó en una playa a ofrecernos cosas? Si total, ya somos inmorales”. Ella tenía un prejuicio y una cosa muy fuerte con esta no resolución de su libertad. También siento que todos estos paradigmas no resueltos de ella, como la maternidad, sus relaciones con las mujeres y su postura política, fueron súper necesarios, porque eran su fuente de inspiración, de creatividad. Ella florece desde ahí. Desde la angustia, la pena, el dolor, la pasión, el intelecto. Todo aflora desde un mundo que ella cuida, que no aclara, no encara y que no ventila.

LA REIVINDICACIÓN DE LA POETISA

Valeria Leyton (30) estudió Pedagogía antes de ser actriz. Desde ahí se relacionó de manera más estrecha con la figura de Mistral, aunque tampoco se hicieron íntimas amigas, explica. Al igual que las demás mujeres tras la obra, para ella primero fue un objeto de estudio, una artista que había que leer por su rol histórico. Pero una de esas figuras que dejan de ser humanas por su relevancia, que se convierten en titanes, disponibles para el saber de todos, pero sin espacio para las subjetividades sobre su vida. “Encontrarse con una Mistral totalmente humana fue maravilloso. Fue acercarla a nuestro tiempo”, dice.

¿Qué representa el personaje de Alicia, más allá de la jovialidad, la revolución y los cambios?

Mi personaje juega con las contradicciones de Mistral. Intenta hackearle la cabeza. Al principio me chocaba, imagínate enfrentar a Gabriela Mistral. ¿Cómo le voy a discutir? ¿Cómo la voy a tratar como un ser común y corriente?

Entonces, ¿cómo terminas acercándote a ella?

Leyendo sus escritos más personales, escuchándola y viendo los registros audiovisuales, nutriéndome de que era un ser humano con grandes capacidades, pero como todos, con conflictos sin resolver. En un texto planteaba una cosa y después pensaba otra. Pero en esas contradicciones hay una inteligencia potente que la hizo ser lo que fue y lo que sigue siendo.

Hoy, la Alameda está llena de Mistrales modernizadas. No solo ustedes la trajeron a la vida, ella tomó también una postura en la calle, en las voces de las personas que se movilizan.

Eso me hace feliz. No me molesta para nada. Creo que si Mistral estuviera hoy, probablemente estaría luchando y quizás no desde un partido. Ella no se sintió feminista y lo decía, pero sí tenía conciencia de clase, conciencia de lucha. De ser y no dejarse llevar. Eso me parece fantástico. Cuando comenzamos con el trabajo de mesa antes de montar la obra, y estábamos la Aliocha, la Solange y yo, era muy interesante lo que se producía en las discusiones, precisamente porque somos tres mujeres muy distintas, de distintas edades, con distintas historias y Mistral es eso también: distintas formas de pensar, distintas relaciones con las personas, con los políticos, con los literatos, con su entorno. Además, ¿quién no se siente en una contradicción hoy? Hoy es más fácil entenderla, porque vivió en un contexto en el que caer en contradicciones, como nos está pasando actualmente, era fácil. Yo creo que hoy, quizás como nunca antes, Gabriela Mistral está más cerca de todas.

Lecturas recomendadas

Andrés Kalawski dice que para entrar en la multifacética cabeza de Gabriela Mistral, entender su idea de la democracia y su relación con el campesinado y la niñez es interesante leer el prólogo de Lectura para mujeres y Recados: Contando a Chile. Solange Lackington, por su parte, se encontró con una mujer llena de amor y culpa en el libro Yin Yin, del investigador Pedro Pablo Zegers, mientras que Aliocha y Valeria se quedan con la intimidad de Bendita mi lengua sea y una pensadora más política en Siete presidentes de Chile en la vida de Gabriela Mistral, ambos textos de Jaime Quezada.

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